La Cenicienta, un drama sin zapatos de cristal ni hada madrina

El cuento original de esta doncella atormentada por una madrastra y sus hijas esconde en realidad escenas de automutilaciones y crueles castigos.

Encontrar el amor es muy simple. Lo verdaderamente difícil es conservarlo. Que lo digan, si no, los poetas, para quienes el amor es una suerte de tesoro secreto al que constantemente intentan preservar.

De esto habla justamente la clásica historia de la "Cenicienta". Como sucede con muchos otros cuentos de hadas, el de esta dama agobiada por una madrastra y sus odiosas hijas adquirió popularidad después de que el escritor francés Charles Perrault transformó en cuento la leyenda original que hasta entonces -1697- se transmitía en forma oral. La publicó bajo el título "Cenicienta, o el pequeño zapato de cristal".

Pero el cuento de Perrault es apenas una versión lavada, si se quiere, de una historia ampliamente conocida desde la antigüedad. Los egipcios, por ejemplo, narraban el "Rhodopis", un relato prácticamente idéntico a la Cenicienta de Perrault, que luego pasó al Imperio Romano. En la Persia antigua, era muy popular la increíble y triste historia de "Nezami y sus siete bellezas", asombrosamente similar a la de Cenicienta. Algunos eruditos aseguran que, de hecho, el cuento de la doncella europea está basado en la historia de Yeh Shen, un cuento chino muy popular en la Edad Media, cuya influencia queda reflejada en los pies diminutos de la protagonista.

El toque de los Grimm

Tras el cuento de Perrault llegaron los hermanos Grimm y, en 1812, relanzaron la historia de la Cenicienta, logrando un impacto aún mayor que el de su predecesor. Sin embargo, la versión de Cenicienta que todos conocemos desde la infancia es, en realidad, una adaptación moderna que poco tiene que ver con la tradición original. La verdadera historia carece por completo de hadas madrinas y carros que se convierten en calabaza a la medianoche como cándidamente retrató Walt Disney en su famoso filme de 1950. En cambio, contiene asombrosos ejemplos de automutilación y cultos ancestrales. Veamos entonces cuál es la verdadera historia de la Cenicienta.

Zezolla (ese era el nombre de la protagonista) era la hija de un príncipe y tenía una horrible madrastra que la odiaba. La joven siempre se quejaba de su realidad con su madrina, quien un día le aconsejó que mate a la madrastra. Y eso hizo: cuando la odiosa mujer se agacha para mirar en el fondo de un arcón, la muchacha deja caer la pesada tapa y le rompe el cuello. Entonces Zezolla convence a su padre para que se case con la madrina. La nueva esposa, que tenía seis hijas, cambia de golpe su carácter: echa a la joven de sus aposentos y la traslada a los fogones, donde la obliga a realizar las tareas domésticas. Incluso, le cambia el nombre por el de Gata Cenicienta (la gata del hogar) y la degrada a niveles indescriptibles. Curiosamente no la maltrata ni le prohíbe ir a la famosa fiesta del palacio; le basta con esclavizarla. El resto de la historia es similar a la mayoría de las versiones universalmente aceptadas.

La historia de Perrault, y las narraciones que se derivan de ella, cambian drásticamente el espíritu de esta narración y, en cierto modo, la convierten en una pieza de orfebrería; un relato preciosista destinado a deleitar a la Corte. De hecho el baile de palacio es una traslación de Versalles, y todo el ritual de los trajes, los seis lacayos, el cochero y hasta la carroza tirada por seis caballos refleja el lujo y la ostentación de la Francia de Luis XIV.

La misma protagonista es, según Perrault, una chica demasiado ingenua, sosa y buena. Incluso se ofrece a peinar a sus hermanastras, a quienes finalmente perdonará y se encargará de buscarles un buen partido. No es de extrañar entonces que Walt Disney se fijara en esta visión -tan almibarada- para hacer en 1950 su famosa película. Perrault también inventó lo de la zapatilla de cristal (un objeto imposible de fabricar y de usar), que no existe en la versión original.

El zapato de oro

La Cenicienta de los hermanos Grimm, en cambio, no es tan refinada literariamente pero sí más sádica. En ella, Cenicienta no huye de la fiesta porque su hada madrina le haya marcado como hora tope la medianoche: se escapa del palacio porque el príncipe quería acompañarla a su casa. Lo intenta por tres noches seguidas hasta que, en la última huida, la joven pierde su zapato de oro (en otras versiones suele ser de raso, piel o seda).

El príncipe busca entonces personalmente a la dueña de aquel calzado. Cuando llega a la casa de Cenicienta, la primera hermana se lo prueba. Como no le calza, su madre toma un cuchillo y le dice a su hija: "córtate el dedo, porque si eres reina ya no necesitarás caminar". La hermanastra lo hace y consigue calzarse el zapato. Cuando va cabalgando hacia el castillo, un pájaro ve la sangre en el zapato y le advierte al príncipe del engaño. Él la deja y vuelve a la casa para buscar a la otra hermana, que también tenía el pie grande y no podía calzarse el zapato. Su madre dice de nuevo: "córtate el talón, porque cuando seas reina no andarás a pie". Al ser avisado de nuevo, el príncipe la devuelve a casa: "Ésta tampoco es la doncella. ¿No tiene otra hija?", pregunta desesperado. Al fin aparece Cenicienta, cuyo pie encaja perfectamente. Así, el príncipe descubre, bajo aquel triste vestuario y una cara teñida de ceniza, a la hermosa doncella con la que había bailado durante las tres noches anteriores.

La moraleja es más que evidente: la verdadera belleza brilla más que cualquier apariencia. Finalmente, las hermanastras serán castigadas con la ceguera, ya que son los mismos pájaros los que les arrancan los ojos.

En casi todas las versiones, las hermanas -y a veces también la madre- sufren terriblemente por su mal comportamiento, lo cual es más coherente. Porque, al fin y al cabo, el mensaje de los cuentos de hadas es hacer ver que existe un equilibrio en el universo y que la justicia finalmente prevalece.

Versiones

En formato moderno
En 2004 la Warner Bros. filmó una particular versión de la Cenicienta destinada al público adolescente. La protagonizaron Hilary Duff y Chad Michael Murray. 

Romance en estilo clásico
Basada en el relato de Perrault, en 1998 Drew Barrymore protagonizó "Por siempre Cenicienta", en la que el hada madrina es reemplazada nada menos que por el mismísimo Leonardo Da Vinci.

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