Iguales, pero diferentes

Los sondeos tienen en vilo a los políticos. Alperovich y Cano no comparten sólo su cuna radical, también cayeron en la misma trampa. Trimarco niega tener incidencia política, pero su voz puede cambiar la agenda de Cristina

El artículo 13 del Pacto de San José de Costa Rica comienza diciendo: "toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión". "Este derecho -continúa el precepto firmado por los países latinoamericanos para consolidar los derechos del hombre- comprende la libertad de buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección". En el tercer acápite de este pacto con rango constitucional insiste: "no se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones". En estos días periodistas de algunos medios han tenido la sensación de que sus programas o sus palabras no volverían a ser oídas. No es sano para nuestra democracia que esas incertidumbres cabalguen en la vida de nadie.

Tampoco se trata de caer en el reduccionismo de Clarín o yo. La vida de los argentinos debería trascender esas disyuntivas para engrandecer y ensanchar la ruta de nuestra jovencísima democracia que hace 48 horas vio morir a quien el 24 de marzo de 1976 le cortó el respirador.

La muerte de aquel dictador sacudió la memoria de todos y los recuerdos no fueron tranquilizadores. El manejo de un Estado estructurado para delinquir, matar, odiar y cercenar la libertad abrió heridas difíciles de cicatrizar. En aquella época el mundo tenía vergüenza de la Argentina que se miraba afuera y se sufría adentro. La muerte de un dictador como Jorge Rafael Videla debería servir para reflexionar y para patentizar lo que nunca más se quiere volver a vivir.

"En algo nos parecemos"
En nuestra república de Tucson los políticos están pendientes de las encuestas. La llegada de las elecciones hace que los sondeos, los sociólogos y cuanto encuestólogo anda suelto se convierta en portadores de la verdad revelada. Al senador radical, José Cano, le pusieron en sus manos una encuesta de Carlos Fara y Asociados que lo tienta a postularse como candidato a diputado nacional. Dicen que José Alperovich tiene una encuesta de hace unos días y que los guarismos que le dejó Hugo Haime son lo suficientemente tranquilizadores como para no arriesgar, pero lo suficientemente duros como para encender algunas luces de alerta. Los "ultrasijosesistas" se ufanan de que su jefe tiene un 80% de intención de voto en el interior. Curiosamente, no pasaría lo mismo en la Capital donde apenas superaría el 40%. Este porcentaje explicaría por qué Alperovich recurre a Domingo Amaya en la lista, pero también señala que el gobernador ha perdido unos 15 puntos aproximadamente en los últimos tiempos. Los "sijosesistas" le echan la culpa a Cristina por esa caída y los más peronistas advierten que ese tobogán fue realizado por el propio Alperovich. Los números no asustan a los oficialistas, pero son señales que preocupan cuando tienen que pensar si impulsarán la reforma constitucional después de los comicios de octubre.

Lo que las encuestas no dicen es que Alperovich y Cano no sólo se identifican con sus orígenes radicales: 1) El gobernador no tiene candidatos (nunca trabajó para ello) y recurre a su figura para unir a todos los oficialistas y encabezar la lista de diputados. El senador quiere ser distinto, pero si no aparece su nombre en la lista, la oposición no podrá unirse y por lo tanto se reducen las aspiraciones. 2) Alperovich no tiene problemas en ser un diputrucho; Cano no se anima a serlo. 3) El mandatario provincial está mostrando su gran debilidad con el armado de la lista porque no tiene cuadros políticos y confiables; el representante de la Cámara Alta delata su incapacidad para conducir al no encontrar figuras que le permitan construir una oposición unida con candidatos que convenzan a todos.

Alperovich y Cano han caído en la misma trampa. El primero quiere ser diputado trucho (testimonial, le dicen) para salvar su gestión y su imagen positiva y Cano no quiere ser diputado trucho para preservar su gestión y su imagen positiva. Si Alperovich no fuera candidato a diputado trucho haría un aporte a que oficialismo parezca más respetuoso y menos prepotente y si Cano fuera candidato a diputado trucho haría un aporte a que se valore más a la oposición en cuanto a que tendría más votos y, por lo tanto, se la lleve menos por delante. Ni a uno ni al otro le importan estos argumentos. Ambos quieren llegar a 2015 de la mejor manera y sin raspones.

Carapintada
El que llega a los comicios un poco colorado por los golpes recibidos es Domingo Amaya. El intendente no termina de sacarse de encima el sambenito de la Municipalidad paralela que no es otra cosa que la posibilidad de hacer trámites ilegalmente o por coimas. El intendente se ha preocupado por hacer él mismo las denuncias de supuestas irregularidades. Sin embargo, mientras trata de mantener orden entre los inspectores municipales carga con la designación del titular de la Dipsa, el capitán retirado Miguel Ángel Molins, quien había sido denunciado ante el mismísimo Néstor Kirchner por haber sido beneficiado por el decreto 1004 del 7 de octubre de 1989, mediante el cual el entonces presidente Carlos Menem indultó entre otros a los que se sublevaron contra la democracia en Monte Caseros. Amaya disimuló estos antecedentes, pero llegaron al Gobierno nacional de la mano del titular de uno de los sindicatos de Vendedores Ambulantes, Luis Lobo, quien después de una trifulca callejera no ceja en sus intentos por subrayar estos avatares de la vida de Molins. Amaya, en tiempos electorales y ante la necesidad de mimos desde la Nación, no puede soslayar estos embates.

Diálogo delator

-Pezoa (secretario de Hacienda de la Nación)

dijo que más de una vez suena tu nombre como posible ministro de economía.

-¿De dónde sacas eso? ¿Vos estabas solo con él? -No, también estaba Garvich (Eduardo Samuel, funcionario del ministerio de Salud de la Nación. Este diálogo que dicen los sijosesistas existió entre el gobernador y el vicegobernador con licencia y actual ministro de Salud de la Nación trascendió en la Casa de Gobierno. A Alperovich le asusta porque más de una vez (el fallecido Mauro Castagneri fue blanco de reprimendas cuando hizo trascender un mensaje parecido) recibió con entusiasmo esos dimes y diretes y después se encontró la dura realidad del desprecio kirchnerista. De todos modos describe con certeza lo que es una preocupación en el Gobierno. Por un lado necesitan que la Nación los caiga en cuenta y los mimen, más aún en épocas de crisis económica. Por el otro hay un reconocimiento de que buenas ondas no es lo que sobra en el Gobierno nacional; y por último desnuda una de las mayores habilidades políticas de Juan Manzur: adular y hacerlo sentir bien al gobernador, que al fin y al cabo es quien lo inventó como político.

Una figura nacional
En la Casa de Gobierno sienten que todo lo pueden manejar y que todo es controlable por el mandatario provincial, salvo las ocurrencias y las cuestiones que vienen de la Nación. Los principales sofocones fueron después de algún llamado de Néstor o de Abal Medina. El último fue por Susana Trimarco. La madre de "Marita" Verón siempre trata de demostrar que no tiene incidencia en la política y hasta se ofusca cuando se lo hacen saber, pero su voz y sus pensamientos retumban de tal manera que pueden cambiar la agenda de Cristina o reformar el gabinete de Alperovich. Esta semana Trimarco se transformó en intérprete del relato kirchnerista y se trenzó con Jorge Lanata. Aunque ella intente evitarlo, Trimarco es una figura política nacional. Precisamente, en la encuesta que mostró el senador Cano Trimarco figuraba con un 6% de intención de voto para ser diputada, lo mismo que "El hombre que él inventó", parafraseando el escritor tucumano Osvaldo Fasolo.

Una vieja pancarta
En vísperas electorales (falta tan sólo un mes para que se presenten las listas para las primarias abiertas) las tensiones, la violencia, las jugadas, las trampas, las mentiras, las operaciones, los engaños y las denuncias se suben al escenario. En la Argentina de hoy las susceptibilidades no han hecho mutis por el foro y se han quedado en escena como nunca antes. Así el público se halla dividido y dispuesto a agresiones innecesarias y gratuitas. A veces llegan al exceso de no respetar derechos ni constituciones. En estos tiempos de memorias y de riesgos vale la pena recordar (como lo hicieron algunos tuiteros en estos días) aquellas pancartas que se enarbolaban en 1882 en la fundación de La Plata. Alguien por aquellos días ya enseñaba: "no basta con odiar la tiranía, es necesario amar la libertad".

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