Los basurales crónicos que afean la ciudad

08 Agosto 2013
A esta altura de la historia, podría ser un estigma social, una vergüenza institucionalizada o una marca registrada de la provincia. La basura no solo forma parte del paisaje de El Jardín de la República, sino que es una vecina mal avenida, cuya fealdad, al parecer, no queremos ver, o que a fuerza de la costumbre ya no registramos. Los vaciaderos de basura renacen como hongos, a menos de 48 de limpiados.

En enero pasado, hubo un intento de la Municipalidad y la Policía de erradicar los alrededor de 50 basurales. Se puso vigilancia en el de Castro Barros al 1.000, el de Marco Avellaneda y Santa Fe, el de Lucio V. Mansilla y México, y el de Rivadavia y España. La acción se prolongó durante unos meses, pero al desaparecer los agentes, volvieron con fervor los desperdicios. Uno de los más frondosos es el ubicado en la calle Alfredo Palacios, entre López y Planes y Blas Parera, en plena Villa 9 de Julio. Los vecinos discuten a menudo con los carreros y se quejan porque la Municipalidad no se ha hecho eco de sus reclamos presentados por escrito.

El subjefe de Policía dijo que la Patrulla Ecológica que se ocupa de temas ambientales, está abocada a la quema de cañaverales y pastizales, por esa razón no pueden seguir ocupándose de los basurales; no tiene capacidad para trabajar en dos frentes. Agregó que los agentes efectúan tareas preventivas en los barrios para evitar que los vecinos arrojen residuos en la vía publica y tratan de evitar problemas entre los que generan suciedad y los habitantes de las zonas afectadas. Los vecinos, por su parte, se quejan de los carreros, mientras que el secretario municipal de Servicios Públicos atribuyó la existencia de este problema crónico a los mismos vecinos que contratan a carreros y fleteros para que arrojen su basura en cualquier otra parte que no sea la puerta de su casa.

Según un directivo de la empresa recolectora Transporte 9 de Julio, se recogen al mes en forma domiciliaria alrededor de 13 mil toneladas de basura, sin contar los domingos, es decir 500 toneladas diarias; cada vecino produce unos 800 gramos en 24 horas.

La ley N° 7883/07, publicada en el Boletín Oficial el 7 de julio de 2007, prescribe sanciones a contribuyen a alimentar los basurales a cielo abierto. Se faculta a la Policía a controlar el traslado y el depósito de residuos. Sin embargo, no se conoce que haya habido sanciones severas por este motivo en seis años de vigencia de la normativa.

En la cadena de responsabilidades de esta actitud deleznable, se encuentra en primer lugar el vecino. Si este no arrojara basura o no recurriera a los carreros, no habría vaciaderos. Ello refleja una actitud de desprecio por el otro; no se puede concebir de otro modo el hecho de tirarle la propia basura a los demás.

La Municipalidad debería efectuar un censo de carreros, y trabajar con ellos para buscar una solución conjunta. Hacer un relevamiento de su condición social. Proponerles tal vez otra actividad que les permita ganarse la vida, organizándolos en cooperativas o capacitándolos en oficios. De paso, alfabetizar el grupo familiar, en el caso de que no lo estuviera. En las zonas adyacentes a los basurales, se podría hacer una campaña permanente de concientización puerta a puerta. Si no se buscan nuevas estrategias para revertir este hábito antisocial, se corre el riesgo de que algún día los tucumanos nazcan con una bolsita de basura bajo el brazo.

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