04 Mayo 2014
El best seller de Darell Huff sigue vigente. En su obra “Cómo mentir con estadísticas”, el escritor estadounidense advertía que los promedios y las relaciones, las tendencias y los gráficos no son siempre lo que parecen. Y que el lenguaje secreto de las estadísticas se puede emplear para causar sensación, deformar, confundir o simplificar con demasía. Pero también advertía que eran necesarias para una sociedad que consume datos, tendencias y vive pendiente de las cuestiones económicas.
Trasladada esta situación a la Argentina, la sociedad viene percibiendo que desde hace más de siete años, las estadísticas oficiales han dejado de ser del todo creíbles. Más aún, los cambios metodológicos, introducidos por el Gobierno nacional, han dado algunas señales de volver a la normalidad estadística, a acercar las expectativas ciudadanas a las mediciones oficiales. Sin embargo, los movimientos pendulares del Ejecutivo volvieron a demostrar la “pobreza” estadística.
Un día se dijo que la economía de 2013 creció a un ritmo; luego que -modificaciones mediante- aquel crecimiento no era tal y que el Estado no estaba obligado a pagar un título que se mueve al ritmo del PBI. La inflación abrió otro capítulo. El año arrancó con la expectativa de que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) había reconocido la realidad de las góndolas. Meses más tardes volvieron las dudas. Y la pobreza ni siquiera se reveló a cuántos ciudadanos alcanzó.
Más aún, en este último caso, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, ha dicho que se registró una “imposibilidad de empalme” de las mediciones de pobreza con el nuevo Índice de Precios al Consumidor Nacional urbano (IPCNu). Sin embargo, expertos consultados por DINERO remarcaron que se trata de un argumento falso. Y apuntaron, además, que el Gobierno nacional ha cometido un pecado original: modificar el calendario de difusión de los informes. “Los estándares internacionales señalan que, para transmitir transparencia y calidad de los datos, hay que tener un calendario de tal manera que indique, con seis meses de antelación, cuándo se difundirán los reportes. Y eso hace a las buenas prácticas de las estadísticas públicas. En la Argentina, eso no se respeta”, indica Graciela Bevacqua, ex directora de índice de precios del Indec. La consultora advierte que es torpe argumentar que se requiere empalmes estadísticos. “El IPCNu es de enero, mientras el cálculo de la pobreza es para el segundo semestre de 2013, cuando no había ni anuncios de cambios metodológicos para el cálculo del índice de precios”, acota.
Víctor Beker, ex director del Indec, coincide con Bevacqua en que es falso hablar de un problema de empalme. “Diría que están trabajando en un nuevo índice de pobreza y de indigencia para que no se puedan comparar”, señala el economista. Beker cree que para que haya un cambio en la percepción social de las estadísticas públicas habrá que esperar hasta 2015 y vislumbrar si se crea un nuevo organismo encargado de las mediciones oficiales. “Para tener estadísticas sanas, hay que empezar de nuevo”, agrega. Mientras tanto, indica, habrá que manejarse como en los últimos siete años, es decir, mirando la inflación que miden las consultoras o los informes de la Universidad Católica Argentina, en el caso de la pobreza. “Sin embargo esa información no podrá ser tan perfecta como la que puede elaborar un Indec saneado, por los recursos humanos que son infinitamente mayores a los de cualquier consultora y que hoy están siendo desperdiciados”, sostiene. En eso también coincide Bevacqua. “Se ha destruido el sistema estadístico nacional, pero hay aún buenos equipos de trabajo en el Indec. Reconstruir aquel sistema por lo menos demandará dos años, como mínimo”, finaliza.
El argumento: Justificación oficial
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dijo que no difundió los indicadores oficiales de pobreza e indigencia por la existencia de “severas carencias metodológicas” a partir del cambio del índice que mide los precios al consumidor. El organismo indicó que “se encuentra actualmente trabajando, en conjunto con otros organismos, en nuevas metodologías que permitirán caracterizar de manera más eficiente las condiciones socioeconómicas de la población en el conjunto de las regiones que componen el país, con el objetivo de continuar proveyendo de instrumentos confiables que permitan el diseño e implementación de las políticas públicas”.
La prueba: Un simple cálculo
Víctor Beker dice que el gobierno protagoniza la película “Atrapado sin salida”. Y argumenta: “si tomamos el caso de la indigencia, medida con la canasta básica alimentaria (CBA) a diciembre pasado, había que contar con $ 225 por adulto equivalente para satisfacerla”. “Es decir, que se comía con $ 8,50 al día según el Indec”, agrega. Ahora bien, si se toma en cuenta los valores de los “Precios Cuidados”, que también son oficiales, aquella canasta se valoriza en $ 600. “Entonces, ¿Por qué la inflación subió un 138% entre diciembre de 2013 y abril de este año? Esa es la pregunta que debería contestar el Gobierno nacional”, dice. Con esas cifras, sostiene, el nivel de indigencia rondaría el 5%, y el de la pobreza, un 25%.
Proyección: ¿Cuántos son?
“Hay un 10% de la población que no tiene trabajo estable, que realiza changas, que necesita de los planes para garantizar niveles mínimos de subsistencia de sobrevivencia”, indicó el jefe del Programa del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), Agustín Salvia. Esa entidad calculó en 27,5% la pobreza al cierre de 2013. Víctor Beker acota: “una medida puede ser tomar a los cuatro millones de beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, que se convierten en ocho millones por el impacto de la ayuda social. A eso habría que sumarles los jubilados que ganan la mínima y los que son pobres y no tienen hijos. Así, los pobres llegarían a 10 millones en el país”.
Trasladada esta situación a la Argentina, la sociedad viene percibiendo que desde hace más de siete años, las estadísticas oficiales han dejado de ser del todo creíbles. Más aún, los cambios metodológicos, introducidos por el Gobierno nacional, han dado algunas señales de volver a la normalidad estadística, a acercar las expectativas ciudadanas a las mediciones oficiales. Sin embargo, los movimientos pendulares del Ejecutivo volvieron a demostrar la “pobreza” estadística.
Un día se dijo que la economía de 2013 creció a un ritmo; luego que -modificaciones mediante- aquel crecimiento no era tal y que el Estado no estaba obligado a pagar un título que se mueve al ritmo del PBI. La inflación abrió otro capítulo. El año arrancó con la expectativa de que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) había reconocido la realidad de las góndolas. Meses más tardes volvieron las dudas. Y la pobreza ni siquiera se reveló a cuántos ciudadanos alcanzó.
Más aún, en este último caso, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, ha dicho que se registró una “imposibilidad de empalme” de las mediciones de pobreza con el nuevo Índice de Precios al Consumidor Nacional urbano (IPCNu). Sin embargo, expertos consultados por DINERO remarcaron que se trata de un argumento falso. Y apuntaron, además, que el Gobierno nacional ha cometido un pecado original: modificar el calendario de difusión de los informes. “Los estándares internacionales señalan que, para transmitir transparencia y calidad de los datos, hay que tener un calendario de tal manera que indique, con seis meses de antelación, cuándo se difundirán los reportes. Y eso hace a las buenas prácticas de las estadísticas públicas. En la Argentina, eso no se respeta”, indica Graciela Bevacqua, ex directora de índice de precios del Indec. La consultora advierte que es torpe argumentar que se requiere empalmes estadísticos. “El IPCNu es de enero, mientras el cálculo de la pobreza es para el segundo semestre de 2013, cuando no había ni anuncios de cambios metodológicos para el cálculo del índice de precios”, acota.
Víctor Beker, ex director del Indec, coincide con Bevacqua en que es falso hablar de un problema de empalme. “Diría que están trabajando en un nuevo índice de pobreza y de indigencia para que no se puedan comparar”, señala el economista. Beker cree que para que haya un cambio en la percepción social de las estadísticas públicas habrá que esperar hasta 2015 y vislumbrar si se crea un nuevo organismo encargado de las mediciones oficiales. “Para tener estadísticas sanas, hay que empezar de nuevo”, agrega. Mientras tanto, indica, habrá que manejarse como en los últimos siete años, es decir, mirando la inflación que miden las consultoras o los informes de la Universidad Católica Argentina, en el caso de la pobreza. “Sin embargo esa información no podrá ser tan perfecta como la que puede elaborar un Indec saneado, por los recursos humanos que son infinitamente mayores a los de cualquier consultora y que hoy están siendo desperdiciados”, sostiene. En eso también coincide Bevacqua. “Se ha destruido el sistema estadístico nacional, pero hay aún buenos equipos de trabajo en el Indec. Reconstruir aquel sistema por lo menos demandará dos años, como mínimo”, finaliza.
El argumento: Justificación oficial
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dijo que no difundió los indicadores oficiales de pobreza e indigencia por la existencia de “severas carencias metodológicas” a partir del cambio del índice que mide los precios al consumidor. El organismo indicó que “se encuentra actualmente trabajando, en conjunto con otros organismos, en nuevas metodologías que permitirán caracterizar de manera más eficiente las condiciones socioeconómicas de la población en el conjunto de las regiones que componen el país, con el objetivo de continuar proveyendo de instrumentos confiables que permitan el diseño e implementación de las políticas públicas”.
La prueba: Un simple cálculo
Víctor Beker dice que el gobierno protagoniza la película “Atrapado sin salida”. Y argumenta: “si tomamos el caso de la indigencia, medida con la canasta básica alimentaria (CBA) a diciembre pasado, había que contar con $ 225 por adulto equivalente para satisfacerla”. “Es decir, que se comía con $ 8,50 al día según el Indec”, agrega. Ahora bien, si se toma en cuenta los valores de los “Precios Cuidados”, que también son oficiales, aquella canasta se valoriza en $ 600. “Entonces, ¿Por qué la inflación subió un 138% entre diciembre de 2013 y abril de este año? Esa es la pregunta que debería contestar el Gobierno nacional”, dice. Con esas cifras, sostiene, el nivel de indigencia rondaría el 5%, y el de la pobreza, un 25%.
Proyección: ¿Cuántos son?
“Hay un 10% de la población que no tiene trabajo estable, que realiza changas, que necesita de los planes para garantizar niveles mínimos de subsistencia de sobrevivencia”, indicó el jefe del Programa del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), Agustín Salvia. Esa entidad calculó en 27,5% la pobreza al cierre de 2013. Víctor Beker acota: “una medida puede ser tomar a los cuatro millones de beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, que se convierten en ocho millones por el impacto de la ayuda social. A eso habría que sumarles los jubilados que ganan la mínima y los que son pobres y no tienen hijos. Así, los pobres llegarían a 10 millones en el país”.