Juan Pablo II había cambiado la forma de elección

El sucesor de Benedicto XVI será definido en un cónclave secreto del que participarán 118 cardenales, que no podrán pactar candidatos. Las apuestas ubican a los favoritos

HACIA LA CAPILLA SIXTINA. Los cardenales marchan para elegir a Papa en 2005. HACIA LA CAPILLA SIXTINA. Los cardenales marchan para elegir a Papa en 2005.
13 Febrero 2013
ROMA.- Cuando el Papa muere o renuncia, la Iglesia católica queda acéfala. Es el llamado régimen de sede vacante, período en el que toma el timón el colegio cardenalicio, pero sus poderes se limitan a tramitar los asuntos pendientes y organizar el cónclave encargado de elegir al sucesor, ya que otras funciones le están vedadas expresamente. Su cabeza operativa es el cardenal camarlengo, que actualmente es Tarcisio Bertone.

En su carta apostólica Universis Dominici Gregis (1996), el fallecido Juan Pablo II actualizó las disposiciones vaticanas que regulan el interregno y el procedimiento de elección del pontífice, para fijar hasta los menores detalles.

Inmediatamente después de la muerte o la renuncia, se precinta el despacho del Papa y se sellan sus aposentos privados. Los cardenales prefectos y el secretario de Estado (Bertone) renuncian a sus cargos. Para elegir al nuevo ocupante del trono de San Pedro deberán congregarse en el Vaticano los 118 cardenales del mundo menores de 80 años. El cónclave es la asamblea de los electores herméticamente cerrada (en latín, con clave significa con llave), y tiene lugar en la Capilla Sixtina.

Los pactos electorales están prohibidos y los purpurados, que se alojan en la Casa Santa Martha (una nueva mansión de huéspedes vaticana modernamente acondicionada en el interior del Vaticano) tienen que jurar secreto absoluto sobre las deliberaciones. La elección no podrá tener lugar por aclamación, por disposición expresa de Juan Pablo II.

Para preservar al máximo el sigilo de las deliberaciones, el recinto es rastreado por especialistas para detectar posibles micrófonos ocultos. Mientras dure la reunión, los asistentes tienen prohibido leer periódicos, ver la televisión, escribir o recibir cartas, y hablar por teléfono.

En principio, cualquier sacerdote puede ser elegido Papa, pero desde hace siglos los cardenales eligen siempre a uno de los suyos. El cónclave deberá convocarse no antes de 15 días y no después de 20 días desde que el cargo queda vacante. No hay candidatos oficiales previos, pero ya se mencionan a posibles sucesores de Benedicto XVI.

Además, las agencias William Hill (inglesa) y Paddy Power (irlandesa) comenzaron a recibir apuestas, en las que el cardenal ghanés Peter Kodwo Appiah Turkson, de 64 años, aparece como el favorito, seguido por el canadiense Marc Ouellet, de 68 años, el nigeriano Francis Arinze (80), y el italiano Ángelo Scola (71). Sus perfiles se describen en notas aparte. Los británicos creen que el sucesor será italiano o africano.

Humo negro o blanco

En la votación, cada cardenal escribe a su elegido en una papeleta, a ser posible desfigurando la letra. Así, en el curso de las sucesivas votaciones, van configurándose las mayorías. Después de cada dos votación, los votos se queman. Si nadie reúne dos tercios de los apoyos, el papel se mezcla con pez, una sustancia que al arder despide un intenso humo negro, lo que significa que aún no hay Papa.

Si pasados tres días aún no hay una definición, las votaciones se interrumpen por un día como máximo, para que los cardenales puedan orar y mantener "diálogos sin compromiso" entre ellos. Después de 28 votaciones, ya no se exige la mayoría calificada, sino que bastará con la mayoría absoluta (mitad más del total de electores).

Inmediatamente después de ser elegido, el nuevo pontífice escoge el nombre oficial que va a usar durante su reinado y de la chimenea sale humo blanco, signo de que ya hay otro Obispo de Roma. A continuación, el nuevo Papa es presentado a la población desde el balcón del Vaticano con la consagrada fórmula latina Habemus Papam (tenemos Papa). (DPA-Télam)

Comentarios