Por David Correa
18 Marzo 2013
¿Cuánto tiempo pasamos en las redes sociales? Mucho, muchísimo. Un estudio reciente determinó que el rey es el smartphone. Su pantalla nos permite estar conectados a las redes durante casi todo el día, a cualquier hora y en cualquier lugar.
De acuerdo con un estudio realizado por la firma Cisco Systems, nueve de cada 10 encuestados, de 18 a 30 años, se visten, cepillan sus dientes y chequean sus teléfonos como parte de la rutina matutina para prepararse antes de ir a la universidad, al colegio o al trabajo, sea cual sea.
Nada está a salvo de ellos. A cada segundo, un smartphone es chequeado en un baño, en la cama, en el colectivo, dentro de los autos -incluso, mientras se maneja-. Hasta hay quienes hacen sus rutinas de actividad física prendidos a él.
Se naturalizó la imagen de quienes caminan, en medio de la multitud, con la mirada clavada en la pantalla, haciendo malabarismos para esquivar veredas rotas, cruzar las esquinas y evitar el choque con quien viene de frente.
Convendría, de vez en cuando, olvidar sobre la mesa de luz esta casi extensión del cuerpo. Así, nos enteraríamos de que hay una realidad, la de cada uno y a su medida, que trasciende ese aparatito. También sería una oportunidad para poder mirar a los otros a los ojos, para reconocer que más allá de la tecnología hay vida sin Internet y reclama por nuestro protagonismo.
De acuerdo con un estudio realizado por la firma Cisco Systems, nueve de cada 10 encuestados, de 18 a 30 años, se visten, cepillan sus dientes y chequean sus teléfonos como parte de la rutina matutina para prepararse antes de ir a la universidad, al colegio o al trabajo, sea cual sea.
Nada está a salvo de ellos. A cada segundo, un smartphone es chequeado en un baño, en la cama, en el colectivo, dentro de los autos -incluso, mientras se maneja-. Hasta hay quienes hacen sus rutinas de actividad física prendidos a él.
Se naturalizó la imagen de quienes caminan, en medio de la multitud, con la mirada clavada en la pantalla, haciendo malabarismos para esquivar veredas rotas, cruzar las esquinas y evitar el choque con quien viene de frente.
Convendría, de vez en cuando, olvidar sobre la mesa de luz esta casi extensión del cuerpo. Así, nos enteraríamos de que hay una realidad, la de cada uno y a su medida, que trasciende ese aparatito. También sería una oportunidad para poder mirar a los otros a los ojos, para reconocer que más allá de la tecnología hay vida sin Internet y reclama por nuestro protagonismo.
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