La economía enfrenta riesgos para sostener la senda del crecimiento

08 Septiembre 2013

Eduardo Robinson - Economista

Las modificaciones en el impuesto a las Ganancias para asalariados, la reapertura del canje de la deuda, la aceleración del ritmo devaluatorio del peso, la anemia de la economía brasileña, la posible reversión de las condiciones financieras internacionales, llevan inexorablemente a varias cuestiones: ¿está bien o mal la economía argentina? , ¿puede mejorar o empeorará la situación?, ¿cuáles son los riesgos?, ¿cómo pueden impactar en la economía? Imaginando un tablero con luces roja, amarilla y verde que puede observarse bajo cada una de ellas:

En rojo
El color que indica que hay que frenar, que algo hay que hacer, se ve nítidamente a la inflación con la ramificación de problemas aparejados. La variación de precios supera el 20% anual desde hace tres años y las expectativas no ceden. Un porcentaje elevado, incluso si se acepta el porcentaje anual que informa el Indec del 11%, en comparación con la inflación internacional que en promedio no supera el 4% anual. Un índice elevado es fuente de inestabilidad. Distorsiona los precios relativos; resta horizonte de planificación; afecta la asignación de recursos; es un impuesto altamente regresivo y genera pobreza. Pero en rigor, la inflación no es el verdadero problema, sino sólo el reflejo de desequilibrios subyacentes: fiscal e insuficiente nivel de inversión productiva. Este aspecto tiene a su vez varias ramificaciones. Entre ellas, desequilibrio en el mercado cambiario. Al estar sometido el peso argentino a un constante deterioro, los agentes económicos recurren a proteger sus ingresos mediante la compra de dólares, lo que introduce una insuficiencia crónica de divisas. Deteriora el tipo de cambio real, es decir, el tipo de cambio nominal ajustado por inflación. Al subir la inflación a un mayor ritmo que el tipo de cambio, desincentiva las exportaciones y resta rentabilidad a este sector proveedor de divisas, lo que acentúa el desequilibrio cambiario y resta dinámica a la economía.

Otra variable que se ve afectada por la inflación alta es el consumo, por doble vía: pérdida de poder adquisitivo y quedar alcanzados con impuestos como Ganancias, Bienes Personales. Lo mismo sucede con los trabajadores autónomos y monotributistas que en los últimos años sintieron una mayor presión fiscal, porque la facturación no crece al ritmo de las escalas.

La pérdida de independencia del Banco Central. Es otro factor al rojo vivo. Al convertirse en un apéndice del Poder Ejecutivo, no se enfoca en gestionar disciplinadamente la política monetaria. Si se emite moneda para asistir al Tesoro sin reglas precisas, se gestiona como si no hubiese restricción presupuestaria. Es decir, el gasto público no reconoce límites. De hecho las modificaciones introducidas el año pasado a la Carta Orgánica de la autoridad monetaria, no han traído los beneficios proclamados, como reactivar el crédito al sector productivo. De lo contrario, el Central no obligaría a las entidades a prestar a las empresas a tasas negativas, que los bancos terminan compensando con subas en el costo del crédito a las personas físicas. Ni hablar de la inexistencia del crédito de largo plazo (hipotecario). Un Banco Central sin independencia no contribuye a generar una moneda confiable. Y sin moneda no hay desarrollo del crédito. Otro aspecto bajo luz roja es la credibilidad. El esquema económico que rigió desde mediados de 2002 hasta 2007, de tipo de cambio alto, inflación baja, permanente aceleración del consumo, equilibrios fiscal y externo no existe más. La política económica se limita a contener los desbordes, pero no a solucionar la raíz de los problemas.

En amarillo
En el medio de este tablero, y con luz amarilla, indicando posibles riesgos, están: no solucionar adecuadamente el problema de la reestructuración de la deuda pública; esto haría que el país nuevamente entre en la zona de default, esta vez técnico. Es decir, no porque no vaya a honrar la deuda, sino por cambios en los contratos. Argentina aún tiene que lograr acordar con un 7% de los bonistas que no aceptaron las propuestas de canje 2005 y 2010 y con el Club de París, organismo al que se le debe U$S 9.000 millones. Asimismo, pesa el contexto internacional. La probable suba de tasas en Estados Unidos, llevaría a un fortalecimiento del dólar y, en simultáneo, una caída en los precios de commodities y materias primas. Este contexto sería menos favorable para las exportaciones argentinas y redundaría en menos recursos fiscales. Hay que tener en cuenta que los impuestos al comercio exterior representan casi un 20% en la estructura tributaria argentina. Al mermar esos recursos, el país tendrá más problemas de financiamiento. Con una composición del gasto público donde predominan los subsidios al transporte y a las tarifas de servicio esenciales. Asimismo, la economía de Brasil, que continúa dando señales de debilidad, que continúa devaluando su moneda. Que el principal socio comercial no logre reactivar su economía, no deja de ser preocupante para la Argentina.

Luz verde
Por último, en la zona verde, entre los factores más relevantes se encuentran la reacción del gobierno para aliviar la carga tributaria en Ganancias de los asalariados (para reactivar el consumo y fortalecer la recaudación). El problema latente es que el efecto se termine diluyendo en pocos meses por los efectos inflacionarios y se vuelva al punto de partida. Otro factor, es la reapertura del canje de la deuda. Argentina muestra voluntad de pago, tarde, pero lo hace. Esto eleva la probabilidad de acordar con los holdouts y cerrar esta parte del capítulo de la deuda. Además, si bien la actividad económica está desacelerada, no hay un proceso recesivo ni, por ahora, causas significativas para un estallido macroeconómico.

Cuál de las luces terminará predominando en el tablero, dependerá de cómo se gestione la economía tras las elecciones de medio mandato.

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