Por Leo Noli
26 Mayo 2013
NO LA SUELTA MÁS. Arjen Robben le muestra la copa los seguidores de Bayern. El holandés cumplió un sueño. REUTERS
Alguien con pasaporte de entendido osó con tratar a Arjen Robben de blando en partidos calientes. Ese alguien deberá retractarse después de ver cómo el slalom del holandés quebraba los últimos esfuerzos de la zaga de Borussia Dortmund antes de romper el maleficio de Bayern Munich y el 1 a 1 con Borussia Dortmund en un partidazo en Wembley que tuvo dueño a los 88 minutos.
La orejona fue para el campeón alemán, pero quien lo hizo posible fue el hombre más parecido a Leo Messi en la actualidad: Robben, un tipo de carrera endemoniada, de perfil zurdo, agresivo y letal si su marca se pone licenciosa en espacios reducidos. Fue una noche perfecta la que se vivió en Wembley; fue una noche triste para Borussia, que no mereció irse así. Pero no pudo llevarse el premio mayor de Europa porque la diferencia la terminó haciendo precisamente una individualidad, justo cuando en la previa se pregonaba el fútbol en conjunto.
En un primer tiempo sellado en 0-0, los dos dejaron escapar las suyas. En realidad, los arqueros taparon todo: ni por arriba, ni por abajo. Tanto Neuer, del campeón de la Champions, como Weidenfeller, del perdedor, fueron figura. Rutilantes, de hecho. Pusieron algo más que el cuerpo para despejar el peligro. Y justo cuando se presumía que esto iba a definirse en el alargue, Robben se coló y asistió a Mandzukic para el 1-0; Gündogan empató rápido, de penal; y Robben, ya en los momentos de suspiros, volvió a meter la zurda para cruzar a Bayern con el éxito y a Borussia con la derrota.
La orejona fue para el campeón alemán, pero quien lo hizo posible fue el hombre más parecido a Leo Messi en la actualidad: Robben, un tipo de carrera endemoniada, de perfil zurdo, agresivo y letal si su marca se pone licenciosa en espacios reducidos. Fue una noche perfecta la que se vivió en Wembley; fue una noche triste para Borussia, que no mereció irse así. Pero no pudo llevarse el premio mayor de Europa porque la diferencia la terminó haciendo precisamente una individualidad, justo cuando en la previa se pregonaba el fútbol en conjunto.
En un primer tiempo sellado en 0-0, los dos dejaron escapar las suyas. En realidad, los arqueros taparon todo: ni por arriba, ni por abajo. Tanto Neuer, del campeón de la Champions, como Weidenfeller, del perdedor, fueron figura. Rutilantes, de hecho. Pusieron algo más que el cuerpo para despejar el peligro. Y justo cuando se presumía que esto iba a definirse en el alargue, Robben se coló y asistió a Mandzukic para el 1-0; Gündogan empató rápido, de penal; y Robben, ya en los momentos de suspiros, volvió a meter la zurda para cruzar a Bayern con el éxito y a Borussia con la derrota.
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