Por Carlos Páez de la Torre H
12 Octubre 2011
EN EL AÑO 1854. Portada de la tesis “Neuropatías” del doctor Cayetano Rodríguez, impresa en Buenos Aires. LA GACETA / ARCHIVO
El doctor Cayetano Rodríguez fue un médico tucumano que nació en 1826 y falleció prematuramente en 1859. Se doctoró en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1854, con la tesis "Neuropatías", que editó ese año. Pensamos que el tema era novedoso para la época, y que los estudiosos podrían examinar sus disquisiciones con provecho.
Entre las causas de las neuropatías, Rodríguez enumeraba las exigencias mundanas. "Hemos de hacer de la noche día, y viceversa; no tener hora fija para descansar de las fatigas que el cumplimiento de la moda produce: comer sujetados a la misma ley; vestirse según el sufrimiento de cada uno, seguro de que el que despliegue más, obtiene un ascenso en recompensa de la abnegación que demuestra en sostener ese martirio horrible, que el buen gusto y el lenguaje moderno llaman elegancia".
Decía que "esos trajes que tienen por objeto dificultar las funciones todas, por la compresión que ejercen y que impiden el libre ejercicio, son el semillero de todas las dolencias que en uno y otro sexo hacen compañía a la vida". En el caso de las mujeres, no era la primera vez que se "denuncian como perjudiciales, los corsés, ballenas de acero y demás fruslerías que recargan el arsenal de la moda, con todas las modificaciones que el capricho del tiempo introduce".
Y por esa "ciega servidumbre" hacia la moda, es que "pueden tolerarse esas grandes agitaciones de bailes forzados, vigilias prolongadas en las que se ponen en juego pasiones de todo género, a trueque de nuestra salud".
Entre las causas de las neuropatías, Rodríguez enumeraba las exigencias mundanas. "Hemos de hacer de la noche día, y viceversa; no tener hora fija para descansar de las fatigas que el cumplimiento de la moda produce: comer sujetados a la misma ley; vestirse según el sufrimiento de cada uno, seguro de que el que despliegue más, obtiene un ascenso en recompensa de la abnegación que demuestra en sostener ese martirio horrible, que el buen gusto y el lenguaje moderno llaman elegancia".
Decía que "esos trajes que tienen por objeto dificultar las funciones todas, por la compresión que ejercen y que impiden el libre ejercicio, son el semillero de todas las dolencias que en uno y otro sexo hacen compañía a la vida". En el caso de las mujeres, no era la primera vez que se "denuncian como perjudiciales, los corsés, ballenas de acero y demás fruslerías que recargan el arsenal de la moda, con todas las modificaciones que el capricho del tiempo introduce".
Y por esa "ciega servidumbre" hacia la moda, es que "pueden tolerarse esas grandes agitaciones de bailes forzados, vigilias prolongadas en las que se ponen en juego pasiones de todo género, a trueque de nuestra salud".





















