Por Roberto Delgado
09 Mayo 2014
Como en la Ciudad de El Inmortal, de Borges, la (ex) diagonal a Tafí Viejo se ha transformado en una construcción caótica carente de sentido. Al menos, por ahora y al menos, también, sin el sentido que tenía hasta hace dos años, que era comunicar la ciudad del limón con la capital provincial, en una avenida que atravesaba un paisaje espectacular con vista al cerro y a las plantaciones de limón. Había peligros: pasar por la diagonal también implicaba, en algunas horas y en algunos días, ciertos riesgos: los ómnibus recibían pedradas a menudo y hubo más de un asalto.
Las cosas cambiaron. Hace menos de una década comenzó el megaemprendimiento Lomas de Tafí, con 5.000 casas, lo que implicaba llevar a la zona el movimiento de una nueva ciudad. Unos 25.000 nuevos vecinos, más el arrastre que implica, porque empiezan a desarrollarse los barrios circundantes.
Les cayó encima un pesado lastre a los encargados de planificación de Tafí Viejo, que, por celos o por lenidad, dejaron que la provincia se llevara la responsabilidad de pensar en lo que iba a pasar. Y ahí empezaron los problemas, porque a la hora de diseñar el movimiento de toda esa gente fue Vialidad provincial la que pensó. Según la confesión del titular del ente vial, Raúl Basilio (y de su equipo), planearon una autovía en la diagonal pero no calcularon el flujo de tránsito que iba a haber en 2025 (dentro de 11 años). Extraño: sabían cuánta gente iba a estar circulando (sabían del megabarrio) pero calcularon mal la circulación. Entonces una unidad de coordinación de Buenos Aires, que es la que conecta con el Banco Interamericano de Desarrollo (que es el que pone la plata) les dijo que hoy circulan 20.000 autos por día y ordenó cambiar el plan (que, según Basilio, calculaba 15.000 autos por día), eliminar cuatro de las cinco rotondas pensadas, transformar la diagonal en autopista, elevarla con cemento y poner puentes y pasarelas. Por un lado, esto implicó aumentar el gasto de $ 100 millones a $ 152 millones. Un daño al bolsillo social. Y aún no está explicado claramente el fundamento del flujo vehicular, porque, según los mapas de Vialidad Nacional, en el acceso norte de Córdoba de la autopista que va a Rosario circulan 14.000 autos por día, y en la salida de la ruta 9 que va a Colonia Caroya, 9.550 vehículos por día (Ver: http://transito.vialidad.gov.ar:8080/SelCE_WEB/intro.html). ¿Y en los 7 km de Tafí Viejo a Tucumán circulan muchos más autos que en los accesos a Córdoba? ¿Cómo se hizo el cálculo que justificó los cambios en la obra?
Esto también empezó a causar daño humano: los vecinos están obligados a desviarse por un camino alternativo, sin iluminación, los asaltan y hay constantes accidentes: aseguran que hubo 10 muertes en el último año. También dicen que los accesos a los distintos barrios van a estar colapsados (ya lo están), de lo que se infiere que aunque la autopista permita que los autos circulen a toda velocidad por esos siete kilómetros, el riesgo y los embotellamientos persistirán.
El titular de Vialidad, enojado, afirma que sí se acordó con los pobladores, pero que son los del barrio UTA los que se oponen y no dejan que se terminen las obras. Pero no se entiende: ¿por qué niños, jóvenes, adultos y ancianos tendrán que caminar varias cuadras para cruzar de un sector a otro de la diagonal (por ejemplo, para ir a la Escuela 255), o bien subir a puentes y pasarelas, en vez de atravesar simplemente la diagonal por una senda peatonal regulada con semáforo? ¿Por qué los barrios del este, en vez de ver el cerro, tienen ahora un enorme paredón de cemento?
No hay respuestas. A la eliminación del paisaje la llaman daño ambiental, y ya está hecho. No van a volver atrás ni van a tirar la muralla; la autopista está construida en un 95%. Diseñada desde un escritorio en Buenos Aires, en una escala inhumana, que muestra la confesa impericia de los planificadores locales, que dejaron ausente al vecino de la zona. Hay un conflicto que se les tira a las generaciones futuras: dificultades de cruce, accidentes y velocidad en una diagonal que antes era para pasear. Ese es su nuevo sentido. O sinsentido.
Las cosas cambiaron. Hace menos de una década comenzó el megaemprendimiento Lomas de Tafí, con 5.000 casas, lo que implicaba llevar a la zona el movimiento de una nueva ciudad. Unos 25.000 nuevos vecinos, más el arrastre que implica, porque empiezan a desarrollarse los barrios circundantes.
Les cayó encima un pesado lastre a los encargados de planificación de Tafí Viejo, que, por celos o por lenidad, dejaron que la provincia se llevara la responsabilidad de pensar en lo que iba a pasar. Y ahí empezaron los problemas, porque a la hora de diseñar el movimiento de toda esa gente fue Vialidad provincial la que pensó. Según la confesión del titular del ente vial, Raúl Basilio (y de su equipo), planearon una autovía en la diagonal pero no calcularon el flujo de tránsito que iba a haber en 2025 (dentro de 11 años). Extraño: sabían cuánta gente iba a estar circulando (sabían del megabarrio) pero calcularon mal la circulación. Entonces una unidad de coordinación de Buenos Aires, que es la que conecta con el Banco Interamericano de Desarrollo (que es el que pone la plata) les dijo que hoy circulan 20.000 autos por día y ordenó cambiar el plan (que, según Basilio, calculaba 15.000 autos por día), eliminar cuatro de las cinco rotondas pensadas, transformar la diagonal en autopista, elevarla con cemento y poner puentes y pasarelas. Por un lado, esto implicó aumentar el gasto de $ 100 millones a $ 152 millones. Un daño al bolsillo social. Y aún no está explicado claramente el fundamento del flujo vehicular, porque, según los mapas de Vialidad Nacional, en el acceso norte de Córdoba de la autopista que va a Rosario circulan 14.000 autos por día, y en la salida de la ruta 9 que va a Colonia Caroya, 9.550 vehículos por día (Ver: http://transito.vialidad.gov.ar:8080/SelCE_WEB/intro.html). ¿Y en los 7 km de Tafí Viejo a Tucumán circulan muchos más autos que en los accesos a Córdoba? ¿Cómo se hizo el cálculo que justificó los cambios en la obra?
Esto también empezó a causar daño humano: los vecinos están obligados a desviarse por un camino alternativo, sin iluminación, los asaltan y hay constantes accidentes: aseguran que hubo 10 muertes en el último año. También dicen que los accesos a los distintos barrios van a estar colapsados (ya lo están), de lo que se infiere que aunque la autopista permita que los autos circulen a toda velocidad por esos siete kilómetros, el riesgo y los embotellamientos persistirán.
El titular de Vialidad, enojado, afirma que sí se acordó con los pobladores, pero que son los del barrio UTA los que se oponen y no dejan que se terminen las obras. Pero no se entiende: ¿por qué niños, jóvenes, adultos y ancianos tendrán que caminar varias cuadras para cruzar de un sector a otro de la diagonal (por ejemplo, para ir a la Escuela 255), o bien subir a puentes y pasarelas, en vez de atravesar simplemente la diagonal por una senda peatonal regulada con semáforo? ¿Por qué los barrios del este, en vez de ver el cerro, tienen ahora un enorme paredón de cemento?
No hay respuestas. A la eliminación del paisaje la llaman daño ambiental, y ya está hecho. No van a volver atrás ni van a tirar la muralla; la autopista está construida en un 95%. Diseñada desde un escritorio en Buenos Aires, en una escala inhumana, que muestra la confesa impericia de los planificadores locales, que dejaron ausente al vecino de la zona. Hay un conflicto que se les tira a las generaciones futuras: dificultades de cruce, accidentes y velocidad en una diagonal que antes era para pasear. Ese es su nuevo sentido. O sinsentido.