Pensá en Mandela, seas creyente o no

Para los creyentes y para los que no lo son, la Navidad es un momento del año donde afloran los sentimientos que permanecieron ocultos y adormecidos durante el año. Amores, odios, culpas, rencores y revanchas brotan como manantiales desde nuestras profundidades e inundan nuestros sentimientos. Anegan nuestra capacidad de razonamiento y por unos cuantos días nos convertimos en seres esencialmente viscerales. La pasión nos embarga y nos enajena, seamos creyentes o no. El recuerdo indeleble de ese familiar que nos dejó y que no estará sentado a la mesa en la Nochebuena nos perturba como nunca, seamos creyentes o no. También el odio y el rencor se potencian entre aquellos que mantienen y mantuvieron insalvables diferencias durante el año. “Prefiero pasarla solo antes que estar con tu mamá”; “No nos compliquemos, el 24 vamos a un restaurante y listo”; “Si quiere que la pasemos juntos, que me llame, yo no pienso hacerlo”; “Antes de las doce me voy a dormir”; “vayan ustedes, yo me quedo solo en casa”. Seguramente escuchaste o pronunciaste algunas de estas frases durante tu vida. Cuando esto ocurra de nuevo pensá un momento en Mandela, ese gran hombre que luchó por la igualdad y la unidad de los hombres y que hace poco se fue de este mundo. Pensá que estuvo preso 27 años. Pensá que fue torturado y humillado por sus detractores. Pensá que, a pesar de todo lo que pasó, fue capaz de perdonar. Pensalo, seas creyente o no.

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