Por Ezequiel Fernández Moores
28 Julio 2013
"El barra brava -me dijo hace años un sociólogo estudioso del tema- debe ser el único delincuente que, subido todos los fines de semana al para avalancha, no siente ningún temor de volver siempre a la escena del crimen". Lo recordé al ver en los últimos días las imágenes de barras de Boca celebrando el año pasado la liberación de su líder, Rafael Di Zeo, y todos cantando nada menos que en las escaleras del Palacio de Justicia de Buenos Aires: "a todos los traidores los vamos a matar". El domingo pasado, finalmente, quisieron hacerlo antes del amistoso contra San Lorenzo. Y las autoridades, políticas y deportivas se hacen las sorprendidas.
Es cierto, más allá de una poco feliz definición que hizo tiempo atrás la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sobre los hinchas que alientan desde un para avalanchas, no todos los que hacen eso deben ser señalados como delincuentes. La presidenta, otra vez desafortunada con un tema que, está claro, no es su fuerte, criticó esta semana justamente al único sector que acaso cumplió con su rol en el nuevo capítulo de "La 12", la barra de Boca. El colega de "Clarín" que advirtió sobre la posibilidad de enfrentamientos el mismo día de la batalla en el Bajo Flores (Enrique Gastañaga) hizo periodismo. Ni juez, ni policía, ni abogado, ni barra. Periodismo. Los que no cumplieron con su trabajo fueron otros.
¿Será verdad que, otra vez, un sector de la policía sí estaba avisado del enfrentamiento y no informó a sus superiores por una interna dentro del propio cuerpo, como ya sucedió supuestamente en ocasiones anteriores? ¿O acaso desde algún otro sector se dejó hacer porque la situación tenía que ver con la barra de Boca y entonces el enfrentamiento dejaba expuesto al club cuyo presidente tiene vinculación estrecha con Mauricio Macri, rival político del oficialismo? Como sea, también otra vez la postura de Daniel Angelici, presidente de Boca, desnuda la misma cero credibilidad que mereció ya en episodios anteriores, incluidas la investigaciones judiciales que demostraron que el club liberaba molinetes o daba carnés truchos a la barra o las presiones de que debió hacer el gobierno para que Boca incluyera a todos sus hinchas más pesados en el derecho de admisión y dejara de mirar hacia otro lado.
Lo peor de todo es ver acaso cómo se repite la película. En los '60, Alberto J. Armando ofreció lugar bajo la sombra del club a Quique el "Carnicero". Antonio Alegre, cuando asumió en los '90 con Carlos Heller, combatió primero pero acogió luego a José Barritta, que pasó a ser el favorito de Carlos Bilardo. La gestión de Macri agigantó al "Rafa" Di Zeo y Mauro Martín, el supuesto "traidor", hoy preso, exhibió hace un tiempo una bandera kirchnerista contra el Grupo Clarín. Todos, por acción, complicidad u omisión, escriben desde su lugar una larga historia de violencia, conexiones políticas e impunidad que incluye a jefaturas policiales, partidos políticos, sindicatos, despachos judiciales y hasta a la Casa de Gobierno.
¿O acaso nos olvidamos que Armando y el DT Juan Carlos "Toto" Lorenzo protegían en los '70 a Quique, quien llegó a entrar armado a reuniones de la comisión directiva supuestamente porque él era el último y desinteresado fortín de amor a la divisa y así cuidaba más que nadie los intereses del club si había algún dirigente que quería hacer un negocio non sancto? ¿No hizo lo mismo "el Abuelo" Barritta cuando tomó el poder en 1981 e irrumpió armado en plena concentración de "La Candela", apagando luces y apretando jugadores? Alegre-Heller lo enfrentaron primero, pero Barritta terminó ganando entradas, viajes al Mundial, homenajes dentro de La Bombonera, casamiento en el club y hasta armando una Fundación que sirvió para blanquear el dinero obtenido mediante extorsiones.
Di Zeo, su sucesor, indignado el viernes en una entrevista radial con quienes dicen que estuvo el domingo pasado liderando de modo clandestino el ataque contra la barra oficial, creció bajo la gestión de Macri, que siempre se desentendió del tema y contó para ello con una prensa favorable que cuidó muy bien de ocultar los trapos sucios.
Aviones pagos a Chile o Japón, hoteles con el plantel, molinetes libres, entradas para reventa, visitas a las filiales para llevar a jugadores del club y Casa Amarilla para jugar picados. ¿Cómo olvidar aquella noche de de final de Copa Sudamericana en la que el "Rafa" mismo le indicaba a la policía quién podía entrar a La Bombonera y quién no y su acción era elogiada por el comentarista de la cadena Fox? ¿Y el documental español en el que el "Rafa" se jacta de la gente que lo llama al celular y muestra al periodista el nombre del ex ministro de Seguridad de Daniel Scioli en la Provincia de Buenos Aires, el fiscal Carlos Stornelli, aún hoy a cargo de la seguridad de Boca?
Stornelli participó de la fiesta de casamiento de Di Zeo, el barra que se jactó inclusive de sus vínculos con el poder primero cuando estuvo prófugo y luego cuando disfrutó de una prisión a medida en Ezeiza, con tecnología de punta, dólares, mujeres y un pabellón azul y oro, escudo de Boca incluido. ¿Por qué habría que creer ahora en Di Zeo cuando "Rafa" insiste en afirmar que ya no tiene nada que ver con La 12, haya sido él o no el hombre en moto que supuestamente dirigió la emboscada del domingo en el Bajo Flores? Di Zeo, increíblemente, según cuentan, con aspiraciones de ser algún día presidente de Boca, aseguró que cesó su trabajo de "barra" desde que salió indemne del juicio por asociación ilícita.
Es el mismo delito que investiga desde hace meses el juez Manuel de Campos y por el que están presos los dos capos de la barra oficial, supuestamente traidores a "Rafa", Mauro Martín y Maxi Mazzaro. "Fido" Desbaux, su reemplazante, reconoció que estuvo el domingo en los incidentes del Bajo Flores, pero apaciguando, según dijo, algo incomprobable, porque las cámaras de la policía apuntaban solo a la barra disidente de los de Lomas de Zamora. ¿Hay derecho a la sorpresa si se descubren supuestos nuevos vínculos entre barras y policía cuando se sabe que la relación es histórica, al punto que capos y jefes policiales de la comisaría 24, con jurisdicción en La Boca hasta compartieron los mismos abogados? La historia (y recomiendo para ello la lectura de "La 12", el muy buen libro del periodista Gustavo Grabia) es casi siempre la misma. La barra oficial garantiza paz en la tribuna y acuerda negocios con el poder.
Hasta que esa barra se "aburguesa", tolera malos resultados y entonces aparece un sector más joven que dice querer más al club y, en rigor, busca quedar también con parte del negocio. Esa puja, alimentada a veces desde el mismo poder para dirimir sus propias internas, siempre se resuelve a balazos. Y, luego, cuando aparecen los muertos, hay gente que, pese a todo, dice estar sorprendida por tanta bala desperdigada en el suelo.
Es cierto, más allá de una poco feliz definición que hizo tiempo atrás la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sobre los hinchas que alientan desde un para avalanchas, no todos los que hacen eso deben ser señalados como delincuentes. La presidenta, otra vez desafortunada con un tema que, está claro, no es su fuerte, criticó esta semana justamente al único sector que acaso cumplió con su rol en el nuevo capítulo de "La 12", la barra de Boca. El colega de "Clarín" que advirtió sobre la posibilidad de enfrentamientos el mismo día de la batalla en el Bajo Flores (Enrique Gastañaga) hizo periodismo. Ni juez, ni policía, ni abogado, ni barra. Periodismo. Los que no cumplieron con su trabajo fueron otros.
¿Será verdad que, otra vez, un sector de la policía sí estaba avisado del enfrentamiento y no informó a sus superiores por una interna dentro del propio cuerpo, como ya sucedió supuestamente en ocasiones anteriores? ¿O acaso desde algún otro sector se dejó hacer porque la situación tenía que ver con la barra de Boca y entonces el enfrentamiento dejaba expuesto al club cuyo presidente tiene vinculación estrecha con Mauricio Macri, rival político del oficialismo? Como sea, también otra vez la postura de Daniel Angelici, presidente de Boca, desnuda la misma cero credibilidad que mereció ya en episodios anteriores, incluidas la investigaciones judiciales que demostraron que el club liberaba molinetes o daba carnés truchos a la barra o las presiones de que debió hacer el gobierno para que Boca incluyera a todos sus hinchas más pesados en el derecho de admisión y dejara de mirar hacia otro lado.
Lo peor de todo es ver acaso cómo se repite la película. En los '60, Alberto J. Armando ofreció lugar bajo la sombra del club a Quique el "Carnicero". Antonio Alegre, cuando asumió en los '90 con Carlos Heller, combatió primero pero acogió luego a José Barritta, que pasó a ser el favorito de Carlos Bilardo. La gestión de Macri agigantó al "Rafa" Di Zeo y Mauro Martín, el supuesto "traidor", hoy preso, exhibió hace un tiempo una bandera kirchnerista contra el Grupo Clarín. Todos, por acción, complicidad u omisión, escriben desde su lugar una larga historia de violencia, conexiones políticas e impunidad que incluye a jefaturas policiales, partidos políticos, sindicatos, despachos judiciales y hasta a la Casa de Gobierno.
¿O acaso nos olvidamos que Armando y el DT Juan Carlos "Toto" Lorenzo protegían en los '70 a Quique, quien llegó a entrar armado a reuniones de la comisión directiva supuestamente porque él era el último y desinteresado fortín de amor a la divisa y así cuidaba más que nadie los intereses del club si había algún dirigente que quería hacer un negocio non sancto? ¿No hizo lo mismo "el Abuelo" Barritta cuando tomó el poder en 1981 e irrumpió armado en plena concentración de "La Candela", apagando luces y apretando jugadores? Alegre-Heller lo enfrentaron primero, pero Barritta terminó ganando entradas, viajes al Mundial, homenajes dentro de La Bombonera, casamiento en el club y hasta armando una Fundación que sirvió para blanquear el dinero obtenido mediante extorsiones.
Di Zeo, su sucesor, indignado el viernes en una entrevista radial con quienes dicen que estuvo el domingo pasado liderando de modo clandestino el ataque contra la barra oficial, creció bajo la gestión de Macri, que siempre se desentendió del tema y contó para ello con una prensa favorable que cuidó muy bien de ocultar los trapos sucios.
Aviones pagos a Chile o Japón, hoteles con el plantel, molinetes libres, entradas para reventa, visitas a las filiales para llevar a jugadores del club y Casa Amarilla para jugar picados. ¿Cómo olvidar aquella noche de de final de Copa Sudamericana en la que el "Rafa" mismo le indicaba a la policía quién podía entrar a La Bombonera y quién no y su acción era elogiada por el comentarista de la cadena Fox? ¿Y el documental español en el que el "Rafa" se jacta de la gente que lo llama al celular y muestra al periodista el nombre del ex ministro de Seguridad de Daniel Scioli en la Provincia de Buenos Aires, el fiscal Carlos Stornelli, aún hoy a cargo de la seguridad de Boca?
Stornelli participó de la fiesta de casamiento de Di Zeo, el barra que se jactó inclusive de sus vínculos con el poder primero cuando estuvo prófugo y luego cuando disfrutó de una prisión a medida en Ezeiza, con tecnología de punta, dólares, mujeres y un pabellón azul y oro, escudo de Boca incluido. ¿Por qué habría que creer ahora en Di Zeo cuando "Rafa" insiste en afirmar que ya no tiene nada que ver con La 12, haya sido él o no el hombre en moto que supuestamente dirigió la emboscada del domingo en el Bajo Flores? Di Zeo, increíblemente, según cuentan, con aspiraciones de ser algún día presidente de Boca, aseguró que cesó su trabajo de "barra" desde que salió indemne del juicio por asociación ilícita.
Es el mismo delito que investiga desde hace meses el juez Manuel de Campos y por el que están presos los dos capos de la barra oficial, supuestamente traidores a "Rafa", Mauro Martín y Maxi Mazzaro. "Fido" Desbaux, su reemplazante, reconoció que estuvo el domingo en los incidentes del Bajo Flores, pero apaciguando, según dijo, algo incomprobable, porque las cámaras de la policía apuntaban solo a la barra disidente de los de Lomas de Zamora. ¿Hay derecho a la sorpresa si se descubren supuestos nuevos vínculos entre barras y policía cuando se sabe que la relación es histórica, al punto que capos y jefes policiales de la comisaría 24, con jurisdicción en La Boca hasta compartieron los mismos abogados? La historia (y recomiendo para ello la lectura de "La 12", el muy buen libro del periodista Gustavo Grabia) es casi siempre la misma. La barra oficial garantiza paz en la tribuna y acuerda negocios con el poder.
Hasta que esa barra se "aburguesa", tolera malos resultados y entonces aparece un sector más joven que dice querer más al club y, en rigor, busca quedar también con parte del negocio. Esa puja, alimentada a veces desde el mismo poder para dirimir sus propias internas, siempre se resuelve a balazos. Y, luego, cuando aparecen los muertos, hay gente que, pese a todo, dice estar sorprendida por tanta bala desperdigada en el suelo.