27 Octubre 2013
La presunta intercepción de llamadas telefónicas de la canciller alemana, Ángela Merkel, por parte de los servicios secretos estadounidenses, dejó oficialmente fría a la Casa Blanca.
Su vocero, Jay Carney, reitera continuamente la conocida fórmula sobre la muy poderosa Agencia Nacional de Seguridad (NSA): "estamos estudiando la forma en que recabamos informaciones". Los aliados de Washington hierven de ira del otro lado del Atlántico con las nuevas revelaciones. También el presidente, Barack Obama, se refugia en el silencio, mientras que la exitosa historia de las relaciones transatlánticas que se construyó a lo largo de 60 años comienza a resquebrajarse a causa del espionaje de la NSA.
En lugar de salir al cruce de las recientes acusaciones, la Casa Blanca prefirió informar que Obama visitó una escuela en Nueva York para explicar la importancia laboral de aprender informática. Ni rastro de crisis diplomáticas o de consecuencias en la política interna; ni siquiera el propio secretario de Estado, John Kerry, mencionó las novedades del escándalo, aunque advirtió que existe la amenaza de una enorme pérdida de reputación para su país, lo que atribuyó a la guerra de nervios por el presupuesto y el límite de la deuda pública.
Pese al enojo europeo, todo indica que nada va a cambiar en el comportamiento de Washington en el futuro cercano. El jefe de la NSA (hasta su retiro de abril de 2014), Keith Alexander, no piensa admitir errores. En su lugar, tomó la ofensiva y acusó a los medios de "vender" documentos de la agencia que encabeza. Pero si EEUU llega demasiado lejos con su juego, pondrá en riesgo la relación ya deteriorada con importantes aliados europeos, como Alemania y Francia.
Su vocero, Jay Carney, reitera continuamente la conocida fórmula sobre la muy poderosa Agencia Nacional de Seguridad (NSA): "estamos estudiando la forma en que recabamos informaciones". Los aliados de Washington hierven de ira del otro lado del Atlántico con las nuevas revelaciones. También el presidente, Barack Obama, se refugia en el silencio, mientras que la exitosa historia de las relaciones transatlánticas que se construyó a lo largo de 60 años comienza a resquebrajarse a causa del espionaje de la NSA.
En lugar de salir al cruce de las recientes acusaciones, la Casa Blanca prefirió informar que Obama visitó una escuela en Nueva York para explicar la importancia laboral de aprender informática. Ni rastro de crisis diplomáticas o de consecuencias en la política interna; ni siquiera el propio secretario de Estado, John Kerry, mencionó las novedades del escándalo, aunque advirtió que existe la amenaza de una enorme pérdida de reputación para su país, lo que atribuyó a la guerra de nervios por el presupuesto y el límite de la deuda pública.
Pese al enojo europeo, todo indica que nada va a cambiar en el comportamiento de Washington en el futuro cercano. El jefe de la NSA (hasta su retiro de abril de 2014), Keith Alexander, no piensa admitir errores. En su lugar, tomó la ofensiva y acusó a los medios de "vender" documentos de la agencia que encabeza. Pero si EEUU llega demasiado lejos con su juego, pondrá en riesgo la relación ya deteriorada con importantes aliados europeos, como Alemania y Francia.
NOTICIAS RELACIONADAS
Lo más popular