11 Marzo 2013
Los secretos de los últimos días de Hugo Chávez
A pesar de su agonía, el extinto presidente venezolano trató de mantener hasta el último día de su vida el control de las políticas del país. Tres días antes de morir encabezó una reunión de gabinete en el hospital. Dos días más tarde cayó en un coma del que no pudo despertar. Aferrado a un milagro.
EL ÚLTIMO SALUDO. Chávez se despide de sus seguidores antes de viajar a Cuba, el 10 de diciembre del año pasado. REUTERS (ARCHIVO)
CARACAS.- Hugo Chávez subió con paso firme las escalerillas del avión presidencial. Al llegar a lo alto, giró, levantó el puño y gritó "¡Viva la patria!" antes de desaparecer en el interior de la aeronave. Los venezolanos nunca más volvieron a escucharlo.
Esa madrugada del 10 de diciembre, repartió besos y abrazos a los colaboradores y amigos que fueron a despedirlo en la antesala de su viaje a Cuba para jugar una última apuesta por ganarle la partida al cáncer.
"Claro que volveré", le aseguró decidido al canciller Elías Jaua, con los brazos sobre sus hombros y esbozando media sonrisa, relató días después el funcionario. Y regresó tras 70 días de un inconcebible silencio que se prolongaría hasta su muerte el 5 de marzo a las 16.25 en el hospital Militar de Caracas. Los detalles de su agonía siguen siendo un misterio.
El hombre que comandó Venezuela por casi 15 años entró en coma el día anterior y murió por una falla respiratoria después de que el cáncer hiciera metástasis en los pulmones. Las dos últimas semanas de vida fueron extenuantes.
Aquejado por fuertes dolores que lo obligaban a permanecer sedado durante horas, Chávez tenía que respirar a través de una cánula traqueal. Los funcionarios que lo visitaron en La Habana y Caracas "utilizaban iPads y otros recursos para hacerle presentaciones de los proyectos", dijo una de las fuentes. El presidente hizo todo lo posible para seguir, pese a las enormes limitaciones, al frente de las decisiones de Gobierno.
Cuando le pidieron nombrar un nuevo canciller para ocupar el cargo que dejó vacante su vicepresidente y heredero político, Nicolás Maduro, le mostraron los nombres de los candidatos y él señaló el de Jaua y firmó el documento.
El equipo cubano que lo atendió en el postoperatorio desarrolló un antibiótico personalizado con el que logró estabilizar la infección respiratoria y mejorar su condición. Entonces Chávez pidió volver a su país. El retorno se produjo en la madrugada del 18 de febrero. No hubo imágenes ni fotos.
Hasta el final
Días antes, las autoridades habían difundido las últimas fotos públicas del mandatario para contrarrestar los rumores que hablaban de un Chávez terminal. Se lo veía hinchado pero sonriente, tendido en la cama con una campera deportiva, acompañado de sus dos hijas mayores mirando el diario cubano Granma.
Sus colaboradores se esforzaban por asegurar que el jefe bolivariano seguía dirigiendo el país. Tres días antes de morir, Chávez tuvo una última reunión con parte de su gabinete. Pasó revista a los temas más importantes, le consultaron varias decisiones y pidió información sobre la marcha del país.
Cuando salieron del encuentro, los ministros fueron conscientes de que su condición era muy delicada, pero quedaron convencidos de que todavía podría recuperarse. En las horas siguientes su condición empeoró, hasta que el lunes cayó en un coma del que no pudo despertar. El martes, rodeado de familiares y su círculo más íntimo de colaboradores, sus constantes vitales se apagaron.
Un sombrío Maduro, enfundado en una camisa blanca, anunció la fatídica noticia y rindió homenaje a su líder. "Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos. Y a partir de este momento está prohibido llorarlos", entonó, recitando los versos del cantautor venezolano Alí Primera, el favorito del presidente.
Esperando el milagro
Por unas horas, Venezuela entró en estado de pánico. El propio Chávez había advertido lo complicado de la "urgente e impostergable" operación a la que se iba a someter y tomó sus previsiones, designando a Maduro como su sucesor y pidiendo el voto para él si definitivamente la enfermedad lo apartaba del mando.
A Chávez le diagnosticaron en junio de 2011 la enfermedad en un avanzado estadio de evolución, luego de someterse a una primera operación en Cuba por unos dolores que los médicos achacaban a una diverticulitis.
Poco después fue operado de nuevo para extirparle un tumor del tamaño de una pelota de béisbol de la pelvis en una operación muy compleja.
Entre julio y septiembre recibió quimioterapia entre Caracas y La Habana y en octubre se declaró completamente curado. Pero el cáncer reapareció y en febrero anunció que debía ser operado de nuevo. Tras la tercera operación, recibió radioterapia hasta pocos días antes de lanzarse a su última campaña electoral, asegurando a los venezolanos que el cáncer había desaparecido y que estaba listo para gobernar hasta 2019.
Durante tres meses hizo una campaña atípica, con discursos cortos y poco hilvanados que desafiaban su proverbial locuacidad y actos de campaña cuidadosamente preparados, casi siempre montado en un camión o subido a una tarima. Algunos ni los pudo terminar vencido por el intenso dolor, incluyendo el acto final de su cierre de campaña bajo un feroz aguacero en la capital.
Sus detractores creen que el empeño en acudir a las urnas pese a los embates del tratamiento revela a un hombre obsesionado por mantener el poder y que irresponsablemente evitó hasta el último minuto iniciar una transición ordenada.
Para sus aliados fue una muestra de coraje y defensa de la revolución hasta sus últimas consecuencias, incluso entregando su propia vida.
"Uno siempre ha vivido de milagro en milagro", dijo el 8 de diciembre en una de sus últimas alocuciones, recordando su agitada biografía que daba cuenta de su habilidad y grandes dosis de buena suerte para salir airoso de situaciones límite.
"Yo sigo aferrado a ese milagro", aseguró Chávez en un discurso que ya sonaba a despedida. (Reuters)
Esa madrugada del 10 de diciembre, repartió besos y abrazos a los colaboradores y amigos que fueron a despedirlo en la antesala de su viaje a Cuba para jugar una última apuesta por ganarle la partida al cáncer.
"Claro que volveré", le aseguró decidido al canciller Elías Jaua, con los brazos sobre sus hombros y esbozando media sonrisa, relató días después el funcionario. Y regresó tras 70 días de un inconcebible silencio que se prolongaría hasta su muerte el 5 de marzo a las 16.25 en el hospital Militar de Caracas. Los detalles de su agonía siguen siendo un misterio.
El hombre que comandó Venezuela por casi 15 años entró en coma el día anterior y murió por una falla respiratoria después de que el cáncer hiciera metástasis en los pulmones. Las dos últimas semanas de vida fueron extenuantes.
Aquejado por fuertes dolores que lo obligaban a permanecer sedado durante horas, Chávez tenía que respirar a través de una cánula traqueal. Los funcionarios que lo visitaron en La Habana y Caracas "utilizaban iPads y otros recursos para hacerle presentaciones de los proyectos", dijo una de las fuentes. El presidente hizo todo lo posible para seguir, pese a las enormes limitaciones, al frente de las decisiones de Gobierno.
Cuando le pidieron nombrar un nuevo canciller para ocupar el cargo que dejó vacante su vicepresidente y heredero político, Nicolás Maduro, le mostraron los nombres de los candidatos y él señaló el de Jaua y firmó el documento.
El equipo cubano que lo atendió en el postoperatorio desarrolló un antibiótico personalizado con el que logró estabilizar la infección respiratoria y mejorar su condición. Entonces Chávez pidió volver a su país. El retorno se produjo en la madrugada del 18 de febrero. No hubo imágenes ni fotos.
Hasta el final
Días antes, las autoridades habían difundido las últimas fotos públicas del mandatario para contrarrestar los rumores que hablaban de un Chávez terminal. Se lo veía hinchado pero sonriente, tendido en la cama con una campera deportiva, acompañado de sus dos hijas mayores mirando el diario cubano Granma.
Sus colaboradores se esforzaban por asegurar que el jefe bolivariano seguía dirigiendo el país. Tres días antes de morir, Chávez tuvo una última reunión con parte de su gabinete. Pasó revista a los temas más importantes, le consultaron varias decisiones y pidió información sobre la marcha del país.
Cuando salieron del encuentro, los ministros fueron conscientes de que su condición era muy delicada, pero quedaron convencidos de que todavía podría recuperarse. En las horas siguientes su condición empeoró, hasta que el lunes cayó en un coma del que no pudo despertar. El martes, rodeado de familiares y su círculo más íntimo de colaboradores, sus constantes vitales se apagaron.
Un sombrío Maduro, enfundado en una camisa blanca, anunció la fatídica noticia y rindió homenaje a su líder. "Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos. Y a partir de este momento está prohibido llorarlos", entonó, recitando los versos del cantautor venezolano Alí Primera, el favorito del presidente.
Esperando el milagro
Por unas horas, Venezuela entró en estado de pánico. El propio Chávez había advertido lo complicado de la "urgente e impostergable" operación a la que se iba a someter y tomó sus previsiones, designando a Maduro como su sucesor y pidiendo el voto para él si definitivamente la enfermedad lo apartaba del mando.
A Chávez le diagnosticaron en junio de 2011 la enfermedad en un avanzado estadio de evolución, luego de someterse a una primera operación en Cuba por unos dolores que los médicos achacaban a una diverticulitis.
Poco después fue operado de nuevo para extirparle un tumor del tamaño de una pelota de béisbol de la pelvis en una operación muy compleja.
Entre julio y septiembre recibió quimioterapia entre Caracas y La Habana y en octubre se declaró completamente curado. Pero el cáncer reapareció y en febrero anunció que debía ser operado de nuevo. Tras la tercera operación, recibió radioterapia hasta pocos días antes de lanzarse a su última campaña electoral, asegurando a los venezolanos que el cáncer había desaparecido y que estaba listo para gobernar hasta 2019.
Durante tres meses hizo una campaña atípica, con discursos cortos y poco hilvanados que desafiaban su proverbial locuacidad y actos de campaña cuidadosamente preparados, casi siempre montado en un camión o subido a una tarima. Algunos ni los pudo terminar vencido por el intenso dolor, incluyendo el acto final de su cierre de campaña bajo un feroz aguacero en la capital.
Sus detractores creen que el empeño en acudir a las urnas pese a los embates del tratamiento revela a un hombre obsesionado por mantener el poder y que irresponsablemente evitó hasta el último minuto iniciar una transición ordenada.
Para sus aliados fue una muestra de coraje y defensa de la revolución hasta sus últimas consecuencias, incluso entregando su propia vida.
"Uno siempre ha vivido de milagro en milagro", dijo el 8 de diciembre en una de sus últimas alocuciones, recordando su agitada biografía que daba cuenta de su habilidad y grandes dosis de buena suerte para salir airoso de situaciones límite.
"Yo sigo aferrado a ese milagro", aseguró Chávez en un discurso que ya sonaba a despedida. (Reuters)