02 Noviembre 2012
SOSPECHA. El legislador Alberto Colombres Garmendia dudó del secuestro. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO (ARCHIVO)
El plan era el mismo. El problema para los delincuentes fue que la comunicación abundaba. El primer llamado se hizo al estudio de Ignacio Colombres Garmendia, para anunciar que hubo un choque en la ruta 9 y que él podría ser una víctima del accidente. La excusa de los delincuentes que trataban de darle forma a un secuestro virtual sirvió para conseguir el número de dos de sus hijos.
El primer llamado fue desestimado rápidamente. El hijo se encontraba con su padre fuera de la provincia y descartó el accidente. El segundo llamado funcionó mejor. De la historia del accidente se pasó a un secuestro. Los delincuentes aseguraron que tenían a su padre y a su hermano, y que si no les daban $30.000 ese mismo día, los mataban. Para aumentar la presión, le prohibían cortar el teléfono. Es decir debía mantener la llamada en forma ininterrumpida.
Con las malas nuevas gritándole en sus oídos, se dirigió a la casa de otro de sus hermanos- son cinco-, en busca de la plata o alguna posible solución. Allí, mientras ambos trataban de negociar con los delincuentes, el nieto mayor del supuesto secuestrado se intentaba contactar con su abuelo o sus tíos. El teléfono del primero llevaba directo al contestador. Mientras, otro de los hijos de Colombres Garmendia, AlbertoColombres Garmendia, legislador por el PRO, se enteró de la primera versión: el accidente, y confirmó que no había sucedido.
De esta manera, cuando recibió el llamado de su sobrino, le advirtió de la posible falsedad de la amenaza, a la vez que llamó a Eduardo Di Lella, secretario de seguridad de la provincia. Le relató lo que estaba sucediendo. El funcionario se dirigió adonde estaban los otros dos hijos, hablando con el delincuente por teléfono.
A esa altura, el nieto de Colombres Garmendia, gracias a varios llamados, ya había corroborado la falsedad del secuestro. Y las dilatadas negociaciones terminaron con el eco del sonido un teléfono recién colgado. Las patas cortas de este secuestro virtual no pudieron correr tan rápido como las llamadas que lo tiraron abajo. Pasado el mal rato, las llamadas continuaron para impedir otra ola de rumores. "Fue todo un susto, estamos todos bien", se escuchó decir.
Todavía con la adrenalina en las venas, la familia se enteró de que no fue un hecho aislado. En LAGACETA.COM se informaba de otro secuestro virtual, con la misma modalidad y ocurrido prácticamente al mismo tiempo. Fue otro intento sin éxito. Los responsables de las extorsiones todavía siguen siendo buscados.
El primer llamado fue desestimado rápidamente. El hijo se encontraba con su padre fuera de la provincia y descartó el accidente. El segundo llamado funcionó mejor. De la historia del accidente se pasó a un secuestro. Los delincuentes aseguraron que tenían a su padre y a su hermano, y que si no les daban $30.000 ese mismo día, los mataban. Para aumentar la presión, le prohibían cortar el teléfono. Es decir debía mantener la llamada en forma ininterrumpida.
Con las malas nuevas gritándole en sus oídos, se dirigió a la casa de otro de sus hermanos- son cinco-, en busca de la plata o alguna posible solución. Allí, mientras ambos trataban de negociar con los delincuentes, el nieto mayor del supuesto secuestrado se intentaba contactar con su abuelo o sus tíos. El teléfono del primero llevaba directo al contestador. Mientras, otro de los hijos de Colombres Garmendia, AlbertoColombres Garmendia, legislador por el PRO, se enteró de la primera versión: el accidente, y confirmó que no había sucedido.
De esta manera, cuando recibió el llamado de su sobrino, le advirtió de la posible falsedad de la amenaza, a la vez que llamó a Eduardo Di Lella, secretario de seguridad de la provincia. Le relató lo que estaba sucediendo. El funcionario se dirigió adonde estaban los otros dos hijos, hablando con el delincuente por teléfono.
A esa altura, el nieto de Colombres Garmendia, gracias a varios llamados, ya había corroborado la falsedad del secuestro. Y las dilatadas negociaciones terminaron con el eco del sonido un teléfono recién colgado. Las patas cortas de este secuestro virtual no pudieron correr tan rápido como las llamadas que lo tiraron abajo. Pasado el mal rato, las llamadas continuaron para impedir otra ola de rumores. "Fue todo un susto, estamos todos bien", se escuchó decir.
Todavía con la adrenalina en las venas, la familia se enteró de que no fue un hecho aislado. En LAGACETA.COM se informaba de otro secuestro virtual, con la misma modalidad y ocurrido prácticamente al mismo tiempo. Fue otro intento sin éxito. Los responsables de las extorsiones todavía siguen siendo buscados.