Por Guillermo Monti
16 Agosto 2013
Según José Pablo Feinmann, intelectual cercano al kirchnerismo, el aparato es una cueva de escorpiones. Revela en su libro "El Flaco" que le dijo a Néstor Kirchner: "cuando saques a Duhalde vas a ser Duhalde, porque el aparato no va a cambiar, vas a cambiar vos". Feinmann explica que el ex presidente estaba convencido de que si no se adueñaba del aparato, el aparato era capaz de derribarlo. Por eso dejó de lado el proyecto de la transversalidad que apuntaba a la creación de una megafuerza de centroizquierda y echó anclas en el pejotismo básico del conurbano bonaerense.
Pero Feinmann va más allá en el análisis. "Nos guste o no, la política es guita y poder -subrayó en una entrevista-. ¿El peronismo? No existe el peronismo. Es un aparato que está conformado por intendentes, punteros, políticos, la mafia, la droga, la prostitución y la delincuencia respaldada por la Policía".
Es que el aparato es inmune a las convicciones políticas y a los debates ideológicos. Su única lógica es la de su funcionamiento, al servicio de la billetera mejor nutrida. En el caso tucumano, el armado territorial, los coroneles que lo conducen y los recursos que mueve el aparato quedaron expuestos en sendos informes publicados por LA GACETA, antes y después de las elecciones del domingo pasado.
El filósofo Louis Althusser tomó la clásica clasificación del marxismo y la amplió. Sostuvo que en todo Estado hay un aparato represivo (funcionando en términos de violencia, como la Policía y las cárceles) y aparatos ideológicos (que son los que definen el entramado social, como la Justicia, la religión, la educación, los medios, la cultura). El fenómeno de este tercer aparato se construye con ingredientes represivos, porque es una violencia que interpela a la pobreza, e ideológicos, a partir de una redefinición de las relaciones entre el político-secuestrador y el ciudadano-rehén.
"La categoría misma de peronismo no significa ya gran cosa -apunta el semiólogo Eliseo Verón-. Si Menem, Kirchner, Rodríguez Sáa y Duhalde son todos peronistas, ¿qué significa ser peronista? Creo que cada vez estamos más próximos al ideal de Perón, que era que peronista y argentino sean sinónimos".
Los aparatos no tienen partidos, no se identifican con proyectos, ni siquiera con líderes. Se compran y se venden. Por eso el alperovichismo se sirve de él, como los radicales utilizan otro aparato -articulado con sus propios códigos- para ganar elecciones en la UNT.
La mera existencia del aparato implica una gigantesca contradicción en la matriz del Gobierno. Ernesto Laclau, uno de los think tanks del kirchnerismo, reniega del institucionalismo. Alude a la idea de que toda demanda puede ser vehiculizada a través de los aparatos del Estado. O sea, por vía administrativa. Laclau habla de radicalizar la democracia para vivir mejor. Esto es, recomponer la sociedad por medio de acciones políticas capaces de estimular la participación de los ciudadanos. Es la pesadilla del aparato, una máquina disciplinadora por excelencia.
El problema es cómo el aparato se enquistó. Si pasamos de vivir en una sociedad de clases a una sociedad de la exclusión -políticas neoliberales mediante- no habrá manera de erradicarlo en tanto no se produzca una verdadera transformación. El alperovichismo ni siquiera plantea la situación en esos términos. Su respuesta es, invariablemente, más aparato.
Y algo más. Cuenta Feinmann: "sé de muy buena fuente que a Kirchner lo había matado el asesinato de Mariano Ferreyra. Como Kirchner había arreglado con los ferroviarios, le tiran el muerto, y eso le duele mucho. Y, en alguna medida, esto me da la razón, cuando le digo que no se meta con el aparato. Néstor llegó a dominarlo en buena medida, pero el aparato nunca se domina del todo".
Pero Feinmann va más allá en el análisis. "Nos guste o no, la política es guita y poder -subrayó en una entrevista-. ¿El peronismo? No existe el peronismo. Es un aparato que está conformado por intendentes, punteros, políticos, la mafia, la droga, la prostitución y la delincuencia respaldada por la Policía".
Es que el aparato es inmune a las convicciones políticas y a los debates ideológicos. Su única lógica es la de su funcionamiento, al servicio de la billetera mejor nutrida. En el caso tucumano, el armado territorial, los coroneles que lo conducen y los recursos que mueve el aparato quedaron expuestos en sendos informes publicados por LA GACETA, antes y después de las elecciones del domingo pasado.
El filósofo Louis Althusser tomó la clásica clasificación del marxismo y la amplió. Sostuvo que en todo Estado hay un aparato represivo (funcionando en términos de violencia, como la Policía y las cárceles) y aparatos ideológicos (que son los que definen el entramado social, como la Justicia, la religión, la educación, los medios, la cultura). El fenómeno de este tercer aparato se construye con ingredientes represivos, porque es una violencia que interpela a la pobreza, e ideológicos, a partir de una redefinición de las relaciones entre el político-secuestrador y el ciudadano-rehén.
"La categoría misma de peronismo no significa ya gran cosa -apunta el semiólogo Eliseo Verón-. Si Menem, Kirchner, Rodríguez Sáa y Duhalde son todos peronistas, ¿qué significa ser peronista? Creo que cada vez estamos más próximos al ideal de Perón, que era que peronista y argentino sean sinónimos".
Los aparatos no tienen partidos, no se identifican con proyectos, ni siquiera con líderes. Se compran y se venden. Por eso el alperovichismo se sirve de él, como los radicales utilizan otro aparato -articulado con sus propios códigos- para ganar elecciones en la UNT.
La mera existencia del aparato implica una gigantesca contradicción en la matriz del Gobierno. Ernesto Laclau, uno de los think tanks del kirchnerismo, reniega del institucionalismo. Alude a la idea de que toda demanda puede ser vehiculizada a través de los aparatos del Estado. O sea, por vía administrativa. Laclau habla de radicalizar la democracia para vivir mejor. Esto es, recomponer la sociedad por medio de acciones políticas capaces de estimular la participación de los ciudadanos. Es la pesadilla del aparato, una máquina disciplinadora por excelencia.
El problema es cómo el aparato se enquistó. Si pasamos de vivir en una sociedad de clases a una sociedad de la exclusión -políticas neoliberales mediante- no habrá manera de erradicarlo en tanto no se produzca una verdadera transformación. El alperovichismo ni siquiera plantea la situación en esos términos. Su respuesta es, invariablemente, más aparato.
Y algo más. Cuenta Feinmann: "sé de muy buena fuente que a Kirchner lo había matado el asesinato de Mariano Ferreyra. Como Kirchner había arreglado con los ferroviarios, le tiran el muerto, y eso le duele mucho. Y, en alguna medida, esto me da la razón, cuando le digo que no se meta con el aparato. Néstor llegó a dominarlo en buena medida, pero el aparato nunca se domina del todo".