La discapacidad no les impide trabajar y sueñan con que las oportunidades se dupliquen

Trabajan en una imprenta que funciona desde hace dos años. Una donación hizo posible crear el espacio de trabajo.

HABILIDOSA. Ramonita Gómez es buena con las manos: anilla, corta y pega tapas. Es sordomuda, pero eso no le impide ser la jefa de personal.  LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL  HABILIDOSA. Ramonita Gómez es buena con las manos: anilla, corta y pega tapas. Es sordomuda, pero eso no le impide ser la jefa de personal. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL
25 Septiembre 2013

Por fuera, las paredes mudas no invitan a pasar. Pero apenas se cruza el umbral van apareciendo una a una las caras sonrientes. Algunos están un poco tímidos, pero será cuestión de sacar la máquina de fotos para que se les vayan las inhibiciones y pidan una foto aquí y otras por allá.

Es plena siesta en la zona del ex Mercado de Abasto. Las máquinas y la computadora están recién activándose. Sobre Próspero Mena al 400 funciona desde hace casi dos años Brisa Ediciones, la imprenta que depende de la fundación Huayra. "Primero le habíamos puesto Imprenta Huayra, pero la gente que encargaba trabajos creía que debíamos hacerlos gratis, por eso la rebautizamos", comenta Nancy Britos, quien dirige desde hace nueve años esa organización. Cuando lo cuenta le duele el alma porque eso sintetiza un poco la actitud de gran parte de la sociedad frente a los discapacitados.

"Piensan que no pueden hacer nada -explica- o que si lo hacen debe ser gratis". En el taller de impresión trabajan tres veces por semana 12 personas con distintas discapacidades. Gustavo Brito, especialista en la parte digital, y Rodolfo Beccari, el responsable técnico, les enseñan y los supervisan. Horacio Rodríguez, dice que le gusta mandar a imprimir. El cuenta cuál es su tarea en la imprenta. "Primero golpean la puerta, abro, le digo 'buenas tardes' y lo hago sentar. Después escucho lo que quiere", explica con disciplina. Allí hacen todo tipo de trabajos, desde folleterías hasta impresión de libros, bolsas de cartón laminadas, afiches… Esa tarde un grupo trabajaba contrarreloj para terminar las entradas del baile del Club Argentinos del Norte. También se siente el alboroto por la fiesta de la primavera que será al día siguiente, como ya es una tradición, en el boliche Recórcholis. Hugo Guerrero es el encargado de mantener el orden y la limpieza del local. Además, es un experto empaquetando los pedidos y también los entrega.

Cada uno tiene una habilidad distinta y los capacitadores se encargan de explotarla. Por ejemplo, RamonitaGómez es la "jefa de Personal" porque le gusta controlar y mantener la disciplina en el grupo, pero también es muy habilidosa con las manos, entonces, es la encargada de anillar. Por medio de señas -porque es sordomuda- explica que pone anillos de todas las medidas y también pega bolsas. Jorge Esteban Juárez es artesano y dentro de todas las tareas que le pueden tocar, lo que prefiere es colocarles las argollitas metálicas a las bolsas. Esas que sirven para que el peso no raje el cartón. Fabrica vasos con las botellas de vidrio y les imprime el logo de Atlético, el club de sus amores, que luego vende en la cancha.

En Brisa manejan dos sistemas de impresión: digital y offset. El uso de uno y otro varía según el tipo de trabajo. Cuando se prende la máquina offset todos quedan admirados. Sólo Beccari la maneja, pero tiene como ayudante a Marcelo Jiménez, quien le alcanza el querosén, la tinta, el papel y todo lo que necesite. "Ellos pueden hacer de todo, sólo que hay que saber enseñarles. Aprenden por la repetición y una vez que lo saben no lo olvidan", dice Nancy. Pueden desarrollar tareas administrativas, atender al público, colaborar en el proceso de producción de cualquier cosa. "Es cuestión de una oportunidad porque jamás faltan ni llegan tarde, son responsables y comprometidos", explica Nancy. Cada joven que trabaja en la imprenta recibe un monto fijo que usa para sus gastos.

Pasados que duelen
Uno de los pilares que más trabajan es la autoestima. La mayoría carga a sus espaldas historias de abandono y maltrato, no sólo familiar, sino social. Y ellos lo cuentan. Pablo Valdez, por ejemplo, es ciego y vive en una pensión en Villa 9 de Julio con Mariela, su pareja hace 12 años, que también es no vidente. Vende sahumerios en la peatonal, pero teme dejar todos los días su pieza porque le roban o le queman las cosas. "Costó mucho que Pablo confiara en nosotros. Fueron días y días de acercarme y charlar con él para que viniera a la fundación", cuenta Nancy mientras se le empapan los ojos.

La fundación Huayra trabaja desde hace nueve años en el municipio de Las Talitas con 240 jóvenes. No recibe subsidios estatales, sólo se mantiene con lo que genera y con la colaboración de la Orden de los Mercedarios, comunidad religiosa de la que Nancy forma parte desde que era chica. De hecho, el proyecto de la imprenta se concretó gracias a la donación de las máquinas y del lugar que realizaron los mercedarios. A todos los jóvenes que asisten los salió a buscar. En la mayoría de los casos, esa historia de abusos los obligó a levantar una pared que Nancy se empecina en derribar para demostrarles que hay cosas (y personas) por las que vale la pena vivir. "Primero les enseñamos que ellos son importantes y valiosos", añade.

Pablo sueña con abandonar el conventillo y tener su casa, pero no puede acceder a un plan de vivienda porque no está casado y su pensión es muy baja. Nancy cuenta que por cada uno ha tocado puertas buscando apoyo, pero que no siempre la reciben con una sonrisa como la que regalan los chicos.

Hay un buen sistema de leyes, pero repleto de contradicciones 

Las imprecisiones y las trabas son casi una regla para los discapacitados. No sólo desde la terminología: "personas con capacidades especiales", "con capacidades diferentes" o "discapacitados". Cuando lo correcto -explica Juan Manuel Posse, abogado especialista en el área de discapacidad- es "personas con discapacidad" (Ley 6.830).

Argentina cuenta con una buena artillería de normas que los protegen: el Sistema de Protección Integral (Ley 25.635) fue promulgado en 2002 y vino a modificar leyes ya vigentes la N° 22.431 con las reformas introducidas por la Ley N° 24.314. Pero algunas están mal reguladas, otras están sujetas a la discrecionalidad del Ejecutivo y muchas a las trabas burocráticas, según Posse. En definitiva, a la persona con discapacidad se le hace cuesta arriba reclamar sus derechos. Posse enumera algunas de las principales contradicciones de este sistema normativo que presentan graves baches.

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