Enamorar a ladrillazos

El Gobierno nacional decidió jugar todas sus fichas a la obra pública para captar el voto en los comicios de octubre; los suficientes para la re-re. La estrategia arrastra a Alperovich, que debe aplaudir promesas que despiertan burlas, mientras atiende su propio juego de continuidad.

Previsible, hipócrita y a cara descubierta, vergonzosamente pragmática y, por lo tanto, cruel e insensible. No, no se trata de una persona, él o ella, sino de la acción política, especialmente en el primer mes de este año electoral, clave para las ambiciones personales de muchos. Las conductas están influenciadas por los comicios parlamentarios, encaradas como si les fuera la vida en la votación que se viene. En ese afán hay más desesperación que sorpresas, y si las hay, desagradan. La imaginación se agotó, o bien se acude a recetas del siglo pasado para tratar de aferrarse el poder por siempre. 2013 es la llave de esa puerta a la eternidad; así se asumió en todos los rincones del país, especialmente a nivel nacional, donde el cristinismo parece haber entrado en una etapa de agitación nerviosa. En el "vamos por todo" arrastra con sus olas a propios y extraños; Alperovich lo padece, aunque en ese marasmo él también mueve sus fichas para intentar continuar en la Casa de Gobierno hasta 2019; o más.

¿Y el votante, qué? Para la dirigencia se ha convertido en una entelequia, un número, un elemento manejable e ingenuamente previsible. La fórmula para seducirlo es: "enamorar por el ladrillo". Es decir, la gente -observada sin rango de ciudadano pensante-, verá la obra pública e irá saltando, contenta, a poner en las urnas el sufragio por el que se desparramarán toneladas de cemento. Por lo menos, con eso cuentan los gobernantes, así lo admiten desembozadamente y sin ponerse colorados. De Vido, ante intendentes, confió que lo electoral va atado a la obra pública. Ni falta hace explicar. Se anuncian miles de viviendas y soluciones habitacionales. Es la gran apuesta del kirchnerismo, que los recursos en obras pesen más en la balanza que las malas sensaciones sobre la inflación, las paritarias acotadas, el pesado impuesto a las ganancias y la inseguridad.

No se puede negar que arriesga, y mucho, con un solo fin: Cristina for ever; con una receta que a Alperovich le rindió buenos frutos en los primeros años. Ya añejó; pero a eso apostó en el Gobierno nacional. Sugiere que es más fácil, por lo menos en la mente de las autoridades, conseguir adhesiones con la obra pública antes que con medidas que combatan el delito, el narcotráfico, la proliferación de la droga en la juventud y la inseguridad, o que garanticen jueces independientes, trenes que funcionen sin poner en riesgo a los usuarios, o menos barras brava con poder. Conclusión, penosa: eso no reditúa electoralmente, o bien hay incapacidad para encarar planes que vislumbren una comunidad mejor organizada.

Irradia, presiona e incomoda

Esta política chapada a la antigua, tomada a la ligera, no deja fuera de su radio de acción al oficialismo tucumano. Alperovich, aunque reniegue y festeje incómodo los repetidos anuncios de re-reapertura de los talleres ferroviarios de Tafí Viejo y de re-reapertura de las calles Mendoza y Córdoba, debe bajar la cabeza frente a la estrategia del kirchnerismo de hacer lo que esté a su alcance para alcanzar otra re-re, la de Cristina. Es que, por más que finalmente estas enésimas promesas se conviertan en realidad, desnudan oportunismo político; así lo entienden los vecinos de ambas zonas, que sonríen y esbozan un otra vez sopa. El mandatario tucumano no puede quejarse, ensaya aplausos y justifica las decisiones en que las iniciativas darán trabajo. No puede ni patalear, por más que luego de que pasen los comicios de 2013 no se haya hecho absolutamente nada. Y si al kirchnerismo no le va bien en octubre, la Mendoza y la Córdoba esperarán nuevas promesas electorales.

El nivel de imposición sobre el Ejecutivo es muy fuerte de parte de los "K" que, a toda costa, no sólo quieren un buen resultado -un 40% que les pueda garantizar gobernabilidad en los últimos dos años a la Presidenta-, sino cifras que alimenten los sueños de tener las suficientes bancas para avanzar sobre una reforma que habilite el camino a la "Cristina eterna". En 25 de Mayo y San Martín deslizan que sólo un acuerdo con el radicalismo puede tener éxito la tentativa reformista. Sin embargo, un nuevo Pacto de Olivos parece tan lejano como la última galaxia.

El kirchnerismo viene demostrando que no se detendrá ante el objetivo central. Mostró las uñas en Bariloche y esta semana dispuso que los intendentes municipales puedan acordar directamente con la Nación, sin la intermediación de los gobernadores, la remisión de fondos para obras. Obvio que la medida va dirigida contra Daniel Scioli, a quien intentan medrar a como de lugar; pero es una señal muy fuerte de que el Gobierno está decido a todo en este año electoral. Otra de la política fácil, archiconocida: al bonaerense lo atacan todos los K: Boudou, Randazzo, Mariotto, Aníbal; esperando respuesta o alguna reacción del ex motonauta. Este, obvio, sólo le contesta a Cristina, cuando lo menciona. Básico, jamás se debate con los de abajo, siempre se pelea con los de arriba. "Buen tiempista", dice un viejo zorro peronista.

No le pidieron dar testimonio

Otra más que están ensayando desde el oficialismo nacional, a nivel de sondeo, y especialmente a través de "La Cámpora", es el uso de las candidaturas testimoniales. Jorge Capitanich hizo punta, como buen soldado, o bien para tener fueros como senador una vez que culmine su gestión como gobernador en Chaco. A Scioli le tendieron el anzuelo pero, a través de voceros, hizo saber que rechaza un mecanismo que sólo le sirvió al kirchnerismo. El bonaerense desea abrirse camino hacia la Presidencia. El único escollo es la Cristina eterna. A Alperovich no se lo esbozaron como posibilidad; él espera. "Hay que ver", suele repetir entre sus íntimos. Es que las victorias electorales del alperovichismo permiten suponer que la cosecha para los "K" será buena, otra vez, en Tucumán, sin necesidad de dar ese testimonio.

Lo único que le debe preocupar a Alperovich es que el afán del neocristinismo por conseguir los votos a como dé lugar lo obliguen a aceptar propuestas -como la de los talleres y la ruptura del cinturón de acero- que a él le resten sufragios. Eso conspira contra los planes del tucumano, que también mira en el horizonte una eventual reforma para seguir al frente del Ejecutivo. Y aunque diga que "para eso falta", lo debe hacer reflexionar el miedo del Gobierno nacional a que se les cierren las compuertas para 2015. Debe ir meditando sobre si tiene márgenes para dejarse arrastrar por la locura K o bien si ya puede ir marcando seguido el teléfono de Scioli, o de otro.

Pragmático, Alperovich -casi seguro- intentará sacarle el mayor jugo posible a las necesidades del Gobierno nacional: léase la mayor cantidad de recursos para Tucumán. De hecho, los que manejan los números han observado que la Nación incrementó los dineros para obras en este año. Ya lo dijo crudamente De Vido: la suerte electoral está atada a las obras.

Miedos de acá y de allá

¿Tiene más que temer Alperovich respecto de los comicios? Sí, que en el afán de la "re-re", el kirchnerismo quiera asegurarse un espacio de poder en el Congreso que sostenga la gestión de Cristina -con o sin los sufragios suficientes para la reforma constitucional-: eso es que quiera imponer a "camporistas" en la integración de las listas de diputados nacionales. El tucumano sólo puede esperar que le "sugieran" cómo debe armarse la lista, con escuderos fieles a ella, y no a él. ¿Estará en condiciones de decir que no? En este punto es donde la confianza se convierte en un punto de delicado de equilibrio. Alperovich deberá jugarse. Claro que eso dependerá mucho de la percepción de la realidad política de ese momento, o mejor dicho de lo que le diga el "olfato" político sobre si hay que mantenerse en el barco o empezar a mirar la borda. En este punto, los nombres de los que integren la nómina de diputados dirá muchas cosas: por ejemplo, quién se sometió a quién, quién está más débil y cómo se acomodan para 2015.

Por de pronto, el mandatario tucumano tomó un par de decisiones vinculadas a la tranquilidad que necesita para gestionar y mostrar cierto orden político e institucional: mandó a silenciar a los protagonistas de la polémica por los impopulares gastos sociales legislativos, recuperó gente de su confianza para el área social del Gobierno y produjo cambios en el área de seguridad.

De los gastos sociales queda una reflexión:

sólo Bill Gates puede hacer política del propio bolsillo, no los legisladores

. Palabras más, palabras menos, los parlamentarios siguen justificando que tienen que hacer política con la plata del Estado. No conciben otra forma de atender las necesidades territoriales, una costumbre arraigada y difícil de extinguir. Con Beatriz Mirkin de vuelta al gabinete, el gobernador desnuda que le queda poco recambio y que su círculo de confianza es cada vez más reducido. Lo cual es un gran inconveniente si piensa más allá de 2015, ya que los peronistas tucumanos observan y, al decir de otro viejo militante del PJ, "el alperovichismo tiene alquilado, pero no comprado, al peronismo".

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