No es el resultado del 27 de octubre lo que inquieta a los que ya miran a 2015. No es el voto del peronismo lo que desvela a los conductores territoriales. No es la disputa de egos lo que preocupa a los que miran desde abajo a los potenciales contendientes para dentro de dos años. Nada de eso. Es el humor social lo que aterra a la dirigencia alperovichista, amayista o peronista. Porque tienen que decodificarlo, interpretarlo y entenderlo correctamente. Los números del 11 de agosto les sirven para ir oteando el horizonte político; pero los de octubre son centrales para desentrañar hacia dónde está virando -si es que lo está- o hacia dónde se encamina ese humor -o malhumor- social. Una vez deducido, cada intérprete podrá saber si viene bien perfilado o si tiene que modificar conductas para acomodarse según sople el viento. ¿Veletas?

Algunos veteranos de batallas ganadas y perdidas, con sólo analizar rápidamente los números de las PASO, se han animado a deslizar definiciones o a asumir actitudes políticas que apuntan a 2015; centralizadas en la sucesión del cargo de gobernador y de intendente capitalino. Si han acertado en sus vaticinios previos, como viejos zorros de la política, sólo tienen que seguir dirigiendo sus pasos, gestos y palabras al fin que se han propuesto. Pero serán los comicios del 27 de octubre los que les dirán si jugaron bien las fichas, si tienen que asociarse, encolumnarse o enfrentarse. Se podrá hablar de traiciones, de lealtades, de bolsones, de movilización vehicular, de inversiones millonarias; pero al final, cuando los ciclos envejecen, cansan o se agotan en sí mismos, sólo vale lo que dicen las urnas. Porque obtener más de 300.000 votos y asegurarse tres de cuatro bancas es un éxito electoral; pero aquí se lee retroceso o derrota política. Algunos creen que están soplando vientos de cambio y que el humor social lo promueve. El dirigente sabe que eso es un elemento peligroso, porque contagia. ¿Frenarlo? Difícil, ni modificando ganancias.

El que debe estar atento es Alperovich; no porque su estrella se esté apagando, sino porque la gente parece que se está cansando de que siempre sea más de lo mismo. Ya llegarán los abanderados de la "renovación", como sucede en cualquier tiempo y lugar. He aquí un posible riesgo a asumir por el mandatario: promover esa renovación, ser el ejecutor. Complicado, máxime cuando se ha tenido éxito con una fórmula elemental, la de la centralización de los recursos. O manejo de la billetera, como suele decirse vulgarmente. ¿Está Alperovich en condiciones de preparar y elegir un sucesor que vaya en sintonía con el humor social? Tal vez eso no le importe, porque con los números de las PASO puede ganar una gobernación, pero puede perder una Legislatura. Son los costos a soportar. La pregunta de fondo es si el gobernador está en condiciones de ejercer el papel de conductor y no sólo de mero gestor de dinero; si es capaz de persuadir y consensuar para que ese espacio denominado "alperovichismo" pueda parir algo mejor.

Octubre es clave, no sólo para ver si el declive del cristinismo se acentúa sino también para desentrañar cuál es el ánimo ciudadano general, por dónde va, qué es lo que quiso decir. Es sabido que con los números en la mano nadie pierde, siempre hay interpretaciones para todos los gustos; pero la realidad tiene sus propias verdades escondidas, esas que tratarán de descifrarse entre cuatro paredes, para descubrir qué quiere la ciudadanía, y acomodarse si la mano viene mal. Fijar posición, determinarse a pelear por el poder, animarse a decir basta, decidir cruzar el charco; eso es parte del folclore. Lo que importa es entender qué está tratando de decir la sociedad. Es de político astuto saber interpretar correctamente.

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