Dos décadas brindando amor a los quemados

17 Marzo 2013
Con tan sólo cinco años, León Feler ya trabajaba desde bien temprano -cuando todavía no había salido el sol- en el campo. No importara que hiciera frío o calor, que lloviera o tronase. A comienzos de la década del 40 decidió cambiar de aire. La invitación de una prima que vivía en Tucumán lo tentó y se vino a probar suerte en la urbe más próspera del norte argentino.

León y su hermano, David, recibieron el apoyo de su padre, quien les regaló 950 fardos de alfalfa y les alquiló un galpón en lo que hoy es la esquina de avenida Mitre y Santiago del Estero. El negocio no funcionó, pero León sabía lo que era perseverancia. Trabajó en diferentes rubros: vendió joyas, mercadería, ropa. Aunque fue el negocio inmobiliario el que le dio la tranquilidad económica que buscaba.

El 11 de marzo de 1944 se casó con Estela Farber, con quien se casaría y tendría tres hijos: Oscar, Graciela y Raúl. Su creencia religiosa y su particular forma de ver la vida lo impulsaron a tomar un rumbo especial a comienzos de la década del 80. Un día y sin dar muchas explicaciones al respecto, visitó la Sala de Quemados del Hospital Centro de Salud. Se encontró con una imagen que, en vez de perturbarlo, lo animó a seguir.

Durante meses y todos los miércoles, "El Ruso" -así le decían- visitaba el hospital, llevaba revistas y hablaba con los pacientes. Les sonreía, intentaba darles ánimo. Pasó casi dos décadas con esa práctica rutinaria. Un miércoles, un joven quemado lo ignoró y, tras la insistencia de Don León, le respondió: "¡no ves que no quiero darte pelota". Sus hijos pensaron que no regresaría. "El otro miércoles lo convenzo", les dijo su padre. El 21 de marzo de 2003, sus hijos le festejaron su cumpleaños 90. ¿El regalo? La Fundación León.

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