El Papa condena a los “mercaderes de carne humana”

En el Día del Inmigrante, Francisco cuestionó a quienes esclavizan a inmigrantes y refugiados.

LLAMADO. Francisco invitó a cambiar la maldad por inocencia. REUTERS LLAMADO. Francisco invitó a cambiar la maldad por inocencia. REUTERS
20 Enero 2014
El papa Francisco pidió ayer terminar con “los mercaderes de carne humana que quieren esclavizar a los inmigrantes y a los refugiados”. Lo hizo en alusión al Día Internacional del Inmigrante.

Durante el discurso que precede al tradicional Ángelus que celebra cada domingo, Jorge Bergoglio agradeció a “todos aquellos que trabajan con los inmigrantes para defenderlos de los que el Beato Scalabrini denominó mercaderes de carne humana”, publicó la agencia Télam.

“En estos momentos pensamos en tantos refugiados, en su sufrimiento, sus vidas, sin trabajo y sin documentos”, recordó el pontífice. Después pidió a los fieles que abarrotaron la plaza de San Pedro una oración hacia estas personas que viven situaciones graves y difíciles. Además, a los inmigrantes les pidió que vivan en paz en los países que los reciben. En Europa, las políticas anti inmigratorias son duras y miles de personas mueren por año ahogadas en el mar Mediterraneo intentando ingresar al continente, especialmente por Italia.

El cordero

Después de estas palabras, el pontífice argentino procedió a explicar el evangelio, que recuerda el encuentro entre Jesús y Juan Bautista en el río Jordán, y que da inicio al tiempo litúrgico ordinario, posterior a la Navidad.

“En el Nuevo Testamento, el término cordero se utiliza siempre para referirse a Jesús. Esta imagen del cordero podría sorprender ya que no se trata de un animal fuerte y robusto que carga sobre sus espaldas con un enorme peso”, indicó el papa. Entonces explicó que el cordero es una criatura débil y frágil, símbolo de la obediencia, la docilidad y el amor que lleva a su propio sacrifico.

Así, Francisco invitó a las personas que le escuchaban a continuar con el ejemplo del “Cordero de Dios”, “cambiar la maldad por la inocencia, la fuerza por el amor, la soberbia por la humildad o el prestigio por el servicio”.

“Ser discípulos del Cordero significa no vivir como una ciudad asediada, sino como una ciudad sobre el monte, acogedora, abierta y solidaria”, subrayó.

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