Por Carlos Páez de la Torre H
07 Diciembre 2011
MUEBLES DE AVELLANEDA. Así se exhiben actualmente, en el Museo Histórico "Sarmiento", de Belgrano. LA GACETA / ARCHIVO
En su libro de misceláneas "Mis prolegómenos" (1904), el literato rosarino Jorge Sohle narra anécdotas que recogió de su abuela materna, la matrona santiagueña Apolinaria Frías de Rueda. Era hermana del gobernador de Tucumán y fundador del ingenio San José, don José Frías.
Doña Apolinaria se jactaba de ser patriota de la primera hora. Había conocido al general Manuel Belgrano y evocaba con emoción la primera vez que se cantó en su ciudad el Himno Nacional, por ejemplo.
Muy vinculada a la familia del presidente Nicolás Avellaneda, solía recordar que éste asombraba a la parentela a los cinco años, porque "ya leía de corrido". Sohle reflexionaba que "si hoy es un prodigio un niño que lee correctamente a esa edad, con mayor razón lo era en 1841, época en que el amor a la instrucción no estaba desarrollado". Los amigos de su padre, Marco Avellaneda (quien poco después sería degollado por los rosistas), se entretenían haciéndolo leer "La Gaceta Mercantil", por entonces "plagada de ?¡Viva la Federación! ¡Mueran los salvajes, asquerosos inmundos unitarios!".
Según doña Apolinaria, "el niño Avellaneda nunca leía las frases apuntadas y si, por contradecirlo, algún oyente aseguraba que se había salteado, con todo respeto y decisión contestaba: ?No, señor, nada he pasado?. Las promesas y dádivas más brillantes no quebrantaban su resolución".
Comentaba Sohle que "más de una vez, cuando he oído decir que el doctor Avellaneda fue débil, he recordado estos antecedentes de mi abuela, que hacían presagiar un carácter templado, como lo probó en más de una ocasión".
Doña Apolinaria se jactaba de ser patriota de la primera hora. Había conocido al general Manuel Belgrano y evocaba con emoción la primera vez que se cantó en su ciudad el Himno Nacional, por ejemplo.
Muy vinculada a la familia del presidente Nicolás Avellaneda, solía recordar que éste asombraba a la parentela a los cinco años, porque "ya leía de corrido". Sohle reflexionaba que "si hoy es un prodigio un niño que lee correctamente a esa edad, con mayor razón lo era en 1841, época en que el amor a la instrucción no estaba desarrollado". Los amigos de su padre, Marco Avellaneda (quien poco después sería degollado por los rosistas), se entretenían haciéndolo leer "La Gaceta Mercantil", por entonces "plagada de ?¡Viva la Federación! ¡Mueran los salvajes, asquerosos inmundos unitarios!".
Según doña Apolinaria, "el niño Avellaneda nunca leía las frases apuntadas y si, por contradecirlo, algún oyente aseguraba que se había salteado, con todo respeto y decisión contestaba: ?No, señor, nada he pasado?. Las promesas y dádivas más brillantes no quebrantaban su resolución".
Comentaba Sohle que "más de una vez, cuando he oído decir que el doctor Avellaneda fue débil, he recordado estos antecedentes de mi abuela, que hacían presagiar un carácter templado, como lo probó en más de una ocasión".























