Consuelo y Martirio son dos ancianas que conviven en un departamento al que llegan sonidos del edificio, que se está incendiando. Ese contexto y los diálogos de los dos personajes, entre delirantes y absurdos, llenos de violencia y sadismo, se puede advertir una metáfora del mundo actual, de su locura y decadencia.
La ironía amarga de la obra es llevada a límites escabrosos por los actores Pablo Latapié y Gonzalo Véliz, que demuestran un carisma muy apropiado para esta comedia delirante, también rotulada como tragicomedia. El atuendo femenino contrasta con los rasgos masculinos de sus caras, acentuando la sensación grotesca.
Si bien las expresiones de Consuelo y Martirio suenan excesivas, en su lógica está presente el verdadero caos que existe en el inconsciente colectivo, respecto de los presuntos peligros que acechan a nuestra sociedad. Por ejemplo, frases del estilo de: "Las computadoras son las responsables de la marihuana libre, de las malformaciones genéticas, del terrorismo musulmán"... "Todo el mundo se droga. Y la culpa la tienen los evangelistas".
Esta caricatura con trazo grueso de la psiquis de dos vecinas chismosas incluye arrebatos de pasiones reprimidas, juegos macabros y una escena algo subida de tono, que puede hacer ruborizar a cierto público.
“Lombrices” fue premiada por el concurso de “Teatro de Humor” organizado por el Instituto Nacional de Teatro. La dirige Juan Pablo Farall, con asistencia de Javier Virazate, vestuario de Paola Ucciardello, iluminación de César Domínguez y música original de Nacho Luna.
Pablo Albarello, el autor de la pieza, es también un premiado escritor de literatura infantil. "Lombrices" fue representada en Argentina, Bolivia, España y México.