31 Marzo 2011
LA GACETA / ANTONIO FERRONI
"¿Tiene miedo señora? Su rostro denota desesperación. La pregunta de la fiscala Juana Prieto de Sólimo quedó flotando en el aire. Y, durante casi 10 segundos, el silencio se apoderó de la sala.
Mirta López, quien era vecina del juez Héctor Agustín Aráoz, vivió quizás uno de los momentos más tensos de su vida. Tan nerviosa estaba la mujer que no lograba articular más de dos palabras seguidas.
A la testigo se la notó incómoda y algo inhibida. Durante casi todo el interrogatorio, frotó sus manos contra sus piernas. "?¡Basta, basta!? -dijo-. Ese fue el grito que escuché la tarde del 26 de noviembre de 2004. Era la voz del juez". Fue el único dato que pudo aportar. Quizás cuando el juez Pedro Roldán Vázquez le dijo que podía retirarse, pensó que lo peor había terminado. Pero, mientras abandonaba la sala, se desvaneció y tuvo que ser asistida por médicos. Por este motivo, el tribunal dio por finalizada la audiencia.
Mirta López, quien era vecina del juez Héctor Agustín Aráoz, vivió quizás uno de los momentos más tensos de su vida. Tan nerviosa estaba la mujer que no lograba articular más de dos palabras seguidas.
A la testigo se la notó incómoda y algo inhibida. Durante casi todo el interrogatorio, frotó sus manos contra sus piernas. "?¡Basta, basta!? -dijo-. Ese fue el grito que escuché la tarde del 26 de noviembre de 2004. Era la voz del juez". Fue el único dato que pudo aportar. Quizás cuando el juez Pedro Roldán Vázquez le dijo que podía retirarse, pensó que lo peor había terminado. Pero, mientras abandonaba la sala, se desvaneció y tuvo que ser asistida por médicos. Por este motivo, el tribunal dio por finalizada la audiencia.