La entrevista de Clorindo Testa con LA GACETA Literaria

En junio de 2012, LA GACETA difundió una extensa nota con el arquitecto y pintor. A continuación, reproducimos la publicación completa.

IMPONENTE. El edificio de la  La Biblioteca Nacional, mitad enterrado, mitad elevado. LA GACETA / ARCHIVO IMPONENTE. El edificio de la La Biblioteca Nacional, mitad enterrado, mitad elevado. LA GACETA / ARCHIVO
11 Abril 2013
- ¿Cuándo se sintió arquitecto?
- Cuando gané el concurso para el edificio de la Cámara de la Construcción, que fue mi primera obra de importancia. Habían pasado cuatro o cinco años desde el momento de recibirme. Más o menos por la misma época realicé mi primera exposición de pintura. Me había invitado Franz Van Riel, a quien había conocido en Europa. Yo desde chico era aficionado al dibujo. Con el tiempo fui obteniendo las cosas que quería y pasé al óleo. Durante muy poco tiempo probé con el naturalismo. Pasé al informalismo, estilo que nunca abandoné. (Apoyados contra las paredes hay muchos cuadros. Me llama la atención el hecho de que muchos de ellos no presentan demasiado colorido). Sí, no tienen mucho color. De hecho, ésta es sólo blanco y negro. Hay una larga serie de ese tipo.

- ¿Se arrepiente de haber aceptado alguna obra de arquitectura?
- Mal puedo arrepentirme de algunas de mis obras ya que casi todas ellas las gané por concurso. Me gusta presentarme a ellos. Se gana y se pierde, pero en todo su desarrollo me divierto mucho. Esto es muy importante: divertirse con lo que uno hace. Si, ya sé que no es demasiado común, pero a mí me ha tocado esa suerte.

- ¿Qué opina de las construcciones cada días más altas?
- Para nada estoy en desacuerdo. Todos los estilos responden al tiempo en el que se vive y yo no tengo el menor inconveniente en adaptarme a mi época. Me gustan las torres que parecen inacabables en su altura.

- Pero parece que no le ha tentado entrar en esa competencia.
- No he entrado en esa competición porque nunca me han pedido algo de ese tipo, pero le aseguro que si hubiera un concurso para hacer una construcción de varios cientos de pisos, yo intervendría.

- Usted alguna vez dijo que un edificio debe ser evaluado diez años después de inaugurarse. ¿Sigue creyéndolo?
- Sigo encontrándolo atinado. No sólo porque en 10 años pueden cambiar ciertas concepciones sino también porque ese lapso da la oportunidad de ver cómo puede envejecer la obra encarada, es decir, si se han tomado todos los recursos para que su vejez sea digna.

- ¿Choca con sus comitentes o su prestigio lo libera de esos choques?
- No, raramente choco. Pero más que por mi presunto prestigio, como usted dice, eso se debe a que la gente que acude a mí sabe cuál es mi forma de trabajar, mi estilo, cuáles son las cosas para las que estoy más capacitado. Además, soy de la idea de que cada uno, en la medida de sus posibilidades, debe vivir como realmente quiere, y ¿quién soy yo para doblegar una voluntad que tiene que ver con el estilo de vida al que aspira?

- ¿Entonces el arquitecto no tiene que tener un estilo?
- Por supuesto que debe tenerlo, pero adaptándolo a lo que se le pide. Es decir, obtener lo que el comitente quiere utilizando sus propias convicciones artísticas y profesionales. Si un señor me pide un baño de un metro y medio por un metro y medio, le señalaré los inconvenientes que esa extravagancia puede traerle y, luego, lo que resulte de la consiguiente negociación, trataré de proyectarlo de la forma más eficiente posible. Si una señora quiere ese baño con medidas de cinco por cinco metros porque le gusta ensayar ballet en ese ámbito, trataré de obtener algo razonable y el resultado lo volcaré en un proyecto en el que todo sea armonioso. Dentro de las soluciones que me son más afines, trataré de que esta señora pueda bailar en ese lugar.

- ¿Proyectó muchas casas?
- No muchas, 10 o 12. Una de ellas fue en Pinamar, para uso nuestro durante los veranos. Supongo que debimos de habernos sentido cómodos con el resultado porque la mantuvimos durante 10 años, más o menos.

- ¿Le costó desprenderse de ella?
- No, yo creo que todas las cosas cumplen un ciclo y, en lo posible, es conveniente respetar su duración.

- ¿Que opinión le merecen, particularmente, los proyectos que son arquitectura y escultura moderna?
- Me gustan mucho. Y si se refiere al Guggenheim de Bilbao, le digo que la obra de Gehry me parece excelente, con un gran sentido artístico.

- Háblenos del entorno. Hay gente que opina que al edificio del Banco de Boston (actual Banco Hipotecario) le falta cielo abierto, más verde.
- El entorno es un componente importante de la arquitectura. Si el banco tuviera mucho cielo y verde, grandes espacios libres, el proyecto habría sido encarado en forma totalmente distinta. El entorno del (ex) Banco de Londres son edificios y gente casi podríamos decir enajenada por sus actividades. No habría sido lógico rodearlo de un paisaje bucólico o idílico. Lo proyecté de esa manera porque su dureza coincide espiritualmente con la dureza de lo que espiritualmente alberga un banco.

- El Centro Cultural Recoleta tiene un colorido muy especial. ¿Es influencia suya?
- No, Benedit y Bedel intervinieron mucho y con ellos hubo una buena confluencia en lo cromático. Además, en aquella época ya se recurría al color.

- ¿Se sintió algo intimidado ante el templo budista que debía proyectar? Digo, por el factor religioso.
- No, de ninguna manera, todo fluyó normalmente. Fueron muy gentiles en todo momento. No hubo sobreactuación en cuanto a sus responsabilidades. Eso no quiere decir que desconocieran la importancia espiritual de lo que estaban haciendo.

- De usted se dijo que estaba 20 años adelantado a su época. ¿Está de acuerdo? ¿La Tumbona sería un ejemplo?
- Lo tomo como gentileza. En cuanto a La Tumbona, la gente cree que esa casa fue hecha para el núcleo familiar pero no es así. Ésa, la de Ostende, fue por un pedido.

- Concibe una actitud de diseñar y no construir? Me refiero a Amancio Williams. ¿Lo considera un teórico?
- Es un teórico, pero eso no quita que haya podido realizar viviendas. De hecho las ha realizado. Yo lo considero un gran arquitecto.

- ¿Le gusta Gaudí?
- Me gusta. Fue un artista muy personal, y esos recursos personales eran tan marcados que nadie continuó con su obra. Fíjese que no tuvo seguidores ni imitadores.

- ¿Barcelona sería distinta si a Gaudi no lo hubiera atropellado ese tranvía?
- Tendría más puntos demostradores de una gran personalidad, como lo tiene ahora, pero no crea que Gaudí construyó tanto. Muchos creen que Barcelona es una especie de catálogo Gaudí. No son tantas las obras encaradas por él, pero sí lo suficientemente imaginativas como para destacarse y convertirse en íconos.

- ¿Le gusta la arquitectura del siglo XVIII o XIX?
- Sí, para su época tiene cosas muy logradas.

- ¿Y si ahora, en 2012, se construyera un edificio con ese estilo? Me refiero a las columnas, a las mansardas.
- Me parece un disparate. Eso se debe a que la gente no tiene criterio, es gente que cree que el máximo de cada una de las cosas tiene domicilio en París. Y no es así, de una vez por todas tienen que darse cuenta de ello. Y es gente a veces culta, sobre todo informada, pero creo que deberían tomar conciencia de que los edificios, ahora, no están hechos para gente que usa pelucas empolvadas. Y en pintura pasa lo mismo. - ¿Es conservacionista?- Considero que hay cosas que merecen preservarse, otras que no. No me parece razonable tomar 100 manzanas y decidir que no deben cambiar por ningún concepto. Una de las cosas más atractivas de una ciudad es el cambio, algo que Buenos Aires tiene de sobra. Es por eso que podemos ver medianeras que iluminan la ciudad.

- ¿Actuando como pantallas reflectoras?
- Claro. Al haber diferencias de altura por las demoliciones y las nuevas construcciones, se producen diferencias de altura. Aquí en este lugar donde nosotros estamos, no entra un mínimo rayo de sol. Sin embargo tenemos luz de sobra a cualquier hora del día.

- ¿Y París, con su línea de edificación tan estricta?
- París es una ciudad triste, y eso se lo debe a que no tiene medianeras al sol que iluminen su clima gris. Y aclaro que no estoy negando la belleza de su arquitectura.

© LA GACETA Asher Benatar - Novelista, dramaturgo y fotógrafo.

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