06 Abril 2014
EN MEDICINA. Llobeta, Torres Nieto y Orce debatirán sobre la relación médico - enfermo terminal. la gaceta / archivo
“En bioética se discute mucho si es lo mismo dejar morir que matar. Creo que es necesario ser cuidadoso y reconocer que no todos los pacientes son iguales ni todas las situaciones semejantes. Abandonar los esfuerzos por curar a una persona que se encuentra en agonía o cercana a la muerte no es matar. No es abandonar al enfermo. Lo que se debe hacer es poner en práctica todas aquella medidas que van a brindar calidad a los últimos días de esa persona enferma”. Bartolomé LLobeta (hijo) es ginecólogo y obstetra y docente de grado y de posgrado en Bioética de la Facultad de Medicina-UNT. En diálogo con LA GACETA, el profesional anticipó algunas reflexiones alrededor de un tema que escapa al rótulo de la fría médica clínica. Mañana, a las 13, en el Aula de Graduados de la Facultad de Medicina, La Madrid 875, LLobeta, Georgina Torres Nieto de Mercau y Gabriel Orce, analizarán si debe un equipo de salud respetar los deseos del enfermo terminal.
- Doctor Llobeta, ¿cuál es la diferencia entre “ayudar a morir mejor” y “dejar morir”?
- Los especialistas en cuidados paliativos conocen muy bien estas situaciones. Existen signos o síntomas identificables que pueden avisar al médico que es hora de pensar en limitar los esfuerzos para curar a un paciente terminal y planificar los cuidados y las atenciones paliativas. Yo les recomendaría a los pacientes y los familiares que se encuentran en esas situaciones tan difíciles y dolorosas que se dejen guiar por el profesional, que tengan confianza porque la medicina está preparada para ayudar a un paciente incurable, que está en agonía, a morir sin dolor, sin sufrimiento. Lo que llamamos un “buen morir” o “morir en paz”.
- ¿Qué ha cambiado en la Medicina para que podamos estar hablando del tema?
- Han cambiado las posibilidades técnicas y ha aparecido en el horizonte de las decisiones sobre la salud la autonomía del paciente. Han aparecido tratamientos y aparatos que permiten mantener las funciones vitales de una persona de manera indefinida. Y pueden ser muy útiles en pacientes muy graves pero que pueden curarse y se beneficiarán con ellos. Pero también pueden provocar un gran sufrimiento a pacientes con enfermedades incurables o irreversibles o a pacientes terminales que no van a recibir ningún beneficio con su aplicación, porque son técnicas invasivas que provocan incomodidad y dolor. Y se ha modificado un clásico principio de la atención médica: hasta hace un tiempo, el médico era visto como un padre bueno que sabía sin dudar qué era lo bueno para el paciente, qué necesitaba. El enfermo ocupaba el lugar de un niño que sólo debe hacer lo que le indican para curar; el paciente no estaba preparado para intervenir en el momento de tomar decisiones y tiene que aceptar el criterio de su medico. A esto se le llama “paternalismo”. Esta manera de relacionarse con el paciente, presente en la atención de la salud desde sus comienzos, se ha modificado y desde aproximadamente la mitad del siglo XX se dice que el paciente tiene derecho a que se respete y acepte su punto de vista. La autonomía del paciente obliga a los profesionales de la salud a brindar todos los datos que le permitan al enfermo participar activamente en el proceso de toma de decisiones. Hoy se sostiene que la relación ideal es la de la colaboración: el medico debe ofrecer sus conocimientos, su experiencia y sus criterios pero no puede decidir sólo. Es el paciente quien debe aportar sus propios valores e intereses y participar en la elección de un tratamiento.
- Doctor Llobeta, ¿cuál es la diferencia entre “ayudar a morir mejor” y “dejar morir”?
- Los especialistas en cuidados paliativos conocen muy bien estas situaciones. Existen signos o síntomas identificables que pueden avisar al médico que es hora de pensar en limitar los esfuerzos para curar a un paciente terminal y planificar los cuidados y las atenciones paliativas. Yo les recomendaría a los pacientes y los familiares que se encuentran en esas situaciones tan difíciles y dolorosas que se dejen guiar por el profesional, que tengan confianza porque la medicina está preparada para ayudar a un paciente incurable, que está en agonía, a morir sin dolor, sin sufrimiento. Lo que llamamos un “buen morir” o “morir en paz”.
- ¿Qué ha cambiado en la Medicina para que podamos estar hablando del tema?
- Han cambiado las posibilidades técnicas y ha aparecido en el horizonte de las decisiones sobre la salud la autonomía del paciente. Han aparecido tratamientos y aparatos que permiten mantener las funciones vitales de una persona de manera indefinida. Y pueden ser muy útiles en pacientes muy graves pero que pueden curarse y se beneficiarán con ellos. Pero también pueden provocar un gran sufrimiento a pacientes con enfermedades incurables o irreversibles o a pacientes terminales que no van a recibir ningún beneficio con su aplicación, porque son técnicas invasivas que provocan incomodidad y dolor. Y se ha modificado un clásico principio de la atención médica: hasta hace un tiempo, el médico era visto como un padre bueno que sabía sin dudar qué era lo bueno para el paciente, qué necesitaba. El enfermo ocupaba el lugar de un niño que sólo debe hacer lo que le indican para curar; el paciente no estaba preparado para intervenir en el momento de tomar decisiones y tiene que aceptar el criterio de su medico. A esto se le llama “paternalismo”. Esta manera de relacionarse con el paciente, presente en la atención de la salud desde sus comienzos, se ha modificado y desde aproximadamente la mitad del siglo XX se dice que el paciente tiene derecho a que se respete y acepte su punto de vista. La autonomía del paciente obliga a los profesionales de la salud a brindar todos los datos que le permitan al enfermo participar activamente en el proceso de toma de decisiones. Hoy se sostiene que la relación ideal es la de la colaboración: el medico debe ofrecer sus conocimientos, su experiencia y sus criterios pero no puede decidir sólo. Es el paciente quien debe aportar sus propios valores e intereses y participar en la elección de un tratamiento.
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