Por Carlos Páez de la Torre H
14 Mayo 2014
BENJAMÍN VILLAFAÑE. José Posse se negó a sustituirlo como diputado nacional. la gaceta / archivo
En junio de 1854, Tucumán eligió diputados al Congreso de la Confederación Argentina. En la votación, se impuso Benjamín Villafañe, con 1.661 sufragios. Detrás venían Félix Vico, con 1.612; Uladislao Frías, con 1.224 y José Posse, con 779. Pero la Sala de Representantes eliminó a Villafañe, alegando que había estado ausente del país; que había sido empleado en el extranjero; que se había casado allí, y que le faltaba el requisito constitucional de cuatro años de “ciudadanía en ejercicio”.
El beneficiario, don José Posse, en una larga nota al Gobierno, declaró “que no acepto el cargo de diputado” y sostuvo “la ilegitimidad de mi nombramiento”.
Posse se detenía en la exigencia de los cuatro años. Expresaba que “el ejercicio de la ciudadanía no quiere decir el uso material de ese derecho, sino la aptitud para ser hábil ciudadano, la posesión del derecho mismo”.
Se era ciudadano en la Argentina o en el extranjero, mientras ese derecho no estuviera suspendido por actos delictivos. Y “la ausencia no es un crimen”, afirmaba.
Villafañe estuvo afuera por ser emigrado político. Eso era “un título de honor, una circunstancia que fortifica la ciudadanía”. En cuanto al empleo, se trató de un cargo docente, por que así se ganaba el pan en el exilio. Y en cuanto al casamiento de Villafañe, era algo que no merecía contestarse.
Su propia designación como reemplazante era, insistía, ilegal. Los diputados son elegidos directamente por el pueblo y no indirectamente por los legisladores. “¿Con qué derecho la Sala me hace a mí heredero de esa candidatura?”, preguntaba. En suma, no aceptaba ir, “como hombre de honor, a sentarme sobre la ruina de mi ilustre amigo, dejándome caer en la cabeza una corona de espinas”.
El beneficiario, don José Posse, en una larga nota al Gobierno, declaró “que no acepto el cargo de diputado” y sostuvo “la ilegitimidad de mi nombramiento”.
Posse se detenía en la exigencia de los cuatro años. Expresaba que “el ejercicio de la ciudadanía no quiere decir el uso material de ese derecho, sino la aptitud para ser hábil ciudadano, la posesión del derecho mismo”.
Se era ciudadano en la Argentina o en el extranjero, mientras ese derecho no estuviera suspendido por actos delictivos. Y “la ausencia no es un crimen”, afirmaba.
Villafañe estuvo afuera por ser emigrado político. Eso era “un título de honor, una circunstancia que fortifica la ciudadanía”. En cuanto al empleo, se trató de un cargo docente, por que así se ganaba el pan en el exilio. Y en cuanto al casamiento de Villafañe, era algo que no merecía contestarse.
Su propia designación como reemplazante era, insistía, ilegal. Los diputados son elegidos directamente por el pueblo y no indirectamente por los legisladores. “¿Con qué derecho la Sala me hace a mí heredero de esa candidatura?”, preguntaba. En suma, no aceptaba ir, “como hombre de honor, a sentarme sobre la ruina de mi ilustre amigo, dejándome caer en la cabeza una corona de espinas”.
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