Por José Nazaro
01 Febrero 2013
A pesar de las veces innumerables que la haya nombrado como propia, parece que la ciudad no es suya, vecino; tampoco de quien vive junto a su casa, ni del conjunto de ciudadanos que la camina, la padece, la disfruta, la agrede y la cuida a diario. Hay ciertos hechos que generan la impresión de que le pertenece a individuos que deciden su destino por encima de leyes, códigos, instituciones y opiniones. Y cuyas órdenes son tan irrevocables que poseen la capacidad de lograr la aprobación relámpago de una ordenanza un día después de Navidad o que un pedazo verde del patrimonio se vuelva pavimento.
A pesar de que en la Municipalidad aseguran que la obra está parada momentáneamente, es evidente que cada vez falta menos para que los autos empiecen a circular por lo que hasta antes de Navidad era parque Avellaneda. Además de la muerte de 11 árboles y cinco arbustos, la apertura de la primera cuadra de la Lucas Córdoba puede interpretarse como un ninguneo a la ley. El asfalto está a punto de atravesar un bien protegido por la ley 7.535 de Patrimonio. En su artículo 8, la norma establece que está prohibido destruir, deteriorar, demoler, ampliar, reconstruir o transformar todo o una parte del bien declarado. ¿Convertirlo en calle acaso no implica alguna o varias de estas acciones?
Si la ley se respetase, la obra debería haberse suspendido hace rato. No para reubicar los cables de baja y media tensión que están debajo de las veredas de San Martín y de Mate de Luna, como le informó por medio de una nota escueta la Municipalidad al Ente Cultural de Tucumán el viernes 18. Sino para esperar la opinión de la Comisión de Patrimonio, que debe estudiar y autorizar cualquier modificación que se le pretenda realizar a un bien protegido. Sin embargo, parece que eso no ocurrirá por ahora. La representante de la Unsta pidió una reunión extraordinaria hace 15 días, pero le respondieron que hasta febrero no iba a haber quórum. Ese encuentro se llevaría a cabo recién el martes ¿No será demasiado tarde para analizar algo que a esta altura ya parece estar prácticamente consumado?
El 27 de diciembre, las máquinas empezaron a tirar los árboles. Ese día, el intendente Domingo Amaya destacó que la apertura de la calle iba a mejorar la conexión hacia la zona del ex Abasto, donde ahora funciona un hotel cinco estrellas. No hay dudas, es un sector de la ciudad que se transformó y eso está muy bien. Pero es llamativa la predisposición que existe para promover sólo determinados emprendimientos, cuya calidad nadie discute. Lástima que no a todos se los trate de la misma manera: si bien la forma en que trabajaban era (muy) cuestionable, verduleros y boliches son parte del pasado.
Un día antes de aquellas palabras de Amaya, a los concejales oficialistas les había tomado 20 minutos aprobar una ordenanza para eximir a la firma Impresora Internacional de Valores (Ivisa), concesionaria del Casino, de cumplir con el Código de Planeamiento Urbano.
Gracias a esta autorización, la empresa tendrá la posibilidad de construir un centro de convenciones en un sector en el que no está permitido y ocupar más del 40% de la superficie del suelo. Todo esto en un inmueble protegido por la Ley de Patrimonio: el ex hotel Savoy (donde hoy funciona el Casino).
Sin espacios para la participación ciudadana, a los vecinos de la ciudad sólo les queda la opción de usarla como un bien prestado. Porque parece que a su destino lo deciden otros, sin importar lo que digan las leyes y las instituciones ni la opinión de quienes los votaron (o no).