André Stahl - Columnista de DPA
BERLÍN.- Cuando la Unión Europea y EEUU aprueben nuevas sanciones contra Rusia por su rol en la crisis de Ucrania, Moscú volverá a minimizar su alcance. Las medidas adoptadas hasta ahora apenas dañaron al presidente Vladimir Putin, o al menos esa es la imagen que se transmite. No obstante, hay gran preocupación en ambas partes. Barack Obama exige ahora sanciones más duras, apremiado también en su propio país a actuar incluso en solitario, si fuera necesario. Esas medidas podrían dirigirse contra importantes sectores económicos rusos, como la industria energética (un tercio del gas que llega al bloque comunitario procede de allí). Pero los europeos todavía no se atreven a ir tan lejos, frenados por intereses nacionales.
El Gobierno ruso está seguro de poder contener los efectos de las sanciones, si es necesario recurriendo a la OMC. Pero el Kremlin es consciente de que los efectos de la crisis ucraniana pueden sentirse en la ya de por sí golpeada economía rusa. Putin amenaza con cerrar empresas extranjeras, una medida que se dirigiría más a empresas de materias primas. Esa tensión entre Rusia y Occidente puso nerviosos a los inversores, que retiraron unos U$S 70.000 millones sólo en el primer trimestre del año. Además, las agencias de ráting rebajaron la calificación de la solvencia de Rusia casi al nivel “basura”. Y los empresarios y consumidores rusos también están intranquilos.