28 Junio 2013
No es la primera vez que provocan un caos durante varias horas en el centro. Pero en esta oportunidad, la protesta de los taxistas se desbordó. Se produjeron incidentes serios entre ellos y al mismo tiempo se generó un profundo malestar en la ciudadanía ajena a la queja. Según un dirigente de la Asociación de Trabajadores Involucrados en la Actividad Taximetrera (Atiat), fueron cerca de un millar los conductores participantes que exigían más controles contra el transporte ilegal, mayor seguridad y el blanqueo de los choferes que no están registrados.
Estos se constituyeron previamente en las inmediaciones del parque 9 de Julio, impidiendo el paso al centro en varios de sus accesos. Comenzaron a producirse embotellamientos y los bocinazos convirtieron las calles en un infierno. La protesta se dirigió a la plaza Independencia que permaneció rodeada durante cinco horas. Aquellos taxistas que no se sumaban a la protesta fueron víctimas de agresiones de parte de sus colegas y sus pasajeros eran obligados a descender, según las denuncias. Justamente, uno de ellos que circulaba por Laprida al 300, que es cabo de la policía, respondió los insultos y comenzaron a golpear su vehículo hasta romperle la luneta. Desenfundó entonces una pistola, pero fue reducido por la policía, mientras los atacantes le rompían otro vidrio a su auto.
El titular de Atiat cuestionó nuevamente el Sistema Único de Transporte Público de Pasajeros en Automóvil (Sutrappa). De acuerdo con cálculos extraoficiales serían alrededor de 5.000 los vehículos que circulan al margen de la ley. La protesta se descomprimió luego de que el intendente accediera a recibirlos y les prometiera que incrementaría los controles para combatir la ilegalidad.
El Sutrappa es un organismo que nació en 2006 con vicios de legalidad porque era incompatible con la Ley Nacional de Tránsito, que establece 10 años de antigüedad para el transporte de pasajeros. Desde entonces es blanco de denuncias de corrupción. En julio de 2010, por denuncias de presunta venta de licencias falsas otorgadas por la Municipalidad de San Miguel de Tucumán y la existencia de taxis "mellizos", se produjo la renuncia del titular de la repartición, quien afirmó que se veía impedido de desempeñar sus funciones a causa de la corrupción. Para calmar los ánimos, el Concejo Deliberante aprobó la constitución de un registro único de choferes para mejorar el existente y la informatización del sistema para evitar que las carpetas de licencias permanecieran sin tratamiento.
A casi un año del escándalo municipal, la exhaustiva investigación prometida por el intendente no ha dado a luz. Hasta abril pasado la Fiscalía III de Instrucción Penal no había llamado a declarar a ninguna persona.
Parece inexplicable que se siga manteniendo un sistema que ha dado sobradas muestras de ineficiencia para cumplir sus objetivos y que el servicio siga siendo inseguro y muchas de sus unidades circulen en estado deplorable.
Si 24 horas antes, se sabe que habrá una protesta de taxistas, la autoridad tiene tiempo para evitar no sólo los desbordes que pudieren producirse, sino resguardar la libre circulación y preservar la integridad física de los ciudadanos. Desde todo punto de vista es censurable la intolerancia y la agresividad de los taxistas. La violencia solo genera violencia y no conduce nunca a buen puerto.
Estos se constituyeron previamente en las inmediaciones del parque 9 de Julio, impidiendo el paso al centro en varios de sus accesos. Comenzaron a producirse embotellamientos y los bocinazos convirtieron las calles en un infierno. La protesta se dirigió a la plaza Independencia que permaneció rodeada durante cinco horas. Aquellos taxistas que no se sumaban a la protesta fueron víctimas de agresiones de parte de sus colegas y sus pasajeros eran obligados a descender, según las denuncias. Justamente, uno de ellos que circulaba por Laprida al 300, que es cabo de la policía, respondió los insultos y comenzaron a golpear su vehículo hasta romperle la luneta. Desenfundó entonces una pistola, pero fue reducido por la policía, mientras los atacantes le rompían otro vidrio a su auto.
El titular de Atiat cuestionó nuevamente el Sistema Único de Transporte Público de Pasajeros en Automóvil (Sutrappa). De acuerdo con cálculos extraoficiales serían alrededor de 5.000 los vehículos que circulan al margen de la ley. La protesta se descomprimió luego de que el intendente accediera a recibirlos y les prometiera que incrementaría los controles para combatir la ilegalidad.
El Sutrappa es un organismo que nació en 2006 con vicios de legalidad porque era incompatible con la Ley Nacional de Tránsito, que establece 10 años de antigüedad para el transporte de pasajeros. Desde entonces es blanco de denuncias de corrupción. En julio de 2010, por denuncias de presunta venta de licencias falsas otorgadas por la Municipalidad de San Miguel de Tucumán y la existencia de taxis "mellizos", se produjo la renuncia del titular de la repartición, quien afirmó que se veía impedido de desempeñar sus funciones a causa de la corrupción. Para calmar los ánimos, el Concejo Deliberante aprobó la constitución de un registro único de choferes para mejorar el existente y la informatización del sistema para evitar que las carpetas de licencias permanecieran sin tratamiento.
A casi un año del escándalo municipal, la exhaustiva investigación prometida por el intendente no ha dado a luz. Hasta abril pasado la Fiscalía III de Instrucción Penal no había llamado a declarar a ninguna persona.
Parece inexplicable que se siga manteniendo un sistema que ha dado sobradas muestras de ineficiencia para cumplir sus objetivos y que el servicio siga siendo inseguro y muchas de sus unidades circulen en estado deplorable.
Si 24 horas antes, se sabe que habrá una protesta de taxistas, la autoridad tiene tiempo para evitar no sólo los desbordes que pudieren producirse, sino resguardar la libre circulación y preservar la integridad física de los ciudadanos. Desde todo punto de vista es censurable la intolerancia y la agresividad de los taxistas. La violencia solo genera violencia y no conduce nunca a buen puerto.