Un delantero a la antigua

"Jopo" sigue las tradiciones en su vida pero en la cancha improvisa con goles.

LA GACETA / ENRIQUE GALINDEZ LA GACETA / ENRIQUE GALINDEZ
El nueve que Ricardo Rodríguez pondrá hoy en cancha todavía vive con su madre y hasta que su Ford Falcon se arregle, llegará a las prácticas en colectivo. La figura de Enzo Maidana definitivamente no proviene del molde de los delanteros actuales pero quizás sea lo que Atlético esté necesitando.

Luego de jugar la primera fecha ante Crucero del Norte de titular, pasaron 13 fechas y ninguno de sus competidores terminó de sacarlo de la pelea. En un momento del torneo llegó a ser el sexto delantero en la orden de méritos tras Luis Rodríguez, Juan Manuel Cobelli, Federico Almerares, Juan Pablo Pereyra y Alberto Argañaraz. Sin embargo, con esfuerzo, volvió a trepar a la consideración del técnico y aquí lo ven: desde el arranque frente al puntero del torneo.

Poco -casi nada- de ese esfuerzo aparece en su casa donde convive con su madre, Patricia Puebla, y su hermana Andrea que tienen al 9 como el rey de la familia. "Soy el hombre de la casa", se excusa "Jopo" que con 24 años se confiesa poco hábil para las tareas domésticas. "Más es lo que me atienden que lo que yo hago". La ropa lavada, planchada y la comida lista. El hombre que se destapó con un golazo en el Monumental contra Rosario Central y está bien mimado por ellas, las mujeres de la casa.

Maidana se despojó de esas y otras atenciones cuando debió partir a Salta, casi obligatoriamente en el invierno de 2011. Días antes de comenzar la pretemporada, Jorge Solari le comunicó que no lo tendría en cuenta y por primera vez se alejó de su familia para ir a jugar en Juventud Antoniana. "No era la manera en la que esperaba irme de Atlético pero bueno. Lo que más extrañé fueron mis afectos", cuenta el hombre que se las arregló para vivir solo por primera vez. En un principio, un hotel céntrico fue su solución así que no tuvo que aprender a la fuerza. Seguramente, las comidas fueron las que comía en el mismo hotel o en restaurantes, más que las que cocinó. En la cancha, buscó continuidad y la encontró así que considera la experiencia por demás positiva.

A la práctica, en el Falcon
De vuelta por aquí, en su casa la vida continuó siendo la misma junto a su familia y su novia, Lorena. Para esta temporada, Atlético lo esperaba con más oportunidades y el nuevo técnico iba a tener más consideración. Cada entrenamiento es un momento más para mostrarse y llamar la atención de todos pero en la cancha, afuera es uno más. El nueve heredó un Ford Falcon de uno de sus abuelo, Durbal Maidana, (padre de su padre, José) con el que va a las prácticas. El otro "tata" es Ramón Puebla.

En estos momentos, el auto está en reparación por lo que el 107 es su aliado. Si el ensayo es en el estadio, el colectivo lo deja ahí nomás, y en caso de que sea en el Complejo, va hasta el centro y de allí lo llevan dos de sus compinches: Líder Mármol y César More.

Acostumbrados a ver naves espaciales en el estacionamiento "decano", "Jopo" no se achica con el suyo. "El Falcon no tiene nada que envidiarles", dice con naturalidad, algo muy característico en él. Su forma de hablar es la de cualquier tucumano promedio. Enzo no admite ninguna otra actividad en su vida más que jugar el fútbol. Así de simple.

Si le preguntan por sus hobbies, aparecen su familia y sus amigos. "¿Cómo te explico...? Me gusta estar con ellos", dice. Entonces sus intereses están claros: el fútbol, sus amigos y su familia. Así hoy, con el número nueve en la espalda y toda la parentela en las tribunas, el escenario es el ideal. La cabeza de Maidana está bien despejada como para nublar el arco de Olimpo de goles y más goles. Aunque bastará uno para alegrarse y alegrarlos.

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