Por Carlos Páez de la Torre H
23 Septiembre 2013
JULIO ARGENTINO ROCA. Desde la izquierda, el presidente y los doctores Miguel Juárez Celman y Eduardo Wilde. LA GACETA / ARCHIVO
Es conocido que en el conflicto de límites con Chile a fines del siglo XIX, el presidente Julio Argentino Roca (1843-1914) nunca quiso fomentar la guerra. El mismo criterio tenía su comprovinciano "pariente y amigo", el octogenario José Posse (1816-1906), quien le escribió una larga carta desde Tucumán, el 13 de mayo de 1898.
Se complacía, expresaba, "de que nos encontremos en la misma corriente de sentimientos e ideas respecto de la cuestión de límites con Chile: tú por la paz y las amigables transacciones, honrosas y justicieras, como yo lo deseo, antes que por la guerra de estragos y desastre, aún cuando el orgullo patrio nos asegure la victoria". Opinaba que, "por remate de cuentas, la gloria no repone lo perdido en obtenerla".
Lo alarmaban las manifestaciones de cierto "patriotismo cimarrón", que advertía. Esas voces "están llenando el espacio y alborotando lo que de suyo estaba quieto; gritería que atrae multitudes inconscientes y repite el eco de lo que van oyendo; pero que rechaza el buen sentido de la gente que sabe pensar, que en nada se parece a las muchedumbres estúpidas que no miran la patria sino en la tierra bruta y yerma".
Le parecía "justísimo y racional" que una nación defienda a muerte sus límites geográficos. Pero "hacer la guerra por lo ignoto y visiblemente estéril, me parece insensato y algo parecido a los malones de los indios". En suma, pedía a Roca que persistiera en sus ideas, "procurando que se dé un tijeretazo en la cuestión principal sobre límites, aún cediendo tierras, si es necesario; que al fin es regalar un clavo al adversario, con tal de evitar una guerra que se juega al gana pierde".
Se complacía, expresaba, "de que nos encontremos en la misma corriente de sentimientos e ideas respecto de la cuestión de límites con Chile: tú por la paz y las amigables transacciones, honrosas y justicieras, como yo lo deseo, antes que por la guerra de estragos y desastre, aún cuando el orgullo patrio nos asegure la victoria". Opinaba que, "por remate de cuentas, la gloria no repone lo perdido en obtenerla".
Lo alarmaban las manifestaciones de cierto "patriotismo cimarrón", que advertía. Esas voces "están llenando el espacio y alborotando lo que de suyo estaba quieto; gritería que atrae multitudes inconscientes y repite el eco de lo que van oyendo; pero que rechaza el buen sentido de la gente que sabe pensar, que en nada se parece a las muchedumbres estúpidas que no miran la patria sino en la tierra bruta y yerma".
Le parecía "justísimo y racional" que una nación defienda a muerte sus límites geográficos. Pero "hacer la guerra por lo ignoto y visiblemente estéril, me parece insensato y algo parecido a los malones de los indios". En suma, pedía a Roca que persistiera en sus ideas, "procurando que se dé un tijeretazo en la cuestión principal sobre límites, aún cediendo tierras, si es necesario; que al fin es regalar un clavo al adversario, con tal de evitar una guerra que se juega al gana pierde".