24 Octubre 2025

Mariano Moreno, refiéndose a la mita (explotación de los aborígenes en las minas del Potosí) decía: “Es un trabajo desolador para los ojos ver llegar a esa villa partidas de tres y cuatro mil indios calchaquíes que han sido arrastrados violentamente de sus hogares para el trabajo forzado en las minas en las que perecían más de la mitad de estos infelices conscriptos, y los pocos que salían con vida mueren luego por las enfermedades que produce el manejo de los metales y la falta de aire en las cuevas subterráneas” (Manuel Moreno: “Vida y Memorias del Dr. don Mariano Moreno”, Bs. As., 1.960, T. II). En una reciente carta dijimos, a propósito, que la evangelización de los indios no se debía, como pretenden los hispanistas, a la supremacía o excelencia de las doctrinas católicas. El imperialismo cultural del cristianismo fue impuesto en el Nuevo Mundo a sangre y fuego con saqueos, asesinatos masivos y vandalismos de todo tipo. En menos de tres centurias el cerro rico del Potosí se llevó más de siete millones de vidas. Los indios eran arrancados de sus comunidades agrícolas y enviados junto a sus mujeres e hijos rumbo al imponente cerro. Los indios de las Américas sumaban más de 80 millones cuando los conquistadores extranjeros aparecieron en el horizonte. Un siglo y medio después se habían reducido a diez millones. Las ideologías que justifican semejante holocausto no faltan: Diego de la Costa consideraba que no había mejor remedio que el trabajo para curar la “maldad natural” de los indígenas. Juan Ginés Sepúlveda, el humanista, sostenía que “los indios merecen el trato que recibían porque sus pecados e idolatrías constituían una ofensa hacia Dios...”. En el artículo titulado “El falso Inca” (LA GACETA 19/10) su autor manifiesta, sorprendentemente, que fueron los Incas quienes “desmembraron (sic) y exterminaron” a los pueblos sojuzgados. La Inquisición fue introducida, como sabemos, en América, por los Reyes Católicos y Felipe II. Reconocidos humanistas de la época, particularmente entre los siglos XVI y XVII, opinaban, en tal sentido, lo siguiente: 1) “Hacer uso de la fuerza y amenazas para que todos acepten lo que se cree que debe ser la verdad es algo tiránico y absurdo” (Tomás Moro). 2) “Todos los buenos, agora sean judíos, moros, cristianos, confesos, o de otras sectas, son de una mesma tierra, de una mesma casa y sangre, y todos los males de la mesma manera” (Fray José Antonio de Miraball). 3) “Me parece cosa muy extraña que alguien que desee ardientemente la salvación del prójimo lo haga expirar por medio de tormentos” (Jhon Locke). 4) “No dejo de reconocer la barbarie y el horror que supone desgarrar a un ser humano por medio de suplicios, asarlo lentamente y luego arrojarlo a los perros” (Miguel de Montaigne). 5) “Nuestro mundo tiene cabida para muchas verdades y no para una sola” (Sebastián Castalión). 6) “No dejaré a nadie ser dueño de mi fe ni forzarme a seguir sus creencias” (Sebastián Franck). 7) “Los inquisidores son los peores herejes, pues Cristo no vino al mundo a dar muerte, destruir y quemar vivos, sino para que aquellos que viven pudieran vivir mejor” (Baltazar Hubmeier). 8) “Los castigos y recompensas están reservados a Dios solamente” (Abelardo). Ahora bien, y no obstante ello, el reciente hallazgo de dos cuerpos momiticados en la falda del volcán Llullaillacu (Salta) fue caratulado de inmediato como “sacrificio de doncella”. Para mayor información sobre el tema, consultar Boleslao Lewin: “¿Qué fue la inquisición?”.

Arturo Garvich                                                                     

Las Heras 632 - S. M. de Tucumán

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