Todo es por plata: recrudecen las peleas por el poder

BUENOS AIRES.- El pecado central de Daniel Scioli es no haber pedido permiso y más cuando hay plata de por medio. Esa es la impronta que tiene la verticalidad kirchnerista, un modelo sustentado en el manejo de la caja que, en su médula, cree que todo es comprable. Cuando alguien se le retoba, el látigo llega bajo diversas formas, con el pase a la categoría de enemigo. Siguiendo ese manual, que Néstor Kirchner ya le aplicaba desde sus tiempos en Santa Cruz, los obedientes funcionarios nacionales se tiraron a la yugular del gobernador bonaerense, al reprocharle que fue por el camino equivocado.

Cuando se dice en público que hubo "cobardía política" en sus planteos sobre Coparticipación porque le erró a la Cámara de inicio con una nota del Jefe de Gabinete provincial al titular de Diputados, para embretar de paso al alineado y también bonaerense Julián Domínguez, no es una simple crítica a las formas, sino que se le endilga a Scioli que no consultó antes el tema con la Casa Rosada. "Fue por dónde no debía", le resumió a DyN un intendente que por estos días es ultra kirchnerista.

Nunca el gobernador podía haber hecho eso, señalan a su vez en La Plata, porque le hubieran dicho que no y citan como prueba la reglamentación de la mecánica para pasarle fondos de modo directo a los intendentes, una mojada de oreja que les cayó muy mal. "El Gobierno te engaña y no entrega nada. Avanza como una topadora, no pregunta y después se ofende y te ataca", añaden cerca de Scioli.

Unos y otros, ya dan a entender que entre él y la Presidenta hay un bache imposible de zanjar. Las dos partes saben que el manejo de fondos será vital para el armado de listas de cara a octubre y, por eso, decidieron exponer sus diferencias de manera tan solapada, pero a la vez tan abierta. Si Alberto Pérez, jefe de ministros del gobernador, dijo que se sintió "azorado" por la respuesta del vicepresidente Amado Boudou es porque Scioli reaccionó igual. Pese a que a Mauricio Macri y a José Manuel de la Sota y a Antonio Bonfatti, ganan imagen cada vez que el kirchnerismo los ataca, a los políticos les gusta vestir habitualmente ropaje de víctimas. Pero, además del tironeo por ver quién maneja los fondos, hay otro punto no menor que atender en el planteo del kirchnerismo que hace al sistema de gobierno y que no puede dejarse de lado: hoy nada pasa en el país federal, si no pasa por el centralismo presidencial. Como siempre, pero hoy más, Dios atiende en Buenos Aires.

Este viraje de paradigma político es lo que cualquier cambio constitucional intentará plasmar en la letra de una nueva Carta Magna. La reelección eterna es apenas un detalle no menor, pero si no sale "no pasa nada", dicen en el kirchnerismo furioso. Aún, la Presidenta juega al misterio y como no hay, por ahora, quien pueda suplantarla con cierta garantía de continuidad, todos son deseos. Todos estos detalles los reveló la misma fuente K que estuvo en la reunión playera del viernes, epicentro de las diatribas contra Scioli, con pedido de extrema reserva. Y para empezar a garantizar elecciones que sumen adeptos a los cambios constitucionales y no para limar únicamente al bonaerense, aseguró, es que se decidió blanquear el "pida directo" para alinear intendentes que pasan de largo a los gobernadores y, de paso, elimina adversarios. Al respecto, las mismas fuentes sciolistas señalan que el gobernador pidió rediscutir la distribución de fondos federales y la asignación al Conurbano Bonaerense como una reacción de "rebeldía al puenteo", pero también porque entendió que la cooptación de jefes comunales es una estratagema que busca sacarlo del armado de las listas.

Desde el otro lado, se rechaza a rajatabla la jugada del gobernador ("es un demagogo") y se dice que lo que éste quiere es la plata para engordar el Tesoro provincial y "hacer política" y que los fondos que van a las intendencias hay que computarlos como si fueran aportes directos del gobierno nacional a Buenos Aires.

La reverencia al poder central es igual entre los gobernadores que no se animaron a reaccionar masivamente ante el "puenteo" (sólo lo hicieron Scioli, José Manuel de la Sota y Daniel Peralta) como si el sistema de gobierno fuese unitario, algo que parece no molestarle al vicegobernador Gabriel Mariotto quien considera que "pertenece a la Nación y no a una provincia".

En la misma línea de sumisión, hay ministros que no disimulan que no saben qué hacer hasta no recibir una orden directa y lo mismo vale para uno (Arturo Puricelli) que parece un improvisado ("yo de barcos no sé mucho") y al que se le hunde un buque de guerra en un puerto, como para otro (Florencio Randazzo) quien, con cierta dignidad, aunque a destiempo, puso la cara para hablar de la tragedia del Once. Sin embargo, los grandes desaguisados de la semana se dieron en materia económica, con hechos que le están dando la razón al mercado sobre una suerte de timón múltiple (Moreno, De Vido, Kicillof, Lorenzino) o, peor, sobre la inexistencia de timón, pero no sólo en el manejo de los desmadrados números de la economía, sino en la asignación del rumbo. El regreso presidencial le agregó otros bemoles al asunto, ya que aún no queda muy claro si, aunque Cristina Fernández le eche la culpa al "vendaval internacional", ella ha comprendido la génesis del problema que acogota a su Gobierno y está intentando algún cambio de rumbo o si son nuevos parches para que nada cambie. Entre esas situaciones de sesgo muy dubitativo que han quedado expuestas en materia económica y que le volvieron a dar aire al dólar "blue" hacia el final de la semana hay que marcar las que siguen:

a) Tablita cambiaria: el secretario de Comercio, Guillermo Moreno dijo que "no es descabellado" pensar que el dólar oficial cierre el año en torno de los $ 6. Esa sola mención repercutió en una menor oferta de billetes en el mercado "blue". ¿Quién querría vender un dólar si su sola tenencia asegura una revalorización de algo más de 20%, mientras cualquier depósito a plazo fijo en pesos permite conseguir 15% al año? Con el aditamento que nadie quiere correr el riesgo de no saber a cuánto podrá conseguir los dólares dentro de un año, si la AFIP y el propio Moreno lo permiten, por otra parte.

b) Paritarias: la inapropiada mención de Moreno sobre la devaluación esperada naturalmente quiso alinear el porcentaje con lo que el Gobierno estima que debe ser el aumento que se homologue en las negociaciones salariales con los gremios. Pero ocurre que ninguna de las cinco centrales sindicales, ni siquiera las dos K, quieren saber nada con esa cifra porque se la reprocharían los trabajadores y, en general, quieren hablar antes de recuperar salario de bolsillo con cambios en Ganancias.

c) Crecimiento: en esa línea, el Indec reconoció una caída de la industria después de 10 años de auge y allí puede explicarse el temor presidencial por los empleos. Ya dirá alguna otra vez que "el mundo se nos vino encima".

d) Inflación I: desde el dirigismo de un sector del Estado, el Gobierno "convenció" a las empresas de telefonía celular para que no aumenten los precios, explicó que la luz cuesta igual todo el año, pero que hay que pedirle a las empresas que promedien el consumo para evitar picos estacionales e impidió desde el BCRA un aumento de las comisiones bancarias.

e) Inflación II: pese a estos avances sobre las empresas y a que Moreno es un arduo defensor de los controles de precios impuestos desde el Estado, la propia Presidenta le pidió a "usuarios y consumidores" que le hagan "el vacío" a las empresas que los aumentan. El sólo hecho de hablar de consumidores junto a usuarios es un giro y cierto reconocimiento al mercado.

Más allá de todo esto, propio del desconcierto, será la realidad, antes que los malos asesores que hoy aconsejan a la Presidenta, la que se impondrá. Para ser éste un modelo de perpetuación basado en la plata, algo deberá hacer el Gobierno al respecto porque si no se le derretirá por sus bases y todas las peleas políticas que se quieran encarar de aquí en más ya no podrán llevarse a cabo.

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