"Casi lo piso al Papa..."

Por Miguel Alderete Garrido - Sacerdote

27 Abril 2014
Cuando era seminarista estuve con San Juan Pablo II, en 1985. Mi amigo, el padre Julián de Armas Rodríguez, de la diócesis de Tenerife, me regaló un viaje a las Islas Canarias. Mucho tiempo junté dinero y me fui aquel año con sólo 100 dólares a Europa. Invitado por los salesianos participé del encuentro de Jóvenes de Taize, y en Barcelona recé por la paz del mundo junto a 25.000 jóvenes de diferentes religiones. Ahí conocí al hermano Roger Shults, muy amigo de Juan Pablo II. Uno de los jóvenes me pagó un tren a Roma, donde estudiaba el padre Jorge Gandur, y con él me quedé una semana. Presenté una carta en el Vaticano diciendo que era seminarista y que quería ir a una misa con el Papa. Me dijeron que esté a las 6 en la puerta de bronce, y cumplí. Me recibió el secretario personal Stanislaw Dziwisz -hoy arzobispo de Cracovia- y me llevó a la pequeña capilla. Entré abriendo la boca mirando el vitró iluminado del techo, y casi lo piso al Papa que estaba orando de rodillas... Juan Pablo II me parecía una pieza magnífica esculpida en mármol blanco, hasta que se rascó la cabeza y se movió… Fue un momento increíble. En esa misa hice una travesura: cuando me dio la comunión, a propósito le mordí los dedos al Papa para comprobar que era cierto. Se dio cuenta de mi intención y me regaló su primera sonrisa. Luego, en la biblioteca, conversó un ratito con cada uno. Le repetí tres veces: Santo Padre vaya a Tucumán (ya estaba anunciado su viaje para 1987). Sujetándome las manos imitaba mi voz y decía “Tu-cu-mán, Tu-cu-mán...” Me regaló un libro, un rosario y me dio un chirlo con fuerza y cariño que confirmó mi vocación... Jamás olvidaré ese encuentro con Juan Pablo II, hoy santo de nuestra Iglesia.

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