El gran baile argentino

Esta semana arrancó con una celebración en el Teatro Colón, de Buenos Aires, en una noche en la que el homo argentum multiplicó sus caras. Al Gobierno, más que la multifacética Argentina, le preocupan los audios y las cifras. Los oficialismos -el nacional y el bonaerense- se juegan todo a una interpretación estadística.

El gran baile argentino

El diario Clarín cumplió 80 años y congregó este lunes, en el Colón, a 2.300 referentes del espectáculo, la cultura, la política, el deporte y el empresariado argentino. Paloma Herrera, alguna vez reina de este teatro, saludaba en la entrada de un palco a Héctor Magnetto, el anfitrión de la noche. A pocos metros, caminaba Mike Amigorena, actor que en los años de gobierno k interpretó, en una serie televisiva con rasgos ásperos, al Ceo de Clarín.

En esa noche de contrastes, Mario Pergolini conversaba risueñamente con Marcelo Tinelli, su rival en otro siglo. Mirtha Legrand, con sus 98 años bien llevados, se desplazaba por un pasillo junto a su nieta Juanita Viale. Sergio Massa no estaba lejos de Guillermo Francos. Paolo Rocca, Ceo de Techint, departía con Gerardo Martínez, secretario general del sindicato de la construcción. Juan Manzur y Sergio Uñac, compañeros de cámara y de melancolía (ante el común y fallido intento por integrar fórmulas ejecutivas) charlaban con Teté Coustarot. Quince gobernadores, entre los que se encontraba Osvaldo Jaldo, se tomaban juntos una sugerente foto. Mauricio Macri, en una imagen retro, compartía palco con Martín Palermo. Moria Casán se cruzaba con Susana Giménez. Natalio Botana, con Carlos Pagni. Arturo Puig, con Charlotte Caniggia. Los más famosos esquivaban a insistentes fotógrafos mientras ignotos intendentes buscaban ser capturados por sus lentes. Guillermo Fancella, desde un costado del teatro, miraba ese fresco que contenía muchas más caras que su poliédrico Homo argentum.

Las luces se apagaron y se escucharon los acordes de cambalache. Poco después, Elena Roger entonó “No llores por mí, Argentina”, la canción que la hizo famosa en el mundo, acompañada por Roberto Peloni y una decena de bailarines y cantantes. Eran los primeros minutos de un espectáculo, titulado “El gran baile argentino”, con una única función. Durante una hora se repasaron 80 años de historia argentina, con imágenes de tapas de Clarín y de personajes célebres proyectados en una pantalla gigante, acompañados de canciones emblemáticas de las distintas décadas

El espectáculo fue doble. Se desarrolló sobre el escenario y en los palcos y butacas en los que se plasmaba esa combinación generacional, disciplinaria, estética e ideológica que caracteriza -con sus luces y sombras- a nuestro país.

Audios y censura

Primero fue el silencio presidencial de 120 horas ante la divulgación de los audios de Spagnuolo. Esta semana, el intento de imponer censura ante la posible publicidad de grabaciones que registrarían la escasamente conocida voz de Karina Milei. Una regla básica de la estrategia comunicacional indica que el silencio, ya sea autoimpuesto y más aún el que se intenta imponer a otros, no hace más que potenciar el interés en escuchar aquello que se pretende sepultar.

El despropósito impulsado por el Gobierno con la anuencia de un juez controvertido - que ordenó a los medios abstenerse de la publicación de nuevas conversaciones que tengan como protagonista a la secretaria general de la presidencia- configura un atropello, vedado por nuestra Constitución, contra el derecho ciudadano a recibir información de interés público.

El temor en la Casa Rosada se desprende de la supuesta existencia de medio centenar de audios con registros clandestinos en despachos oficiales. La irrupción de los audios denota una intencionalidad política, detrás de la cual se desplegarían maniobras de servicios de inteligencia y eventuales disputas internas en el oficialismo, pero esa trama oscura no justifica una peligrosa vulneración a la libertad de expresión, independientemente de que la justicia deba actuar identificando responsabilidades y la comisión de posibles delitos.

Esa fue una de las conclusiones de la asamblea de Adepa, la entidad más representativa de la prensa nacional, que se realizó entre el jueves y el viernes en Puerto Madryn. Por allí pasó Ignacio Torres, el gobernador de Chubut, uno de los participantes de la foto de los 15 en “El gran baile argentino” del Colón. El político de 37 años también desplegó sus dotes como bailarín en la fiesta de cierre de Adepa y dejó un mensaje antigrieta: “Hace falta más coraje para ponerse de acuerdo que para subirse al ring”.

Juntos por el (tipo de) cambio

El equipo económico decidió cambiar sus propias reglas para contener al dólar, consciente de que allí se juega la sustentabilidad del proyecto electoral y económico.

Esta semana, el Gobierno gastó U$ 500 millones para estabilizar el tipo de cambio. La decisión de intervenir de manera directa fue leída como una muestra de pragmatismo y también de fragilidad asociada a un triunfalismo precoz y a errores de política monetaria.

La embestida de este jueves en el Senado, contra el veto presidencial a la ley de emergencia en discapacidad, puso nuevamente sobre la mesa de la opinión pública un tema en el que se mezcla una imputación de falta de sensibilidad al Gobierno con sospechas de corrupción. Pero es la lectura del mercado, que mira al freno legislativo como señal de vulnerabilidad del equilibrio fiscal, la que más preocupa al oficialismo.

Es la primera vez, desde 2003, que se rechaza un veto del Ejecutivo. En este caso, con el respaldo de un número impactante; 63 sobre 72 senadores.

El Gobierno apuesta a que el resultado electoral de este domingo despeje la posibilidad de un lunes negro. Para moderar expectativas e incentivar la participación de votantes, desde el oficialismo plantearon inicialmente que estaban algunos puntos detrás del kirchnerismo. El miércoles, en el cierre de campaña, el Presidente dijo que estaban empatados. Si lograran obtener más bancas que sus adversarios, aunque perdieran en cantidad de votos, el Gobierno cantará victoria. Si la derrota fuera por pocos puntos e incluso por pocas bancas, proyectarán una victoria en octubre por el cambio de estímulos y dinámicas entre una elección y otra. Los 135 intendentes bonaerenses juegan hoy un partido distinto al que se jugará en octubre.

La mirada que cuenta, para preservar la estabilidad económica, es la de mercados que suelen ser más temerosos que audaces. Una lectura negativa generará más presión sobre el tipo de cambio y la necesidad de una intervención decidida en el mercado cambiario para demostrar poder de fuego.

Aunque el Gobierno lo descarta en sus declaraciones públicas, el sistema de bandas parece herido de muerte a partir del 27 de octubre. La pulseada entre el Tesoro y el mercado, combinada por encajes y tasas insostenibles en el mediano plazo, genera una olla a presión que parece no llevar a otro destino posible que no sea el de una devaluación. La pregunta es cómo resistirá el actual techo oficial para el tipo de cambio, durante siete semanas, un eventual cascoteo diario producido por una demanda de divisas que se adelante a un desenlace anunciado.

Esta noche se hará un conteo de daños y logros, balance a partir del cual se ajustarán posibles anuncios para un lunes que abrirá un nuevo tramo temporal de la economía y la política argentinas.

Bienvenidos al limbo

Hoy se despeja la primera gran incógnita electoral de las dos que tiene este año. Las encuestas, por la creciente reticencia de los consultados a responder (suele hacerlo uno cada cien), se parecen cada vez más a un género literario con el que nos entretenemos -o preocupamos- entre elección y elección. La precisión bioquímica de los porcentajes de los muestreos se cruza con los vaticinios oraculares propios de una proyección apoyada en un mar de indecisos y desinteresados.

Las elecciones bonaerenses tienen los condimentos de una primaria nacional, en la que se define una parte del porvenir del gobierno mileísta y también la consistencia futura del kirchnerismo. Y, con ellos, una parte no menor de las perspectivas argentinas.

Esta noche, si los números se prestan, comenzará una disputa exegética en torno a los porcentajes que contabilizan el conjunto de expresiones electivas. En la convivencia de lecturas sobre el mensaje popular, algunos pondrán el acento en la cantidad de bancas, y otros en la suma total de votos. Los más minuciosos plantearán que se trata de ocho elecciones, correspondientes a las secciones electorales, que merecen ocho lecturas particulares. Ocho verdades, o una verdad fragmentada en ocho. Una fiesta para el relativismo.

Habrá quien postule como ganador al silencio derivado de la abstención, planteando el desafío de leer una ausencia. Cerca de la mitad de quienes están obligados a votar no lo harán. ¿Cuántos lo harían si no fuera obligatorio? Un pueblo que se niega a elegir su destino conforma una democracia vacía.

Mañana se abre un umbral hasta el 27 de octubre, el día en el que el presente se distenderá y el futuro recuperará cierta nitidez.

No sabemos adónde lleva, solo cuánto dura. El limbo suele concebirse como un lugar entre el infierno y el cielo. Más allá de la fisonomía del destino, en las próximas siete semanas, viviremos la angustia de la espera.

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