Por Marcelo Aguaysol
18 Diciembre 2013
José Alperovich jamás hubiera imaginado terminar el año (y tal vez gran parte de su capital político) con semejante costo político. En la década que lo tuvo como gobernador de Tucumán nunca antes hubo tanta imprevisión (evidente) a la hora de gestionar la cosa pública. Había arrancado este 2013 con la idea de comerse la cancha en las urnas, como el principal testimonial de la lista oficialista, pero resulta que la realidad terminó de digerirlo; igual que la inflación cotidiana a las estadísticas del Indec o como lo hará el aumento a los policías con los aportes extras de los contribuyentes de esas odiosas subas impositivas.
La administración alperovichista está débil. Nadie “del palo” salió a bancar al líder del proyecto en medio de tantos trastornos sociales. Ni siquiera desde la Casa Rosada que, prácticamente, ha ignorado los muertos tucumanos.
Tanto tiempo en el poder le está pasando factura al mandatario. Hoy no es igual que ayer. Y mañana, quién sabe. Los cambios de humores sociales son tan imprevisibles como la reacción que puede llegar a experimentar esta gestión, que ha perdido la iniciativa hace un tiempo, tras las PASO. Hay nuevos alineamientos políticos porque la gestión no le dio el lugar a la política, porque Alperovich nunca escuchó a los que pudieron haberle asesorado, define un viejo dirigente peronista. En la estantería oficial, ya no hay stock de fusibles. Los que alguna vez aspiraron a ocupar un despacho en la Casa de Gobierno hoy ya no quieren saber nada.
Alperovich seguirá renovando su elenco, pero hasta ahora no se sabe la dimensión de ese recambio. El verano marcará un punto de inflexión para la toma de decisiones de esa naturaleza.
“El mejor gobernador de la historia de Tucumán”, como juró el ahora diputado Osvaldo Jaldo puede llegar a exhibir una administración financiera cómoda, pero ha hecho aguas en la política. Algunos sostienen que fue por caprichos; otros, por imposiciones y otras conductas de un gobernante que siempre trató de resolver él mismo todas las cuestiones, con escasas consultas a su gabinete. “El peor error que cometió es no haber sabido escuchar a los que han tenido experiencias en el Ejecutivo que, pese a no haber contado con tantos millones en la billetera, supieron disimular eso con la política, con la contención del PJ”, analiza un dirigente que ocupó despacho en la sede del PE.
El gobernador ya le adelantó a algunos de sus colaboradores que no habrá vacaciones y que habrá que reformular políticas para contener el gasto público. Desde el Gobierno nacional han llegado comentarios acerca de que no deben darse nuevas negociaciones salariales hasta marzo. Pero, en Tucumán, las demandas de los estatales continuarán porque unos no quieren ser menos que otros a la hora de la redistribución del ingreso.
A los tucumanos les resultará difícil olvidar los violentos hechos del 9 y del 10 de diciembre de 2013. A tal punto que esas fechas ya superaron las tristes páginas vividas hacia fines de 2001. Y eso es mucho, como un estigma que mostrará la administración Alperovich más allá del tiempo, ese que quedará grabado en los libros de historia.
La administración alperovichista está débil. Nadie “del palo” salió a bancar al líder del proyecto en medio de tantos trastornos sociales. Ni siquiera desde la Casa Rosada que, prácticamente, ha ignorado los muertos tucumanos.
Tanto tiempo en el poder le está pasando factura al mandatario. Hoy no es igual que ayer. Y mañana, quién sabe. Los cambios de humores sociales son tan imprevisibles como la reacción que puede llegar a experimentar esta gestión, que ha perdido la iniciativa hace un tiempo, tras las PASO. Hay nuevos alineamientos políticos porque la gestión no le dio el lugar a la política, porque Alperovich nunca escuchó a los que pudieron haberle asesorado, define un viejo dirigente peronista. En la estantería oficial, ya no hay stock de fusibles. Los que alguna vez aspiraron a ocupar un despacho en la Casa de Gobierno hoy ya no quieren saber nada.
Alperovich seguirá renovando su elenco, pero hasta ahora no se sabe la dimensión de ese recambio. El verano marcará un punto de inflexión para la toma de decisiones de esa naturaleza.
“El mejor gobernador de la historia de Tucumán”, como juró el ahora diputado Osvaldo Jaldo puede llegar a exhibir una administración financiera cómoda, pero ha hecho aguas en la política. Algunos sostienen que fue por caprichos; otros, por imposiciones y otras conductas de un gobernante que siempre trató de resolver él mismo todas las cuestiones, con escasas consultas a su gabinete. “El peor error que cometió es no haber sabido escuchar a los que han tenido experiencias en el Ejecutivo que, pese a no haber contado con tantos millones en la billetera, supieron disimular eso con la política, con la contención del PJ”, analiza un dirigente que ocupó despacho en la sede del PE.
El gobernador ya le adelantó a algunos de sus colaboradores que no habrá vacaciones y que habrá que reformular políticas para contener el gasto público. Desde el Gobierno nacional han llegado comentarios acerca de que no deben darse nuevas negociaciones salariales hasta marzo. Pero, en Tucumán, las demandas de los estatales continuarán porque unos no quieren ser menos que otros a la hora de la redistribución del ingreso.
A los tucumanos les resultará difícil olvidar los violentos hechos del 9 y del 10 de diciembre de 2013. A tal punto que esas fechas ya superaron las tristes páginas vividas hacia fines de 2001. Y eso es mucho, como un estigma que mostrará la administración Alperovich más allá del tiempo, ese que quedará grabado en los libros de historia.
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