31 Enero 2014
CONTRA EL VÉRTIGO EN LAS ALTURAS DEL VALLE. Alejandra Pérez resume la escena: “no es lo mismo hacer actividad física en un gimnasio que en este lugar”. la gaceta / foto de diego aráoz
Principio, nudo y desenlace. En esta actividad confluyen el trekking, la escalada y el rappel. Sumados, presentan una propuesta extrema, pero posible de concretar en Tafí del Valle, y un programa ideal para los amantes de la naturaleza y los desafíos.
Luis González (40 años) da la bienvenida en la orilla de La Angostura. González escala desde hace más de dos décadas, y junto a Matías Rohmer-Litzmann (35 años) y Alejandro Marak (35 años) son los instructores que acompañan y alientan a los principiantes.
“Respetar la montaña, quererla y cuidarla”. Estas son las primeras palabras que Marak comparte con el grupo de 14 escaladores. Luego, llegan las recomendaciones técnicas y de seguridad.
La largada (trekking)
El ascenso comienza en el camino viejo que une a El Mollar con Tafí. La caminata de 25 minutos conduce al sector llamado Chivo Berrinche. Allí hay alrededor de siete vías de escalada de distinta dificultad. El lugar tiene dos características que lo hacen muy atractivo: roca de buena calidad (es dura y no se desarma) y acceso fácil desde San Miguel de Tucumán.
En el paso a paso, con la mirada cómplice de las vacas que pastan, el suelo cambia de color, textura y aroma. Aparecen pequeños montículos de un sedimento blanco que es utilizado por los lugareños como abrasivo natural. Un perfume de anís invade el recorrido, que termina en unas pircas que parecen delimitar un corral.
Entonces llega el plato fuerte: la escalada. Un afloramiento de roca visible desde la entrada al valle es el lugar elegido para las hazañas de autosuperación con las que los participantes pretenden llenar su pecho. González, Rohmer-Litzmann y Marak extraen de sus mochilas el equipo necesario para escalar: soga, arnés, casco, seguros, zapatillas especiales, etcétera. La obsesión de los instructores por la seguridad es directamente proporcional a la calma de los aficionados al momento de encarar una pared de 30 metros de altura, la primera de las tres vías elegidas.
Unas pequeñas zapatillas con punta pronunciada llaman la atención. Ese calzado resulta indispensable para el abordaje de las vías de mayor dificultad porque permite hacer pie en cualquier saliente o grieta. En la base de la piedra, el tranqueño David González (27 años) toma aliento y reflexiona: “¿qué siento? ¡Adrenalina!”. Así comienza su ascenso. A metros de allí, la joven pareja que se propone llegar a la cima asegura que con confianza mutua y el aliento de los compañeros la cuesta se hace menos empinada.
A la meta se llega casi sin fuerzas, al borde del agotamiento, pero con orgullo. No es la única satisfacción. Una nueva perspectiva de Tafí, que luce sus cumbres devoradas por las nubes e iluminadas por el sol, premia a los valientes. En el ínterin, el humor ha cambiado: el miedo inicial se convierte en una sonrisa amplia. Es tiempo de descender en forma liviana y rápida con el “tobogán” del rappel.
Astronomía, historia, geografía, biología y nuestro pasado precolombino. Esta es la propuesta de El Potrerillo Turismo y Cultura, centro de entretenimiento con actividades para niños y adultos. El complejo dispone, además, de instalaciones apropiadas para pasar la noche.
Para llegar a El Potrerillo hay que subir hasta el kilómetro 7 de la Ruta 355. Allí, Oscar Villagra, su propietario, guía al público interesado en conocer los caminos del pasado. Villagra dice que su objetivo es revalorizar el legado de los pueblos originarios y las riquezas naturales de los cerros.
En El Potrerillo es posible conocer y probar diferentes prácticas educativas muy dinámicas en las que se utiliza el juego como herramienta de aprendizaje. En ese ámbito se enseña a moler granos empleando distintos instrumentos tecnológicos. Además, se divulga información sobre el origen de las comidas típicas y se comparan los métodos para procesar granos que utilizaban los antiguos habitantes del valle con los instrumentos de la cocina moderna.
El centro también ofrece la oportunidad de ver en acción un telar similar al empleado en la era precolombina y de entender cómo confeccionaban sus prendas nuestros antepasados.
Otro programa interesante es el de tallado de piedra, que aborda el legado lítico de la Cultura Tafí y del pueblo Calchaquí. Esos objetos y obras “más fuertes que el tiempo” portan mensajes sorprendentes.
El Potrerillo organiza recorridos por asentamientos arqueológicos y observaciones del firmamento. Cuando el cielo está despejado, es posible hacer un “tour” por el cielo gracias a los telescopios instalados en el complejo. Más información en el portal oficial del emprendimiento: www.elpotrerillo.com.ar.
Luis González (40 años) da la bienvenida en la orilla de La Angostura. González escala desde hace más de dos décadas, y junto a Matías Rohmer-Litzmann (35 años) y Alejandro Marak (35 años) son los instructores que acompañan y alientan a los principiantes.
“Respetar la montaña, quererla y cuidarla”. Estas son las primeras palabras que Marak comparte con el grupo de 14 escaladores. Luego, llegan las recomendaciones técnicas y de seguridad.
La largada (trekking)
El ascenso comienza en el camino viejo que une a El Mollar con Tafí. La caminata de 25 minutos conduce al sector llamado Chivo Berrinche. Allí hay alrededor de siete vías de escalada de distinta dificultad. El lugar tiene dos características que lo hacen muy atractivo: roca de buena calidad (es dura y no se desarma) y acceso fácil desde San Miguel de Tucumán.
En el paso a paso, con la mirada cómplice de las vacas que pastan, el suelo cambia de color, textura y aroma. Aparecen pequeños montículos de un sedimento blanco que es utilizado por los lugareños como abrasivo natural. Un perfume de anís invade el recorrido, que termina en unas pircas que parecen delimitar un corral.
Entonces llega el plato fuerte: la escalada. Un afloramiento de roca visible desde la entrada al valle es el lugar elegido para las hazañas de autosuperación con las que los participantes pretenden llenar su pecho. González, Rohmer-Litzmann y Marak extraen de sus mochilas el equipo necesario para escalar: soga, arnés, casco, seguros, zapatillas especiales, etcétera. La obsesión de los instructores por la seguridad es directamente proporcional a la calma de los aficionados al momento de encarar una pared de 30 metros de altura, la primera de las tres vías elegidas.
Unas pequeñas zapatillas con punta pronunciada llaman la atención. Ese calzado resulta indispensable para el abordaje de las vías de mayor dificultad porque permite hacer pie en cualquier saliente o grieta. En la base de la piedra, el tranqueño David González (27 años) toma aliento y reflexiona: “¿qué siento? ¡Adrenalina!”. Así comienza su ascenso. A metros de allí, la joven pareja que se propone llegar a la cima asegura que con confianza mutua y el aliento de los compañeros la cuesta se hace menos empinada.
A la meta se llega casi sin fuerzas, al borde del agotamiento, pero con orgullo. No es la única satisfacción. Una nueva perspectiva de Tafí, que luce sus cumbres devoradas por las nubes e iluminadas por el sol, premia a los valientes. En el ínterin, el humor ha cambiado: el miedo inicial se convierte en una sonrisa amplia. Es tiempo de descender en forma liviana y rápida con el “tobogán” del rappel.
Astronomía, historia, geografía, biología y nuestro pasado precolombino. Esta es la propuesta de El Potrerillo Turismo y Cultura, centro de entretenimiento con actividades para niños y adultos. El complejo dispone, además, de instalaciones apropiadas para pasar la noche.
Para llegar a El Potrerillo hay que subir hasta el kilómetro 7 de la Ruta 355. Allí, Oscar Villagra, su propietario, guía al público interesado en conocer los caminos del pasado. Villagra dice que su objetivo es revalorizar el legado de los pueblos originarios y las riquezas naturales de los cerros.
En El Potrerillo es posible conocer y probar diferentes prácticas educativas muy dinámicas en las que se utiliza el juego como herramienta de aprendizaje. En ese ámbito se enseña a moler granos empleando distintos instrumentos tecnológicos. Además, se divulga información sobre el origen de las comidas típicas y se comparan los métodos para procesar granos que utilizaban los antiguos habitantes del valle con los instrumentos de la cocina moderna.
El centro también ofrece la oportunidad de ver en acción un telar similar al empleado en la era precolombina y de entender cómo confeccionaban sus prendas nuestros antepasados.
Otro programa interesante es el de tallado de piedra, que aborda el legado lítico de la Cultura Tafí y del pueblo Calchaquí. Esos objetos y obras “más fuertes que el tiempo” portan mensajes sorprendentes.
El Potrerillo organiza recorridos por asentamientos arqueológicos y observaciones del firmamento. Cuando el cielo está despejado, es posible hacer un “tour” por el cielo gracias a los telescopios instalados en el complejo. Más información en el portal oficial del emprendimiento: www.elpotrerillo.com.ar.