Por Carlos F. De Angelis
SOCIÓLOGO Y ANALISTA POLÍTICO
Para quienes creen en la existencia de verdades absolutas, no puede haber distancia entre un hecho y su interpretación. Para ellos, si algo existe debe poder mostrarse en forma objetiva, sin distorsiones. Sin embargo, quienes por el contrario sostienen que sólo podemos acceder a las interpretaciones de los hechos plantean que en última instancia los hechos no existen en sí mismo, sino solamente se conocen las maneras en que son transmitidos. Pongamos como ejemplo una fotografía, suponemos que es una de las formas más fidedignas y fehacientes de retratar una persona o una situación, sin embargo, los fotógrafos profesionales podrán señalar seguramente que los rasgos capturados dependerán de la luz, del equipo utilizado, de los ángulos de las tomas, y ni qué hablar de la utilización de los retoques de programas informáticos. Es un dilema que el periodismo sufre a diario, tensado entre la necesidad de transmitir una noticia o explicarla.
Algo parecido probablemente pase con las próximas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias, más conocidas por las PASO, que se llevarán a cabo el 11 de agosto. Inmediatamente con el cierre de los comicios y luego con el devenir del conteo de votos, comenzarán a desarrollarse una serie de especulaciones políticas sobre qué pasó durante la jornada. Probablemente a las 22 horas y en horas sucesivas se sigan sumando mesas de aquí y de allá, para teñir toda la geografía nacional de datos con resultados a nivel municipal y provincial.
Pero cuando se obtengan los datos provisorios de la elección, quizás ese "hecho", esa "verdad cuantitativa" que diga tal candidato sacó tantos votos, en absolutos y en porcentajes quizás ya no interese, ya no importe, porque las interpretaciones, realizadas por los "profesionales": periodistas, encuestadores, analistas, y los propios políticos ya habrán ocupado buena parte del espectro radial, televisivo, redes sociales de la web, mensajes por twitter, etc., y nos habrán dicho quién ganó y quién es el perdedor moral, más allá de los propios números.
Adicionalmente las elecciones próximas tienen una particularidad que difumina la existencia de la "verdad": Va a ser muy difícil saber quién ganó. Si bien el Frente para la Victoria como partido de gobierno es el único que presenta una estructura partidaria homogénea en todo el país, lo difícil es visualizar contra quién compite. Para clarificar esta idea vale la pena hacer un breve repaso de las principales fuerzas de oposición.
En la provincia de Buenos Aires Sergio Massa se presenta como Frente Renovador; la UCR va dentro del Frente Progresista, Cívico y Social que lleva a demás el GEN, PS, Libres del Sur, Encuentro Popular y la CC-ARI. En Córdoba, la situación es más compleja. El oficialismo local del gobernador lleva los sellos del Partido Justicialista y Unión por Córdoba, el PRO aparece como Unión Pro en la lista que encabeza el ex árbitro Baldassi, también se presenta el Frente Progresista Cívico y Social, pero la UCR lleva una boleta propia con Oscar Aguad. También aparece una lista liderada por Domingo Cavallo con el Frente "Es posible", entre las dieciséis opciones que tendrán los cordobeses.
En la ciudad de Buenos Aires, se presenta el PRO con Gabriela Michetti a la cabeza buscando defender su bastión, pero la centro izquierda aparece con cuatro listas detrás de la expresión UNEN, llevando para diputados a Carrió (Solanas para senador) a Gil Lavedra y Lousteau. En Jujuy, el radicalismo va con el Partido Socialista en el Frente Jujeño, y lo que se podría llamar centro izquierda va en el Frente Fe y Esperanza. En Santa Fe, el socialismo gobernante va con Hermes Binner a la cabeza en el Frente Progresista, mientras que la lista del PRO y Miguel del Sel se llama Santa Fe Nos Une. En Mendoza la UCR encabeza las preferencias con Julio Cobos y reaparece Unión Pro con tres alternativas.
Tucumán en este entorno de proliferación de siglas no es una excepción, el Frente Acuerdo Cívico y Social presenta ni más ni menos que siete opciones. Pero es una de las pocas provincias que lleva una boleta del PRO, además de la Fuerza Republicana que vuelve a intentar que haya un Bussi en la cámara de diputados.
Este panorama se podría extender al resto de las provincias donde cada expresión política tiene distintas realidades, conformaciones políticas, liderazgos, y como se ha podido apreciar diferentes nombres de partidos y frentes, con lo que podemos volver a la pregunta ¿cómo se evaluará quién ganó la elección?
Se pueden plantear tres hipótesis.
La primera se nutre de la comparación del resultado del Frente para la Victoria contra sí mismo en sí mismo en 2009 y la segunda en la comparación con el 2011. Si se compara con la del 2009 será muy probablemente favorable, debe superar el 30%, una cifra que al día de hoy se ve factible. Lo mismo sucede si se compara los diputados que ponen en juego, probablemente incluso obtenga algunos más.
Si en cambio se compara con el 2011, la interpretación será de derrota, siendo imposible superar el 54% de la presidenta en una elección para diputados y senadores. En este sentido, no es casual la monopólica presencia de Cristina F. de Kirchner en los spots publicitarios del FPV, donde se nombran a los candidatos locales hacia el final (y a gran velocidad por cierto).
Finalmente una tercer variante de interpretación de la elección primaria, por cierto la más probable, será cómo salga la provincia de Buenos Aires, reduciendo toda la geografía nacional al resultado Massa contra Insaurralde, lo que muestra que al menos en política quienes creen en las interpretaciones triunfan frente a quienes creen en los hechos.