Supongamos que un empleado prevé ganar $ 17.000 al año. Durante los tres primeros meses, el dinero le alcanza para cubrir los gastos del período. Y, encima, le sobran cerca de $ 500. Todo va bien, pero al quinto mes del año, decide extender el margen de la tarjeta en $ 300 para afrontar cualquier tipo de contingencia financiera. Es mejor estar cubierto que lamentar en el futuro. A su vez, un amigo le facilitó la herramienta para endeudarse, presumiendo que es solvente y que no necesita instrumento alguno para cubrir sus compromisos financieros. Encima su gran acreedor le perdonó este año el pago de $ 800. Entonces, sólo tiene que preocuparse por saber gastar, porque su endeudamiento es cuatro veces inferior al total de dinero que cobrará a lo largo de un año.

Ahora, hagamos el siguiente ejercicio: todas aquellas cifras conviértalas a millones. Eso es la gestión del gobernador José Alperovich. Si el ahorro es la mejor manera de consolidar la solvencia fiscal, ¿por qué apelar a la emisión (ahora o en el futuro) de Letras de Tesorería (Letes)? La previsión -argumento que usó el propio gobernador al tratar de negar la circulación de Letes- es más sana cuando se ajustan gastos superfluos. Es cierto, el Estado provincial debe afrontar este año un gasto adicional de $ 1.400 millones por efecto de las subas salariales, que benefició a más de 80.000 empleados públicos. No es menos cierto, sin embargo, que parte de ese mayor costo se previó en el mismo Presupuesto 2013, sancionado por la Legislatura a fines del año pasado, la misma Cámara que le autoriza a endeudarse más.

¿El Estado es previsor? Sí, pero con efectos limitados. Más bien, estamos frente a una gestión esotérica. Durante los años de vacas gordas (el ciclo económico virtuoso que arrancó en 2004 y que se extendió hasta 2011) el Gobierno acumuló millones. Pero jamás reveló qué hizo con los excedentes. Siempre se escudó en el mayor gasto salarial y en la redistribución del ingreso, traducido en obras. En 2012, el ciclo cambió. El Estado tuvo que ajustarse y aparecieron las ampliaciones del margen de la tarjeta de crédito. Antes fue el eventual uso de $ 170 millones de la Caja Popular (no se hizo); hoy las Letras de Tesorería. En los hechos, al Estado no le faltó plata.

¿Cuáles son las contingencias que se aducen? Dicen que Alperovich está inquieto por el desenvolvimiento de la economía mundial. Pero ese mismo mundo le sonríe a la soja (del que se alimentan los gobiernos provinciales y municipales). No se nos cae encima, como argumentan desde el poder. El problema es más cercano: el precio del azúcar no es tan dulce como en otras temporadas. El Gobierno pide que no se venda hasta fines de junio, pero los industriales no se ponen de acuerdo. Cualquier inconveniente en la actividad conduce a la plaza Independencia. De allí la necesidad de evitar que se profundice la crisis, en un sector que toma empleados de a miles.

En el medio de todo esto hay una fiesta, la electoral, que necesita de financiamiento para que todo salga bien, a pedido del oficialismo. El Gobierno ya está haciendo sondeos acerca de la popularidad del mandatario y de potenciales candidatos (propios y opositores). La elección de este año marca una bisagra. Puede ser la antesala reformista. Algunos dicen que 2014 puede ser un año de definiciones para el proyecto alperovichista. La continuidad en el poder del conductor de esa corriente es la apuesta de mínima. Y esa empresa cuesta mucho dinero. El tema es saber si es que la Casa Rosada seguirá asistiendo a la Provincia. Dependerá mucho del resultado electoral. Y allí radican las preocupaciones. Hay que poner toda la carne al asador en octubre. El después se escribirá con letras.

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