“Entrar a nuestras ciudades implica atravesar anillos de miseria y paisajes de degradación”

El intelectual analiza los límites, desafíos y debilidades del sistema democrático. Y entre los grandes problemas irresueltos anota las cuestiones fiscal y federal. “En estos 30 años se ha arraigado la versión populista de la democracia, que se practica sin reglas, y no la republicana”, advierte Botana.

SILENCIO EN BUENOS AIRES. Botana recibió a LA GACETA en su departamento de barrio Norte porteño.  la gaceta / foto de irene benito SILENCIO EN BUENOS AIRES. Botana recibió a LA GACETA en su departamento de barrio Norte porteño. la gaceta / foto de irene benito
El calendario de 2013 ha expirado indefectiblemente. Parece mentira que, después de todo lo que dio de sí, se haya acabado sin más. El año que partió hacia el arcón del pasado exhibió dos hitos centrales, según Natalio R. Botana (1937, Ciudad de Buenos Aires), doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella. Uno de ellos es el aniversario de los 30 años de la recuperación de la democracia. El otro hito es el proceso electoral que clausuró la posibilidad de re-reelección a la presidenta Cristina Kirchner.

Lo segundo viene, en este caso, primero. “Desde el punto de vista coyuntural, este fue el año de las dos elecciones, la de agosto y la de octubre, que marcaron el comienzo del fin del ciclo kirchnerista. Inevitablemente el peronismo y, con él, todo el país, entrará en lo que he llamado un turbulento período de sucesión”, postula en una entrevista en su departamento del barrio Norte porteño. Por esas maravillas de la arquitectura, en el hogar de Botana reina un silencio bibliotecario. El contraste no puede ser mayor con el ambiente de la vía pública. Este 19 de diciembre, la capital arde por donde se la mire. Hace calor, el tránsito es dantesco, hay cortes de luz y, para colmo, rumores de saqueos.

El politólogo considera que la década kirchnerista puede ser resumida en el intento de prolongar un modelo o relato en el tiempo. “Este proyecto fue muy ambicioso porque pretendió retener las riendas del poder mediante la rotación matrimonial y la re-reelección, y porque buscó cambiar la ideología del país a partir de otra interpretación de los siglos XIX y XX, y de una forma de atravesar la historia fundada en la dicotomía entre amigos y enemigos, buenos y malos, probos y elegidos”, describe. Y expresa que ese proyecto fracasó en las urnas, del mismo modo que fracasó otro proyecto hegemónico menos pretencioso desde el punto de vista ideológico, como el menemismo. “La ciudadanía argentina demostró que tiene un fuerte poder de veto. Sabemos muy bien decir que no: lo que no sabemos es cómo transformar esa negatividad en un pluralismo constructivo. No hay espíritu asociativo respecto de los grandes objetivos nacionales”, reflexiona.

En cuanto a la democracia, advierte Botana que esta arrastra una serie de conflictos estructurales. En su lista anota las cuestiones fiscales y federales, y la debilidad del sistema representativo. “La consecuencia obvia es un país con dos tercios de la población más o menos incluida, y un tercio que vive inmersa en la pobreza extrema y en la marginalidad”, acota antes de internarse en un análisis más profundo de este 2013 agotado al que, paradójicamente, aún le queda abundante soga en el carretel.

Luminosa oscuridad
Botana cree que son ostensibles las sombras del sistema democrático recuperado en 1983. Por un lado están el problema fiscal y la inflación incontenible. “Y dado que estoy hablando para LA GACETA, haré hincapié en otro tema pendiente durante siglos, porque el conflicto federal viene desde el fondo de nuestra historia. Este tiene una clara dimensión fiscal que alcanza al financiamiento de las provincias, la pésima asignación de recursos, y al hecho de que tanto en el Estado nacional como en las provincias no existan controles internos que mejoren la calidad de los bienes públicos”, expresa.

Según su opinión, el bien público por excelencia es la seguridad. “Lo que hemos tenido en Córdoba, en Tucumán, en Chaco y tantas otras provincias durante este diciembre tan sombrío es una muestra elocuente de cómo fracasan los controles y de la mala calidad de nuestras policías. Los aumentos salariales otorgados para salir de la crisis plantean para las provincias una perspectiva de desfinanciamiento y de endeudamiento. Si el Estado federal interviene en el asunto, plantea además una vuelta de tuerca sobre la presión fiscal y, de lo contrario, más inflación derivada de la emisión”, pronostica Botana.

Los problemas vinculados al régimen representativo de gobierno, los partidos políticos y la dirigencia se suman a las cuestiones fiscales y federales. El intelectual dice que esto se pone de manifiesto cuando los gobernadores que parecían muy populares se desmoronan como muñecos de arena frente a conflictos y conmociones sociales.

“En estos 30 años hubo un proceso beneficioso en cuanto al aumento de los derechos. Pese a las pasiones hegemónicas del Gobierno, vivimos en un mundo de libertades públicas. Sin embargo, la incapacidad para resolver conflictos estructurales tiene como correlato la desigualdad y la exclusión”, opina el articulista.

- ¿La gran conquista de las últimas tres décadas fue el haber dado continuidad al cronograma electoral?

- Hace muchos años establecí una triple distinción respecto del concepto de democracia. El primer nivel es el electoral: esa democracia es de alta intensidad en la Argentina, donde tenemos una participación enorme en comparación con los países vecinos y votaciones frecuentes, con primarias y segunda vuelta. El nivel intermedio es más complejo porque alude no a la legitimidad de origen, que es el voto, sino a la del ejercicio del poder que la ciudadanía confiere a sus representantes. Esa democracia institucional presenta muy baja calidad porque no terminamos de entender que las instituciones son el marco regulatorio fundamental de la democracia republicana. En otras palabras, una democracia republicana debe atenerse a reglas y estar fundada sobre mayorías limitadas. La mayoría no puede hacer todo lo que se le ocurra. Ese nivel ha andado muy mal y, precisamente, por ello, se ha colado la corrupción. Esta es una tendencia fuerte en la política que sólo puede ser contenida por medio de la coacción legal y, evidentemente, supone otra debilidad de la democracia institucional. El tercer nivel es el de la democracia con plena inclusión, donde los ciudadanos asumen sus derechos y deberes. Ahora bien, a este escalón no se llega sino por medio de una democracia institucional y esa bisagra está rota o, por lo menos, oxidada.

- ¿Qué tiene usted para decir a la gente que desea hacer real la democracia institucional, y se siente muy defraudada y hasta asqueada de la política?

- Sólo puedo transmitir un sentimiento de frustración porque veo que realmente ha habido regresiones. En Argentina hay un plano inclinado hacia la declinación. Insisto mucho en el tema de la exclusión y la marginalidad. Entrar a nuestras ciudades implica atravesar anillos de miseria y paisajes de degradación. Eso antes no existía: teníamos pobreza, pero no con las características gravísimas de la de ahora. Y menos en un período en el que ha habido recursos abundantes, sólo comparable a la situación económica de principios del siglo XX. Evidentemente determinados sectores de la clase media han crecido porque en Buenos Aires, en Tucumán y en todas partes han proliferado los “countries”, los automóviles y el consumo. Pero eso se ha dado en el marco de una sociedad escindida, y por supuesto que hay corrupción policial, judicial y política.

- ¿De ese saqueo más o menos oculto vienen los saqueos a cielo abierto de diciembre?

- Los saqueos no se deben solamente a ello sino a que la sociedad establecida está rodeada por otra que vive en la miseria. Tenemos que asumir que este es el problema principal y que debemos diseñar una economía adecuada a una política distributiva, pero no en el sentido demagógico que propusieron los populismos, sino en el sentido constructivo. ¿Qué exige eso? Acuerdos en materia macroeconómica: no podemos permitirnos la inflación porque este fenómeno es el enemigo número uno de los pobres. Aquí existe una demanda ciudadana insatisfecha respecto de la calidad de ejercicio del poder y de cómo desempeñan los representantes el mandato que les hemos conferido. Esto, que es elemental, se ha perdido porque hubo un choque entre la democracia republicana y la populista. Esa segunda democracia se practica sin reglas; sobre la base de la preponderancia del Poder Ejecutivo; con pulsiones hegemónicas evidentes para evitar los controles de los otros poderes del Estado y de la prensa, y una vocación reeleccionista o de continuidad en el poder con rotación matrimonial, como es el caso de los Kirchner en la Nación y de los Zamora en Santiago del Estero. En estos 30 años se ha arraigado la versión populista de la democracia, no la republicana.



- ¿Cómo se inserta el clientelismo en este análisis?

- Esta es la lógica predominante para la transferencia de recursos, además del corto plazo. Esa mirada para lo inmediato explica la crisis energética. En la democracia institucional, la legitimidad de ejercicio del poder exige combinar el corto con el largo plazo. Y no hay largo plazo más significativo y estratégico que la energía. Pero volvamos al clientelismo, que tiene dos dimensiones. Por un lado está el empleo público, que fabrica clases medias falsas e insostenibles. Por el otro está la conquista del voto mediante la incentivación artificial del consumo. Eso pasó en 2011: hoy tenemos hogares llenos de artefactos y de autos, y la consecuencia de ello es la experiencia de lo peor del desarrollo y de lo peor del subdesarrollo. Lo peor del desarrollo es la calle invadida de vehículos; lo peor del subdesarrollo es la falta de infraestructura. ¿Dónde están las carreteras, los recursos energéticos y el sistema educativo pensado para los próximos 30 años?

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