Por Carlos Páez de la Torre H
08 Noviembre 2011
TOMASA ZAVALETA DE SILVA. Uno de los nueve retratos que ejecutó Amadeo Gras en la primera visita. LA GACETA / ARCHIVO
Hemos recordado otras veces que el pintor francés Amadeo Gras, durante sus giras, estuvo dos veces en Tucumán, en 1834 y en 1845. El libro biográfico de Mario César Gras aporta algunos detalles de esas estadías. En 1834, al pasar por Santiago no quiso quedarse, a pesar de que el gobernador Juan Felipe Ibarra y Adeodato de Gondra querían posar. Debía cumplir la promesa de retratarlo hecha al gobernador de Tucumán, Alejandro Heredia.
Permaneció aquí un mes. Ejecutó los retratos de Heredia y de su esposa, Juana Cornejo. El gobernador lo agasajó con una invitación a su estancia La Arcadia, y le facilitó su carruaje, más una escolta militar, cuando siguió viaje al norte. Gras también se dio tiempo para ejecutar otros siete retratos, de damas y caballeros tucumanos.
La segunda vez, en 1845, permanecería también varias semanas en Tucumán. Pintó entonces sólo tres retratos. Además, su esposa dio a luz una niña en esta ciudad. Fue bautizada con el nombre de Marcelina. El ingeniero Pedro Dalgare Etcheverry (autor del plano de nuestra Catedral, que empezaría inmediatamente a erigirse), y doña Visitación Avila Aráoz, fueron los padrinos.
El biógrafo cuenta que los retratos de Gras suscitaban a veces curiosas reacciones. En Chile, una dama le devolvió la tela "para que -decía en una carta- me haga el favor de ponerle pechos, pues varios amigos de mi marido le han dicho que parezco santo. También me achica la boca, que no me agrada tan grande, y me pone un poco más de colores en la cara porque estoy muy pálida". Pedía igualmente que la pintara "un poco más ancha de hombro a hombro, como un geme más, así no parezco tan flaca". Y, concluía, "me hará el favor de agrandar la joya del collar para que luzca más"...
Permaneció aquí un mes. Ejecutó los retratos de Heredia y de su esposa, Juana Cornejo. El gobernador lo agasajó con una invitación a su estancia La Arcadia, y le facilitó su carruaje, más una escolta militar, cuando siguió viaje al norte. Gras también se dio tiempo para ejecutar otros siete retratos, de damas y caballeros tucumanos.
La segunda vez, en 1845, permanecería también varias semanas en Tucumán. Pintó entonces sólo tres retratos. Además, su esposa dio a luz una niña en esta ciudad. Fue bautizada con el nombre de Marcelina. El ingeniero Pedro Dalgare Etcheverry (autor del plano de nuestra Catedral, que empezaría inmediatamente a erigirse), y doña Visitación Avila Aráoz, fueron los padrinos.
El biógrafo cuenta que los retratos de Gras suscitaban a veces curiosas reacciones. En Chile, una dama le devolvió la tela "para que -decía en una carta- me haga el favor de ponerle pechos, pues varios amigos de mi marido le han dicho que parezco santo. También me achica la boca, que no me agrada tan grande, y me pone un poco más de colores en la cara porque estoy muy pálida". Pedía igualmente que la pintara "un poco más ancha de hombro a hombro, como un geme más, así no parezco tan flaca". Y, concluía, "me hará el favor de agrandar la joya del collar para que luzca más"...























