Por Mariana Apud
11 Enero 2014
IMPECABLE POSTAL. El chileno Víctor Manuel Gallego Lozic demostró técnica y destreza para dominar la combinación propuesta por los caminos sanpedrenses.
Estaban para perseguir a Cyril Despres o a Marc Coma. Tampoco el chileno Ignacio Casale se habría escapado mucho en su cuatri. Sí, sueños, pero con sus máquinas en manos quién les impide que la imaginación se vaya hasta la estratosfera. “Dan ganas”, reconoce Eduardo Hassan. El cirujano de 53 años, sentado en uno de los caños del techo de su UTV, miraba pasar las motos y cuatriciclos.
Acostumbrado a que el sol le pegue en todos sus frentes, Hassan ni se inmutaba ante el calor porque le gusta esta cuestión de la aventura a campo traviesa. Lo suficiente como para que sea un hobby y no una profesión como lo es para quienes pasaron delante de sus ojos. “Empecé con un cuatri, pero en una de las tantas travesías, a más de 5.000 metros de altura, se me congeló el dedo pulgar que va sin el guante y entonces me di cuenta que no me puedo dar el lujo de lastimarme una articulación de mi mano”, especificó el profesional.
Lógicamente el cuidado de sus manos es clave en su vida y el del corazón también. Entonces Hassan, decisión salomónica mediante, optó por el equilibrio. “Pensé en un UTV: voy más cómodo, con cinturón de cinco puntas y me divierto lo mismo. Ahora no lo cambio por nada”, reconoció la importancia de la adquisición que hizo hace dos años atrás. Aunque no competitivamente, el integrante del club ATV Tucumán se parecerá dentro de poco a los “dakarianos”. “En este mismo río, por donde pasa el Dakar, estoy preparando el UTV para hacer la Ruta 40”, reveló Hassan la próxima expedición que hará y que lo llevará por los caminos de uno de los Dakar Series.
Otro que se aventuró sobre las cuatro ruedas, pero en sus cuatriciclos fue César Saracho. Él hombre que con entusiasmo vitoreó a los helicópteros que filman el Dakar trepado en el Kawasaki 750 definió a todo su clan como entusiasta de la aventura. “Nos encantan las travesías”, explicó. La máquina que él comanda llama la atención por su gran porte y por su camuflaje militar y la otra porque la pilotea una doncella de pocos años de edad. “Son muy chiquitos todavía, pero si los chicos me piden correr creo que si los dejaría, mientras lo hagan con cuidado”, dice Saracho, no muy convencido. Con más convicción se atreve a evaluar el trayecto que cumplieron las motos y cuatris en la quinta etapa del Dakar. “Hace un mes y medio hicimos un viaje por este camino. La organización calculó bien las etapas porque vienen de dos tramos muy duros y este es muy ligero. Llevando el cuatri parejo, es muy lindo manejarlo”, analizó.
Con muchas cilindradas menos, pero con las mismas ganas que sus ídolos Despres y Coma, los hermanos Contreras, Matías y Lucas, quedaron con entusiasmo competitivo tras el Dakar. “Cyril y Marc pasaron bien; muy rápido”, expresó su parecer Matías. “Lo que más me gustó es tener la experiencia de verlos en la vida real, no sólo en la tele”, explicó Lucas. Entre los hermanos se hizo el cambio de mando de las motos que condujeron desde la casa de veraneo en San Pedro a pocas cuadras del río donde sus referentes pasaron. “Empecé a andar en la moto que tiene Lucas que es 110 cilindradas”, señaló Matías desde su Yamaha 125. “Capaz me compren una como esa”, mira con anhelo Lucas desde la Kawasaki.
El pequeño, como César y Eduardo, desea y anhela más velocidad; es el efecto que suele causar la caravana Dakar cada vez que toca la vida de alguien.
Acostumbrado a que el sol le pegue en todos sus frentes, Hassan ni se inmutaba ante el calor porque le gusta esta cuestión de la aventura a campo traviesa. Lo suficiente como para que sea un hobby y no una profesión como lo es para quienes pasaron delante de sus ojos. “Empecé con un cuatri, pero en una de las tantas travesías, a más de 5.000 metros de altura, se me congeló el dedo pulgar que va sin el guante y entonces me di cuenta que no me puedo dar el lujo de lastimarme una articulación de mi mano”, especificó el profesional.
Lógicamente el cuidado de sus manos es clave en su vida y el del corazón también. Entonces Hassan, decisión salomónica mediante, optó por el equilibrio. “Pensé en un UTV: voy más cómodo, con cinturón de cinco puntas y me divierto lo mismo. Ahora no lo cambio por nada”, reconoció la importancia de la adquisición que hizo hace dos años atrás. Aunque no competitivamente, el integrante del club ATV Tucumán se parecerá dentro de poco a los “dakarianos”. “En este mismo río, por donde pasa el Dakar, estoy preparando el UTV para hacer la Ruta 40”, reveló Hassan la próxima expedición que hará y que lo llevará por los caminos de uno de los Dakar Series.
Otro que se aventuró sobre las cuatro ruedas, pero en sus cuatriciclos fue César Saracho. Él hombre que con entusiasmo vitoreó a los helicópteros que filman el Dakar trepado en el Kawasaki 750 definió a todo su clan como entusiasta de la aventura. “Nos encantan las travesías”, explicó. La máquina que él comanda llama la atención por su gran porte y por su camuflaje militar y la otra porque la pilotea una doncella de pocos años de edad. “Son muy chiquitos todavía, pero si los chicos me piden correr creo que si los dejaría, mientras lo hagan con cuidado”, dice Saracho, no muy convencido. Con más convicción se atreve a evaluar el trayecto que cumplieron las motos y cuatris en la quinta etapa del Dakar. “Hace un mes y medio hicimos un viaje por este camino. La organización calculó bien las etapas porque vienen de dos tramos muy duros y este es muy ligero. Llevando el cuatri parejo, es muy lindo manejarlo”, analizó.
Con muchas cilindradas menos, pero con las mismas ganas que sus ídolos Despres y Coma, los hermanos Contreras, Matías y Lucas, quedaron con entusiasmo competitivo tras el Dakar. “Cyril y Marc pasaron bien; muy rápido”, expresó su parecer Matías. “Lo que más me gustó es tener la experiencia de verlos en la vida real, no sólo en la tele”, explicó Lucas. Entre los hermanos se hizo el cambio de mando de las motos que condujeron desde la casa de veraneo en San Pedro a pocas cuadras del río donde sus referentes pasaron. “Empecé a andar en la moto que tiene Lucas que es 110 cilindradas”, señaló Matías desde su Yamaha 125. “Capaz me compren una como esa”, mira con anhelo Lucas desde la Kawasaki.
El pequeño, como César y Eduardo, desea y anhela más velocidad; es el efecto que suele causar la caravana Dakar cada vez que toca la vida de alguien.
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