Devolverles credibilidad a las estadísticas

28 Abril 2013
Hacia fines del siglo XIX, cuando en la Argentina se produjeron cambios demográficos y económicos que con el tiempo modificarían el perfil al país, nació el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). En aquel momento, el objetivo de la creación del organismo fue doble: se trataba de ampliar los conocimientos que se tenían sobre el desarrollo poblacional y las consecuencias de los movimientos migratorios y, además, obtener información sobre las condiciones de producción económica. Con los datos en mano, esos conocimientos eran útiles para el diagnóstico y diseño de políticas gubernamentales. Ese fue, por otra parte, el origen de las estadísticas a lo largo de toda la historia universal: ofrecer herramientas para ayudar a la toma de decisiones. A lo largo del siglo XX, nadie puso en duda la credibilidad de los datos que ofrecía el Indec, por el cual pasaron distintos directores de incuestionable eficacia académica. Hace unos años, en 2007, el gobierno nacional decidió cambiar el sistema de medición del Indice de Precios al Consumidor (IPC), así como la conducción del organismo. Desde entonces, los resultados de las mediciones oficiales de pobreza e inflación suelen diferir de las que hoy realizan sólo algunas direcciones de estadísticas provinciales que no han perdido su tradicional perspectiva científica. Ese desencuentro no es un problema menor, si se recuerda, como se ha señalado antes, que los datos estadísticos le sirven no sólo al gobierno o a la burocracia estatal, sino a toda la sociedad, a los individuos, a los potenciales inversores, para tomar decisiones a futuro. En la semana que acaba de culminar, otra herramienta del Indec, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) arrojó cifras sobre pobreza y de indigencia que abren un paréntesis sobre la credibilidad de esos datos. Según la EPH, en Tucumán la indigencia está prácticamente erradicada. De acuerdo a la EPH, en el Gran Tucumán-Tafí Viejo (el principal aglomerado urbano de la provincia, habitado por 828.000 personas) sólo el 0,3% no puede reunir los ingresos mensuales para abandonar el escalón más bajo de la pirámide social. Son los resultados del segundo semestre de 2012 difundidos por el Indec.

Según esa medición, Tucumán también ha sido uno de los distritos donde más bajo el nivel de pobreza: tres puntos porcentuales respecto del segundo semestre de 2011, mientras que la indigencia registró un descenso interanual del 0,6%. El gobierno provincial nada dijo de esos datos. En cambio, en la capital de la provincia de La Rioja, donde la misma medición arrojó que allí no hay ni un indigente, hasta el intendente salió a refutar la información estadística. "Imposible que no haya indigencia en La Rioja, que tiene uno de los salarios estatales más bajos del país", señaló el intendente Ricardo Quintela, cuando se lo consultó desde diversos medios nacionales, para ratificar o rectificar la información. En una dirección parecida puede leerse la situación que protagonizó el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, cuando quiso escapar ante la pregunta de una periodista griega sobre el índice de inflación en la Argentina. Y no podemos menos que recordar que en febrero el Fondo Monetario Internacional (FMI) cuestionó las estadísticas provistas por el Indec y alertó sobre el impacto negativo de la inflación y los controles cambiarios en la Argentina. Por ello, lo que desde una perspectiva pueden aparecer como anécdotas coloridas (el caso Lorenzino ya tiene hasta una cumbia propia) debe ser tomado con la máxima seriedad, si se atiende a lo ya dicho; que las estadísticas son herramientas insustituibles a la hora de definir políticas públicas y futuras líneas de acción, tanto para el Estado como para los particulares.

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