Las quejas cíclicas de los empresarios dueños de las empresas de ómnibus urbanos que prestan el servicio en la capital tucumana porque su actividad está en crisis -como si el resto de los habitantes tuviéramos ingresos de un país europeo- por la falta de subsidios de la Nación, de la Provincia, de la Municipalidad y por culpa de los usuarios que optaron por otros medios de transporte ya cansan. Hartan. Basta. Cuando un negocio da pérdidas, se cierra. Y punto. No puede ser que estos señores salgan a quejarse por la crisis económica que los afecta por las deudas adquiridas por las inversiones realizadas, victimizándose ante la sociedad que optó por las aplicaciones que brindan un servicio más eficiente y más económico. No deberían seguir sacrificándose por nosotros, abandonando su vocación de servicio, dejar de perder dinero a cuatro manos y buscar una actividad rentable que les asegure una vida sin sobresaltos. Vendan los ómnibus, paguen las deudas y con el poco dinero que les quede pueden encarar vender medias, gorros o anteojos en las peatonales céntricas. Éxitos.
Jorge Alvarez
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