Por Alejandro Klappenbach
12 Febrero 2013
AVANCE. Tras ganarle a Nadal, "Cebolla" subió al puesto 43 del ranking.
Es uno de esos días que obligan a sacudir la memoria. Es uno de esos hechos que impactan de manera tal que alargan su vida útil como noticia deportiva. La victoria de Horacio Zeballos sobre Rafael Nadal no se diluye en 24 horas. La importancia del logro, por cierto mundial, lo mantiene inalterable en su vigencia, aunque no en su forma. El domingo, fue crónica y descripción. Hoy es algo más que eso.
"Es un zurdo que saca y volea bien. Tiene condiciones para llegar y sostenerse como un jugador competitivo a nivel de ATP". ¿Se acordará Martín Jaite de sus palabras sobre Horacio allá por 2004? En aquel tiempo, Martín lejos estaba de ser el capitán de Copa Davis que lo incluía en el equipo.
Su tiempo transcurría como organizador de torneos y, en ese rol, había decidido que una de las invitaciones especiales para un Future disputado en Buenos Aires, fuera para el 755 del ranking, un flaco alto, despreocupado y sonriente que todavía escapaba a su Mar del Plata en cada minuto libre de tenis.
"Si le dan un wild-card es porque juega bien", es el pensamiento ineludible cada vez que se mira el cuadro de los torneos en los que los jóvenes profesionales hacen sus primeras armas. Eso pensé cuando pregunté por él. Y la primera vez que lo vi jugar, todo encajó de forma exacta, de acuerdo al rápido diagnóstico que había entregado Jaite y con el que otro nombre importante, Christian Miniussi, coincidía plenamente. "El tema es que confíe en las condiciones que tiene". Tal vez Horacio recuerde esa semana como la primera en la que confió verdaderamente en él.
La temporada 2004 fue la de su primera transformación. Su ranking pasó del 1.212 el 12 de enero, al 672 el 20 de diciembre. La sonrisa, siempre amplia, parecía más amplia aún.
Desde entonces, el calendario acompañó un progreso que no llamaba la atención y que lógicamente, esperaba reconocimiento a la sombra de lo que conquistaba una Legión poco menos que todopoderosa. Gaudio era campeón en Roland Garros 2004, Nalbandián en el Masters 2005, y el equipo de Davis disputaba, en Moscú, la final de 2006. Justamente en ese 2006 llega otro logro significativo para Zeballos.
Mes de mayo, Ciudad de Santa Fe, Damián Patriarca rival en la final del Future Argentina 5. El 6-0 con que resolvió el tercer set lo mostró haciendo todo dentro de la cancha. No exagero. Fue un festival de tenis que el público disfrutó in situ y también por televisión. "Me pone un poco nervioso saber que me televisan", recuerdo que dijo mientras se ponía colorado y la sonrisa, siempre amplia, no dejaba espacio para ningún otro gesto. A su lado, su papá Horacio, ex jugador y génesis de su amor por el deporte, también sonreía. Al título en Santa Fe le siguieron otro en Mendoza, dos en Francia y una final más en España. La señal era clara: ese escalón de nivel parecía quedarle chico.
Pero el ascenso se detuvo. Tras terminar el 2006 entre los 270 del ranking, fue 262 al cierre de 2007 y tocó el 385 en mayo de 2008. Entonces rebotó. Su sociedad con Alejandro Lombardo, coach y amigo, dio inmediatos frutos. Cerró la temporada como top 200 por primera vez en su carrera y, en 2009 alcanzó la primera final de ATP, en Saint Petersburgo, y el que por ahora, puesto 41, sigue siendo el mejor ranking de su vida.
El tenis lo llevaba a lugares siempre soñados, como los Grand Slam y los Masters 1000. Al inicio de 2010, incluso, le regaló el debut en la Davis. Punto del sábado, con Nalbandián de compañero para ganar en Suecia y avanzar a cuartos de final. El contexto era casi perfecto. Sin embargo, la sonrisa ya no era tan amplia. Su gesto sonaba desconocido para la gente de toda la vida. Dudas en la cabeza, tensión en brazos y piernas, y la soltura, sello indeleble de su juego, brillaba por su ausencia. Las presiones le habían ganado la pulseada y le costaron mucho, y 2010 lo padeció. Sufría. Pasaron 18 meses con apenas 5 semanas entre los 100 mejores. La crisis de confianza terminó también con la confianza que tenía en su entrenador. Horacio, su padre, tomó la batuta, como lo había hecho hasta los 18 años. Tras unos meses de transición, y a las órdenes de Sebastián Prieto, se vuelve a transformar. Crece, sube en el ranking hasta el puesto 43. Y Otra vez, la Davis lo tiene como protagonista. La sonrisa amplia vuelve a reflejarse en su rostro. A Nadal no se le gana demasiadas veces. Es más, probablemente Horacio nunca más le vuelva a ganar. Como dijo él mismo en su facebook, el Dios del tenis le perdonó todos los pecados y le permitió ganar el primer título ATP de su carrera.
No es tiempo de enumerar las razones del triunfo. Hoy ya no importan los saques ganadores, los winners, las voleas ni las devoluciones agresivas. Aunque cueste aceptarlo, ese tiempo pasó.
Horacio Zeballos está más maduro, más formado como jugador y como persona; vale preguntarse: ¿llegó verdaderamente a su techo?
"Es un zurdo que saca y volea bien. Tiene condiciones para llegar y sostenerse como un jugador competitivo a nivel de ATP". ¿Se acordará Martín Jaite de sus palabras sobre Horacio allá por 2004? En aquel tiempo, Martín lejos estaba de ser el capitán de Copa Davis que lo incluía en el equipo.
Su tiempo transcurría como organizador de torneos y, en ese rol, había decidido que una de las invitaciones especiales para un Future disputado en Buenos Aires, fuera para el 755 del ranking, un flaco alto, despreocupado y sonriente que todavía escapaba a su Mar del Plata en cada minuto libre de tenis.
"Si le dan un wild-card es porque juega bien", es el pensamiento ineludible cada vez que se mira el cuadro de los torneos en los que los jóvenes profesionales hacen sus primeras armas. Eso pensé cuando pregunté por él. Y la primera vez que lo vi jugar, todo encajó de forma exacta, de acuerdo al rápido diagnóstico que había entregado Jaite y con el que otro nombre importante, Christian Miniussi, coincidía plenamente. "El tema es que confíe en las condiciones que tiene". Tal vez Horacio recuerde esa semana como la primera en la que confió verdaderamente en él.
La temporada 2004 fue la de su primera transformación. Su ranking pasó del 1.212 el 12 de enero, al 672 el 20 de diciembre. La sonrisa, siempre amplia, parecía más amplia aún.
Desde entonces, el calendario acompañó un progreso que no llamaba la atención y que lógicamente, esperaba reconocimiento a la sombra de lo que conquistaba una Legión poco menos que todopoderosa. Gaudio era campeón en Roland Garros 2004, Nalbandián en el Masters 2005, y el equipo de Davis disputaba, en Moscú, la final de 2006. Justamente en ese 2006 llega otro logro significativo para Zeballos.
Mes de mayo, Ciudad de Santa Fe, Damián Patriarca rival en la final del Future Argentina 5. El 6-0 con que resolvió el tercer set lo mostró haciendo todo dentro de la cancha. No exagero. Fue un festival de tenis que el público disfrutó in situ y también por televisión. "Me pone un poco nervioso saber que me televisan", recuerdo que dijo mientras se ponía colorado y la sonrisa, siempre amplia, no dejaba espacio para ningún otro gesto. A su lado, su papá Horacio, ex jugador y génesis de su amor por el deporte, también sonreía. Al título en Santa Fe le siguieron otro en Mendoza, dos en Francia y una final más en España. La señal era clara: ese escalón de nivel parecía quedarle chico.
Pero el ascenso se detuvo. Tras terminar el 2006 entre los 270 del ranking, fue 262 al cierre de 2007 y tocó el 385 en mayo de 2008. Entonces rebotó. Su sociedad con Alejandro Lombardo, coach y amigo, dio inmediatos frutos. Cerró la temporada como top 200 por primera vez en su carrera y, en 2009 alcanzó la primera final de ATP, en Saint Petersburgo, y el que por ahora, puesto 41, sigue siendo el mejor ranking de su vida.
El tenis lo llevaba a lugares siempre soñados, como los Grand Slam y los Masters 1000. Al inicio de 2010, incluso, le regaló el debut en la Davis. Punto del sábado, con Nalbandián de compañero para ganar en Suecia y avanzar a cuartos de final. El contexto era casi perfecto. Sin embargo, la sonrisa ya no era tan amplia. Su gesto sonaba desconocido para la gente de toda la vida. Dudas en la cabeza, tensión en brazos y piernas, y la soltura, sello indeleble de su juego, brillaba por su ausencia. Las presiones le habían ganado la pulseada y le costaron mucho, y 2010 lo padeció. Sufría. Pasaron 18 meses con apenas 5 semanas entre los 100 mejores. La crisis de confianza terminó también con la confianza que tenía en su entrenador. Horacio, su padre, tomó la batuta, como lo había hecho hasta los 18 años. Tras unos meses de transición, y a las órdenes de Sebastián Prieto, se vuelve a transformar. Crece, sube en el ranking hasta el puesto 43. Y Otra vez, la Davis lo tiene como protagonista. La sonrisa amplia vuelve a reflejarse en su rostro. A Nadal no se le gana demasiadas veces. Es más, probablemente Horacio nunca más le vuelva a ganar. Como dijo él mismo en su facebook, el Dios del tenis le perdonó todos los pecados y le permitió ganar el primer título ATP de su carrera.
No es tiempo de enumerar las razones del triunfo. Hoy ya no importan los saques ganadores, los winners, las voleas ni las devoluciones agresivas. Aunque cueste aceptarlo, ese tiempo pasó.
Horacio Zeballos está más maduro, más formado como jugador y como persona; vale preguntarse: ¿llegó verdaderamente a su techo?