Por Carlos Páez de la Torre H
30 Septiembre 2011
Es conocido que el traslado de nuestra ciudad a su sitio actual -del que ayer se cumplieron 326 años- no fue tarea sencilla. Los vecinos habían pedido el cambio, pero cuando se lo autorizó, se echaron atrás.
Hay una muy extensa presentación del Cabildo de San Miguel de Tucumán al gobernador Fernando de Mendoza y Mate de Luna, del 15 de marzo de 1684. El historiador Manuel Lizondo Borda la llama "las primeras páginas literarias sobre la naturaleza tucumana, aparecidas en el Tucumán". Los cabildantes ponderaban la conveniencia del emplazamiento en Ibatín, sitio que hallaban "bueno, y a propósito, y mejor que ningún otro".
Recordaban que el gobernante anterior, Alonso de Mercado y Villacorta, afirmaba que "sólo por tener el invierno de esta ciudad se podía venir de partes muy remotas a ella". La tierra era "tan fecunda que, sin regadío de acequia, se siembra y se recogen sementeras grandiosas". Además, en ninguna parte "hay tan hermosos países (paisajes) de tanta variedad de árboles y maderas para arquitectura"; tantas "frutas de Castilla y de la tierra, que con sus flores en la primavera rodean y hermosean esta ciudad, y en el verano la sustentan y regalan con sus frutos".
Ponderaban sus siete ríos, "que aunque con la fuerza de las crecientes sean arriesgados, luego bajan de un día para otro, y no hay los pantanos". Y "hacia el occidente, caen las serranías y cordilleras tan altas y encumbradas, que aún en tiempo de verano se muestran vistosas por la nieve que ocupa sus cumbres".
Hay una muy extensa presentación del Cabildo de San Miguel de Tucumán al gobernador Fernando de Mendoza y Mate de Luna, del 15 de marzo de 1684. El historiador Manuel Lizondo Borda la llama "las primeras páginas literarias sobre la naturaleza tucumana, aparecidas en el Tucumán". Los cabildantes ponderaban la conveniencia del emplazamiento en Ibatín, sitio que hallaban "bueno, y a propósito, y mejor que ningún otro".
Recordaban que el gobernante anterior, Alonso de Mercado y Villacorta, afirmaba que "sólo por tener el invierno de esta ciudad se podía venir de partes muy remotas a ella". La tierra era "tan fecunda que, sin regadío de acequia, se siembra y se recogen sementeras grandiosas". Además, en ninguna parte "hay tan hermosos países (paisajes) de tanta variedad de árboles y maderas para arquitectura"; tantas "frutas de Castilla y de la tierra, que con sus flores en la primavera rodean y hermosean esta ciudad, y en el verano la sustentan y regalan con sus frutos".
Ponderaban sus siete ríos, "que aunque con la fuerza de las crecientes sean arriesgados, luego bajan de un día para otro, y no hay los pantanos". Y "hacia el occidente, caen las serranías y cordilleras tan altas y encumbradas, que aún en tiempo de verano se muestran vistosas por la nieve que ocupa sus cumbres".






















