Por Carlos Páez de la Torre H
01 Octubre 2011
EL PERIÓDICO. Portada del número inicial del "Semanario", que apareció en 1802. LA GACETA / ARCHIVO
En varias ediciones de 1804-05 del "Semanario de Agricultura, Industria y Comercio" que aparecía en Buenos Aires desde 1802, firmado con las iniciales G.A.H. y P. se publicó un largo escrito: "Ciudades de la carrera de Buenos Aires al Perú". Hay allí interesantes párrafos sobre San Miguel de Tucumán.
"La tierra produce sin cultivo, y más generosa sin comparación que ingratos sus moradores, se acuerda de sustentarlos pródigamente por más que ellos se olvidan de engrandecerla", dice. Recalcaba "la bella situación" de la ciudad. "Su cielo es claro, o no tan nebuloso como el de Jujuy; la distancia que hay de la ciudad al río es como de un cuarto de legua, y no se halla en toda su circunferencia un charco de agua detenida". Así, beber "aguas delgadas y alguna vez de pozo, respirar aire puro y pisar un suelo firme y enjuto, exime a sus moradores de sufrir la penalidad del coto (bocio), achaque tan común entre salteños y jujeños".
Recalcaba que "las mujeres tienen por lo común más gallarda presencia que los hombres". Estos "están adornados de entendimiento claro, pronto para toda ciencia o arte, pero a nada determinado". Criticaba detenidamente a los hombres tucumanos. "Blasonan de que poseen en prodigiosa diversidad las más diversas producciones de la naturaleza", pero no aprovechan "la extracción de infinitas posibilidades, que hoy envilece la desidia y desconoce la indiferencia del ciudadano y del campesino".
La tierra tiene pocos dueños y pocos brazos que la cultiven: "y aún estos son tan flojos, que escasamente recogen lo muy necesario para pasar el año, atenidos sólo a lo que la tierra espontáneamente produce".
"La tierra produce sin cultivo, y más generosa sin comparación que ingratos sus moradores, se acuerda de sustentarlos pródigamente por más que ellos se olvidan de engrandecerla", dice. Recalcaba "la bella situación" de la ciudad. "Su cielo es claro, o no tan nebuloso como el de Jujuy; la distancia que hay de la ciudad al río es como de un cuarto de legua, y no se halla en toda su circunferencia un charco de agua detenida". Así, beber "aguas delgadas y alguna vez de pozo, respirar aire puro y pisar un suelo firme y enjuto, exime a sus moradores de sufrir la penalidad del coto (bocio), achaque tan común entre salteños y jujeños".
Recalcaba que "las mujeres tienen por lo común más gallarda presencia que los hombres". Estos "están adornados de entendimiento claro, pronto para toda ciencia o arte, pero a nada determinado". Criticaba detenidamente a los hombres tucumanos. "Blasonan de que poseen en prodigiosa diversidad las más diversas producciones de la naturaleza", pero no aprovechan "la extracción de infinitas posibilidades, que hoy envilece la desidia y desconoce la indiferencia del ciudadano y del campesino".
La tierra tiene pocos dueños y pocos brazos que la cultiven: "y aún estos son tan flojos, que escasamente recogen lo muy necesario para pasar el año, atenidos sólo a lo que la tierra espontáneamente produce".






















