Por Ariane Armas
13 Septiembre 2025
LOS 10 CONCURSANTES. Monteros, Alderetes, San Miguel de Tucumán, Concepción y Yerba Buena tuvieron representantes en este segundo round,
La sala de redacción de LA GACETA volvió a llenarse de globos, color, juventud. Las dos enormes mesas que diariamente tienen periodistas que redactan, chequean y brindan información, ayer formaban una paleta de colores vibrantes. Amarillo, azul, violeta, verde y rojo. Sobre cada una, gorritas fluorescentes, lentes en forma de corazón, sprays de pelo, chapitas y sombreros metalizados brillaban bajo las luces. Los carteles exhibían el nombre de cada institución como estandartes. Era la segunda semifinal de Enseñame Tucumán, el concurso de historia que reúne a estudiantes de toda la provincia y que, como pocas veces, logra que la emoción y el conocimiento se abracen.
A medida que llegaban los equipos, el aire se llenaba de abrazos y nervios. Los concursantes de la escuela Normal Superior Teniente Julio Argentino Roca de Monteros, con sus bordas verdes, fueron de los que más alentaron desde el principio. Los acompañantes del Colegio San Fernando de Yerba Buena se animaron a probar los anteojos amarillos y reían entre fotos.
CONTENCIÓN. Las profesoras fueron pilares de los participantes.
Las chicas del Colegio de la Consolación de Concepción repasaban en voz baja sus apuntes y recordaban los audios que el profesor les había mandado mientras ellas estaban en un campamento. “Estamos muy nerviosas, pero la emoción nos gana”, confesaban Nicole Suárez Mangone y Julieta Stofán. “Llegar hasta acá, entre más de 2.000 chicos, ya es un gran logro. Representar a nuestro colegio es un orgullo”, comentaron.
SALA LLENA. La secretaria de Educación, Gabriela Gallardo, con autoridades de LA GACETA e invitadas.
“Es un gran desafío para ellas, más allá de ganar o no. Es la posibilidad de aprender, de generar inquietudes, de conocer otras realidades”, reflexionó María del Carmen Duarte, acompañante de las chicas de Concepción cuyas familias no habían podido ser parte de este viaje.
En la mesa azul, profesoras y familiares contaban que las representantes del Instituto JIM, Sophía Nanni Martínez y María Celina Bravo, reconocían haber estudiado hasta la madrugada. “Esto es como un examen final. Pero aprendimos un montón, datos que ni conocíamos de la población”, sonrieron las chicas al confirmar al aire lo que dijeron antes sus seres queridos. Es que detrás de cámaras madres y abuelas seguían con la mirada cada movimiento. “Orgullosa de mi nieta, de ver cómo estudió tanto”, decía la abuela de Sophia.
Saber y espectáculo
“A los chicos les aconsejamos que estén tranquilos, que participen, que compartan. Eso es lo más importante”, había aconsejado Fernando Egloff, dueño del Colegio San Fernando.
DE AMARILLO. Los seres queridos del Colegio San Fernando.
En los estudios, los chicos se acomodaron en los paneles, mientras en la pantalla, aparecieron las primeras consignas. Las primeras respuestas correctas desataron una lluvia de aplausos. Los pompones verdes y azules se agitaron en el aire, las familias se ponían de pie y aplaudían cada punto.
“Recién estoy tomando conciencia de todo el esfuerzo que hizo mi hijo. Hasta las 4 de la mañana estudiando”, dijo Marcelo Miguel, papá de Lautaro Miguel, emocionado. “Vinieron con muchas ilusiones representando a la escuela de Monteros”, indicó.
Paulina Zelarayán, la mamá del estudiante, también se encontraba en el lugar con un doble rol porque fue profesora de su hijo y de Javier Francisco Yankez. “Para nosotros los chicos ya son ganadores. Fueron varias semanas de preparación, de reunir material, de trabajar juntos. En mi caso lo vivo con doble emoción”, aseveró.
TENSIÓN. Los padres y abuela de los ganadores de la jornada.
Por el Instituto Privado Rivadavia de Alderetes, el rojo dominaba la mesa y el ánimo de Gabriel Ángel Gómez y Ana Luz Morhill. “Llegamos con mucho esfuerzo. Estamos un poquito nerviosos, pero es como un examen con juegos, una forma de aprender historia de Tucumán”, contaron.
Lorena, mamá de Gabriel, reveló entre sonrisas que hasta ella había estudiado para ayudarlo: “La familia entera está pendiente, esperando ver el resultado”. La abuela de Ana Luz completó el cuadro familiar: “Muy orgullosa de mi nieta. Siempre fue estudiosa. Yo solo le aconsejé que no se ponga nerviosa”, dijo entre risas.
A través del canal de Youtube de LA GACETA, el apoyo también se hizo sentir, y los compañeros y amigos de los 10 participantes dejaron comentarios para alentar a cada una de ellos.
Compañerismo
La tensión creció a medida que el tablero se llenaba de aciertos. Pero también hubo lugar para el compañerismo. Entre pregunta y pregunta, los chicos que esperaban su turno compartían galletitas, gaseosas y hasta se reían de las respuestas fallidas.
“Sea cual sea el resultado, ya ganaron”, aseguraba Romina Lobo, mamá de Agostina González, que competía junto a Horacio Conesa por el Colegio San Fernando. “Fueron muchas noches sin dormir, días de nervios. Que estén acá ya es un logro”, agregó Malvina García, madre de Conesa.
SELFIE PARA EL RECUERDO. Javier junto a sus seres queridos en el sector verde que representó a su escuela.
Hubo momentos de gran tensión, sobre todo cuando cada punto definía quién pasaba a la gran final. La redacción terminó literalmente teñida de verde cuando la hinchada de la Escuela Normal de Monteros explotó en gritos y abrazos al conocer que sus representantes eran los ganadores del pase a la gran final.
Mientras tanto, Lucía Córdoba y Bahaiana Galarza, las primeras finalistas les dejaron un mensaje a sus nuevos contrincantes. También monterizas pero de la localidad de Yonopongo, siguieron la transmisión online y expresaron: “Los esperamos en la final”. La cita ya está marcada en el calendario, y promete ser una verdadera fiesta del saber.
EUFORIA. Los acompañantes de las chicas del JIM fueron los que más celebraron cada uno de sus aciertos.
Así es como la segunda semifinal dejó algo más que resultados. Dejó recuerdos. Cuando se apagaron las luces, los chicos se abrazaron entre sí. Sus profesores y su familiares los esperaban para la foto de cierre, con el mismo brillo en los ojos que el de los sombreros metálicos que estaban sobre las mesas.
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