Siguiendo con el título de la columna, también podemos decir que Alperovich no es Kirchner, ni que Tucumán es Argentina. Pero, ¿a qué vamos cuando deslizamos aquella afirmación? Apuntamos a 2015. En las últimas semanas, la senadora nacional pasó de ser la primera posibilidad de continuidad del alperovichismo a ser la última. ¿Por qué? Se debe a versiones que surgieron en el propio palacio gubernamental sobre que Beatriz Rojkés repensó seriamente respecto de la gran chance que tiene de ser la heredera política de su marido, fundamentalmente por el temor que le empezaron a generar los eventuales daños colaterales que causa el ejercicio del poder. ¿Cuáles? La afectación de los honores, la dignidad pisoteada, la familia expuesta a todo tipo de comentarios del barro de la política. Nadie se mete en política con las botas adecuadas, se camina descalzo. Puede ser que el rumor tenga algo de asidero, tanto como que ese estado de duda le pueda durar un par de meses para luego renovar sus aspiraciones a gobernadora. ¿Está en condiciones? Es la pregunta que cabe hacer y que origina el motivo del título de este panorama tucumano. Cuando Cristina Fernández fue presentada como la candidata presidencial del Frente para la Victoria en 2007, algunas voces se levantaron en su contra, especialmente desde el peronismo. Quién no recuerda la famosa sentencia del ex presidente Eduardo Duhalde sobre que no tenía experiencia ejecutiva, desmereciendo la llegada de la actual jefa de Estado -y luego reelecta- a la Casa Rosada. Claro, detrás de Cristina estaba Néstor y todo un caudal político y de poder acumulado para sostener desde las sombras la gestión de la mandataria nacional, aún llevando a un extrapartidario en la fórmula oficialista ( Julio Cobos). El patagónico ejerció el poder real detrás de su esposa; nadie hablaba con ella sin pasar primero por las oficinas de Néstor. Fue el sostén de la Presidenta, se comunicaba con los gobernadores, era el orientador económico de la gestión. Fue el gran apoyo del gobierno cristinista. La administración nacional se justificaba por la presencia de Kirchner detrás del telón. Le daba fortaleza. ¿Alperovich está en condiciones de repetir ese esquema de poder? Alguna vez se llegó a sugerir, para no afectar la incidencia de Cristina en la marcha de la gestión que había un ?doble comando? entre los pinguinos. Si es Rojkés la elegida, ¿tendrá un sostén político similar para sostenerse? O mejor aún, ¿Alperovich tiene ganas de reeditar esta versión santacruceña de ejercicio familiar del poder en Tucumán? ¿Tendrá fuerzas y la decisión necesaria para respaldar, fortalecer y cerrar un círculo de protección alrededor de su esposa? Tal vez sea una pregunta equivocada. La correcta sería, en todo caso, ¿quiere Alperovich que su mujer sea la candidata a gobernadora por el oficialismo? Últimamente, desde Buenos Aires, Daniel Scioli baja un slogan para reforzar sus aspiraciones presidenciales: ?continuidad con cambios?. ¿Es Rojkés la continuidad?, ¿cuáles deberían ser esos cambios?, si es que es válida la propuesta del bonaerense para el territorio tucumano. En todo caso, ¿debe haber continuidad o sólo cambios? La continuidad depende de Alperovich, ya que deberá bendecir a un candidato, entre los que figura su esposa. Nadie la descarta. El cambio depende de que algunos, caso Domingo Amaya, se anime a dar el salto de calidad al estilo sciolista, el de continuidad con cambios. Por lo menos es lo que se espera del intendente, si es que aspira realmente a la gobernación. Su reto es cómo hacerse fuerte desde aquí hasta fin de año como para convencer a Alperovich que debe ser el número uno en la fórmula del peronismo para 2015. Para eso anda a los codazos con Manzur y Jaldo. En ese marco, hay que seguir las negociaciones internas en el PJ nacional que mañana renovará autoridades, donde Rojkés y Alperovich tienen su espacio. La integración de posibles tucumanos en la lista dirá algo sobre la competencia tucumana por la gobernación, aunque no será definitivo. Coletazos habrá.

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